7 mar 2013

L- Personajes.-20/54 BERENICE LA JUDIA y TITO


 29/54           B E R E N I C E  II ª  ( La Judia)
                           ( 52 d.c.)
La segunda Berenice, de la cual vamos a hablar ahorita, vive en época decididamente histórica, no hay asunciones en el paraíso y tampoco fantasmagóricas interpretaciones de los astrólogos.
Esta Berenice   también era  una princesa.  Parece que si las mujeres no son por lo menos princesas, no interesan. Y ella también era bellísima, naturalmente. Nació en el 28  después de Cristo. Casi contemporánea de Jesús de Nazaret, por lo tanto, aunque 28 años mas joven. Siguiendo la tradición hebraica, la casaron muy joven con  un tal Marcos.

Pero, antes de “consumir” el  matrimonio, el pobre Marco se murió. De qué, no se sabe. Quizás el aspirante esposo quedó anonadado por la fulgurante belleza de la joven doncella, no aguantó y las arterias le explotaron. Entonces a Berenice, virgen y viuda, la casaron con su tío, un cierto Herodes, rey de Cálcide.
Tuvieron un par de hijos y cuando la joven mamá y esposa cumplió los veinte años, quedó viuda otra vez. Así que la pobre Berenice, con una ligera fama de pavosa, se fue a vivir, en concubinato, con otro Herodes, Herodes Agripa II.  Y hasta acá, todo era casi normal a parte el concubinato que sin embargo, en aquella época, no era todavía tan grave en la sociedad hebraica.
 La cosa un poquito mas grave   era que este Herode Agripa II era también hermano de Berenice. Claro, también el padre Abraham se había casado con su hermana Sara, siglos antes, pero.... quod licet Jovi non licet bovi. A  ella no  le aceptaron el incesto. Chismes por aquí, chismes por allá.  Para que se terminaran las murmuraciones, nuestra pobre Berenice fue a pedir consejo a un cura, a un cierto Polemone sacerdote de Cilicia. Y este, oído los lamentos y vistas las gracias de la viudita, generosamente le ofreció matrimonio para que se terminaran las murmuraciones.
Tampoco esa unión fue muy  bien recibida, allá arriba , donde se tejen los destinos de los mortales. Así que un buen día Berenice dejó al marido – cura y regresó  al incesto con el hermanito.
Y con él se quedó hasta que... hasta que   llegó el año 65, el año  tristemente famoso en la historia de los Hebreos por la gran masacre en Jerusalem hecha por los odiados Romanos.

 Y aquí Berenice mostró la otra cara de su moneda, el otro aspecto de su carácter.
 No era solamente una viuda alegre y una pecadora incestuosa, sino también una mujer de carácter, de mucho coraje, de determinación, una mujer de armas tomar, dirían los franceses. Ariesgó su vida, y en serio, para defender a su pueblo, a los hebreos, frente al  odiado Procurador Romano de la Judea.
Los judíos se olvidaron entonces  de los pecados, de las lapidaciones y si hubiesen sido católicos, la habrían hecha Santa.

Pero... y que pasò despues de eso? Pasò que en Judea llega cierto Tito, hijo del Emperador Vespasiano. Ese  Tito, a la època "solamente"  general romano, se enamorò de Berenice. De su coraje, de su inteligencia, de su personalidad pero posiblemente y aún más de su belleza. Y debia de ser  muy bella, si a los 40 años cumplidos un general romano se enamorò perdidamente de ella.

Berenice correspondìó al amor. Correspondió al amor porque ella también se enamoró de él. Ese General romano tenía sus personales y viriles atractivos, aparte de sus valores  como representante del Poder máximo en el Mundo.  Ella se enamoró de verdad de él, y le siguió en Roma, acompañada de su hermano – esposo con el cual, desde tiempo,  había terminado la relación incestuosa. Y en Roma floreció otra  pecaminosa, pero con Tito.
 Y Tito quería casarse con ella.
El Senado de Roma, siempre complaciente en asuntos de faldas,  había dado su consentimiento.
 Pero no lo dio el pueblillo romano, azuzado astutamente por las nobles y envidiosas damas de Roma  que no velan con buenos ojos la competencia de una “ judía cualquiera “. Claro, porque al casarse oficialmente con Tito, delfín de Vespasiano, se transformaría eventualmente  en Primera Dama. Una hebrea Emperatriz de los Romanos.  !Habráse visto !
 Pero Tito, siempre enamorado, no la dejó.  Convivió con ella, aun sin casarse.
Pero el lindo sueño de amor termina. Cuando  Tito  iba a ser definitivamente coronado Emperador, la Bella Berenice  regresó a su tierra.
 Algunos historiadores dicen que para no entorpecer con su presencia la carrera  de Tito.
Otros porque la bella Berenice, aunque siempre bella e inteligente  mujer ya no tenia la fulgurante belleza de  antes.
Será que también los sueños se terminan.
La relación amorosa no continuó.  

Y  ¿ Tito ?  Ya que estamos en argumento, hablemos un poco bien de él, porque los hebreos le tratan peor que a un nazi, por eso de la destrucción del Templo de Salomón en Jerusalem. Si, es verdad, fue destruido durante su reinado. Según fuentes históricas, parece que Tito fuese contrario a destruir los símbolos sagrados de un pueblo dominado. Lo consideraba sencillamente contraproducente. En realidad la política de Roma en general era de plena tolerancia para con las religiones locales: la existencia en Roma del Pantheon, iglesia válida para todas las religiones extranjeras,  lo  demuestra. ¿A que se debió? Habrá sido Voluntad de Yaveh, que todo lo sabes?

Tito hizo cosas apreciadas por los romanos, como la construcción de aquel  famoso anfiteatro Flavio que con el tiempo se llamará el Coliseo. Y construyó los Vespasianos, en Roma. Parece cosa de reírse, que un emperador deba por lo menos parte de su gloria por la implantación de letrinas públicas. Pero Roma fue la primera ciudad de Europa donde se quiso poner fin a la vergüenza de oler a orín en sus rincones. Y fue Tito  que  heredó de su padre  el Emperador Vespasiano la idea, que construyó los “vespasianos”,  (así se llaman todavía en Roma) cubículos donde los pobres tanseúntes podían aliviar sus necesidades biológicas.  Pero aparte esta nota semi-cómica, en general Tito supo  administrar bien el erario público.  Cuando en el año 81 Tito muriò, los romanos lo lloraron y lo definieron amor ac deliciae generis humani.  Quizás un poco demasiado, como alabanza, pero significa que, en fin de cuenta, gobernó  bien.

 Y aquí termina la historia  de la segunda Berenice y del Emperador que se enamoró de ella, siendo ya cuarentona y que estuvo a punto de ser la primera Judía  Emperatriz en Roma.   






2 comentarios:

Anónimo dijo...

Toujours l'amour!
Un abrazo, Angel

Aldo Macor dijo...

Si, amigo Anónimo Ángel. La de Tito y Berenice fue una linda historia de amor y de abnegación.
Claro, se desarrolló entre personalidades de primerísimo plano de la época. En situaciones que hoy en día algunas parecen cómicas, otras trágicas y sanguinarias, irreverentes. Involucró un periodo de la resistencia hebrea a las Legiones Romanas; demuestra costumbres ya obliteradas y hoy en día no aceptadas. Pero fue una historia de amor. Bella, sublime y que terminó mal, se diría, como casi siempre las historias de amor. Como mal terminó la historia de amor de Cleopatra, de Didón, de Tecla, de Julieta y de Eva, que aparentemente recibió el despiadado castigo eterno.
Pero tienes razón tu, Anónimo Ángel: ¡Siempre, siempre el amor!