26 may 2013

L.- Personajes.- 32 / 54 CARLOMAGNO


                       CARLOMAGNO      

                                      742—814


Carlos, apodado después El Magno, es una demostración más de cómo a menudo los hijos no quieren parecerse a los padres.  Resulta que su papá era Pipino  de Héristal, conocido mas como Pipino el Breve, el Cortito, el “Pepinillo, “el Chiquito”; y  su hijo, Carlos, quiso ser El  Magno, El Grande .  No por referencias a sus  conquistas futuras, que difícilmente podría conocer, sino porque ese muchachote nunca dejaba de crecer: su madre Bertrada, apodada la de los pies largos, comenzó a temer que el marido la repudiara por adulterio, cuando el joven Carlos llegó a los casi dos metros de estatura.           Y era alto, fuerte, bien proporcionado, de bella cabellera negra.  ¡Cabellera negra! Imaginarse las suspicacias de las amigas francas, rubias y   envidiosas de algún desliz de Bertrada con un apasionado sureño europeo.  Sea como fuera, el joven era extroverso, carismático, sumamente parlanchín, comía con buenísimo apetito,  y bebía mucho pero sin nunca llegar a la embriaguez.   Despreciaba los elegantes vestidos de sedas y telas costosas, aunque en los últimos tiempos de  su vida aceptó vestirse como un sátrapa oriental, de acuerdo a su condición de Emperador. Pero eso será más adelante en el tiempo.  Era un gran deportista, de joven,  le encantaba la natación y su fiel biógrafo Eginardo nos dice que escogió Aquisgrán como sede el Imperio porque tenía aguas termales calientes donde nadaba a sus anchas  durante todo el año.   Quizás por eso fue el único franco alemán que no hediera  tanto. Aquisgrán había sido un asentamiento Celta antes de que los Romanos la utilizaran con fines medicamentosos y para descanso de sus legionarios; y la llamaron justamente Aquisgrán, Aguas  del Dios Granum, la divinidad pagana local que cuidaba a los enfermos.
  El padre de Carlos Magno, Pipino  el Breve, a pesar de ser pequeñito de estatura fue un valeroso rey. Considerando los tiempos tampoco fue un ignorante completo.  Fue el tipo de la famosa astuta pregunta  al Papa Zacarías: Es rey él quien tiene el título de Rey, o es Rey el que de facto gobierna su pueblo? Naturalmente obtuvo la respuesta  que esperaba y que lo legitimó  en destronar  al  último rey Merovingio y  fundar su propia dinastía, la Carolingia. Sabía hacer bien sus preguntas y tenia visión de lo que importaba en aquellos días. La cultura  era cosa secundaria, de sacerdotes. Para salir de la mediocridad en aquella época había solamente dos caminos: el sacerdocio, con su bagaje de cultura y superstición correspondiente;  o las armas. Y Pipino escogió para su hijo Carlos la vía de las armas. Así que el muchachote Carlos  creció como militar perfecto y siguió siendo un ignorante perfecto, por varios años, sin saber ni leer ni escribir; al punto que de adolescente lo apodarán El Palurdo, el Ignorante. Pero Carlos era también hombre de inteligencia superior así que  pronto entenderá el valor de la cultura inclusive para aplicarla en administrar sus  reinos que él, ignorantemente pero constantemente, ampliaba. Desde  relativamente temprano comenzó a apreciar a las personas ilustradas y para combatir la ignorancia en su Corte, cuando llegó al poder, abrió en Aquisgrán la primera escuela del Reino Franco. Contrató a profesores famosos, a comenzar de Alcuino de York y  dio forma a lo que se llamó el Renacimiento Carolingio queriendo que el Imperio Franco  se transformara en la nueva Atenas o la nueva Roma; un plan bien ambicioso, para un casi analfabeto. Así que se recomenzó a hablar y escribir en latín, lengua que  estaba  casi olvidada por las poblaciones de Europa.  Y la figura de Carlos Magno entrará como un gigante y defensor del cristianismo en la literatura y en las leyendas de toda Europa, en las Chanson de Geste y Poemas de Caballeros como la Chanson de Roland.

Con su coronación en el 800,  Carlos fundó el Imperio Carolingio. El Imperio Romano de Occidente,  junto con el Imperio Romano de Oriente en Constantinopla,  se considerarán los dos herederos del Gran Imperio de Roma.
Murió a los 12 años de su  Coronación, a la edad de 67, en el 814.
Su hijo Luis el Piadoso, (Ludovico Pio)  heredó un  gran Imperio muy bien organizado y fue un bueno e inteligente soberano;  pero no había heredado las  capacidades geniales de su padre, una de las figuras más importantes de la historia, ni su carisma ni su mano de hierro. Tras la muerte de Ludovico el Imperio se dividió entre sus tres hijos, según las tradiciones alemanas de reparticiones igualitarias. Ninguno de los tres hijos fue sobresaliente. Ni supieron oponerse a las invasiones de otros pueblos, como los normandos y los húngaros.   
Y asi el Imperio de Carlos Magno se deshizo. 
Si, se deshizo. Pero  se siguió hablando de él, del Emperador: mucho de lo que él dijo y mucho más de lo que él hizo, en la vida y  en la leyenda. Había  guerreado  enfrentando  a germanos, a bizantinos y a musulmanes, húngaros y sajones.  La cúspide del poder la alcanzó la noche de Navidad del año 800, cuando las campanas de San Pedro en Roma resonaron los augurios al recién nombrado:  “ Para Carlos Augusto, Emperador de los Romanos, vida y victoria” y el Papa Leone lo coronó.
Aquí hay que dar un paso atrás,  regresando al inicio del poder de Carlos Magno. A la  muerte de Pipino  de Héristal,  el Breve, padre de Carlos Magno, el Imperio se había dividido entre  los dos hijos: Carloman y Carlos (él que sería Carlos Magno).  Y Carlos Magno se casará con Ermengarda, la hija del Rey Longobardo Desiderio, para confirmar alianzas entre Longobardos y Francos, ambos pueblos de raza germánica. Al poco rato fallece el hermanito Carloman y Carlos Magno se apoderará de los poderes de él. Pero, ¿qué sucede en Roma? Sigue el culebrón a la Macchiavelli: el Papa Adriano I,  en Roma, estaba  prácticamente rodeado de Longobardos y comenzó a temer la probable constante agresividad de ellos con posible consiguiente unificación de la pobre península italiana bajo un solo reinado y la probable desaparición de los Estados Pontificales. Desde el punto de vista de la Nación Italiana se hubiera conseguido la unidad de Italia sin esperar mil años más, en el   1860 con Garibaldi y sus audacias patrióticas y bochincheras.  Y probablemente la amalgama  del elemento  germánico-longobardo y el latino hubiera evitado tantas otras dominaciones que salpicaron a los italianos, máxime en el sur, debilitando su temple. Los italianos hubieran  tenido más homogeneidad como nación. Pero también es cierto que renunciando al predominio del Papado y a la existencia de  Príncipes magníficos y corruptos y amantes de las artes  quizás no hubiese existido el fulgor del Renacimiento Italiano.
El Papa, temeroso de perder protagonismo   desempolvó el antiguo lema DIVIDE ET IMPERA y pidió ayuda a los Francos, contra los Longobardos: porque ellos, los Francos, por lo menos  no lo estaban merodeando  en  el  patio de su casa, en Italia: estaban bien lejos de Roma. Los Francos, o sea Carlos Magno, fue  feliz de poder ser declarado por el Papa como “Protector de Roma” y meter su naricita  en tierra italiana. Naturalmente aprovechó la situación para  repudiar  la alianza con  los Longobardos  y  a su enamorada esposa Longobarda la “pía” Ermengarda quien, “ sparsa le trecce morbide sull`affanoso petto” , según el Manzoni , muere mirando al Cielo.  Carlos, impávido,  se casa con una la jovencita de 13 años. Pero siempre pragmático y consecuente, el Cristianísimo Rey  peleará contra los Longobardos, los vencerá, los borrará del mapa y se instala en el lugar de ellos;  siempre con la bendición del Papa. Y lleno de sagrado furor y con la joven esposa,   va a  pelear contra sajones para  conquistarlos o cristianizarlos,  o matarlos según el punto de vista y las circunstancias.   Y como eran muchos, los que iba a matar, decidió en un acto genial, de acuerdo a los tiempos, de  decapitar a cuatro mil quinientos prisioneros  sajones, pero  a la orilla del Rió Aller, para poder lavarse más fácilmente la sangre del enemigo: la sangre de los furiosos bárbaros paganos que no querían aceptar el Cristianismo en versión Franca.  
Después de eso, Carlos Mango se dirige a la Península  Ibérica. Pero los árabes, aun que infieles, son fieles a las tradiciones de sus antepasados beduinos y  guerreros.   Esta vez el pobre Carlos Magno, tuvo que regresar prácticamente vencido a sus tierras, logrando arrebatarles a los árabes solamente lo que se llamaría la Marca Hispánica, pequeña zona de confín.
  Y regresando de España, deja al valeroso Orlando (Roland) a proteger las retaguardias de su ejército en retirada “estratégica”.  Así  comenzó la Saga del Paladino Orlando, de su espada Durlindana, de la montaña cortada en dos, del cuerno acústico, de la Chanson de Roland y  del asalto a traición de los musulmanes que después se supo no eran musulmanes sino Vascos; manía de atentados, esa de los Vascos, que dura hasta nuestros días.
Después de eso el Gran Carlos todavía tiene el tiempo de concebir otro de sus hijos con la 13 añera que mientras tanto había llegado a le avanzada edad de 18 años  y se lanza a la conquista o evangelización del  territorio Ávaro, actual Hungría. Y por fin  en una tibia noche de Navidad en Roma, el Papa Leone III pone la corona de  Emperador sobre la cabeza del Rey de los Francos.   Leone III  era menos tonto de lo que parecía: que el Papa ciñera de la Corona Imperial a Carlos Magno,  Rey de los Francos, significaría que el Poder Temporal, de los Emperadores, estaría sujeto a la voluntad del Poder Espiritual de los Papas.    Este jueguito de nombrar a Carlos Emperador Romano suscitó recelos en la corte de Bisancio ya que los Orientales se consideraban  ellos  los verdaderos herederos del Imperio Romano. Legalmente lo eran debido   a lo de Odoacre quien había destituido al último Emperador Romano, Rómulo Augústolo y enviado las Insignias Imperiales a   Zenón, Emperador Romano de Oriente.
Debido a los vaivenes de la política, al enfriarse las relaciones entre el Emperador de Oriente y el Emperador de Occidente, se hicieron mas estrechas las relaciones entre Francos y el Califato  Abasida, enemigo a muerte del Imperio Bizantino. Sin embargo  las aguas se tranquilizaron unos doce años después,  considerado que tampoco  se había dado  el  sugerido matrimonio entre el Emperador de Occidente Carlos Magno e Irene, Emperatriz de Oriente.
 El nuevo Emperador de Oriente, Miguel Rangabé reinó solamente dos años: y con un nombre así, gobernó hasta demasiado.  Pero en estos dos años le dio tiempo reconocer al nuevo Emperador Romano de Occidente en la persona de Carlos Magno Rey de Francos; así que los dos Emperadores siguieron queriéndose como hermanitos, ambos ungidos de Dios. Aún que  viviendo a prudentes distancias el uno del otro.
Al año siguiente, el Buen Emperador Carlos Magno, sintiéndose ya entrado en años,  tenía 66, edad muy avanzada  por la época, nombró como su sucesor a su hijo  Luis el Piadoso, Ludovico Pio,  y lo coronó  él mismo, en Francia, para evitar las suspicacias de la Iglesia de Roma, siempre metida en el antiguo y ambiguo  problema de que si era el Papa que nombraba al Emperador, o viceversa.
”Mi hijo lo corono yo”. Parece que dijo en voz baja, típica de él y nadie lo escuchó pero todos le obedecieron.
Después de muchos siglos otro Francés, pero de sangre y lengua italiana, pronunció algo similar   al agarrar con sus manos decididas la corona de Emperador que otro Papa se atrevía  ponerle en la cabeza: “Questa è mia e guai a chi me la tocca!” Y se coronó a sí mismo.
Es interesante, después de tantos hechos de guerra, conocer algo más de la  vida personal de este Cristianísimo Rey Franco y  Emperador Romano de Occidente. La primera chica que conoció fue una noble, Himildrudis, quien le dio un hijo que será Pipino el Jorobado.  En el 770 a los  23 años, nuestro Carlos se casó con Ermengarda, comop ya dicho,   hija del Rey Longobardo Desiderio, que repudió al año de casado, al denunciar la alianza con los Longobardos.  Su segunda esposa legitima fue Hildegarda, de 13 añitos, que siendo Suaba debía de ser de notable estatura también y de “buen vientre” porque le dio nueve entre hijos e hijas. A la muerte de la prolífica Hildegarda, el Buen Rey Carlos, ya de 36 años,  se  casó con Fastrada, otra alemancita que le dio dos hijas ; y otra hija se la dio una concubina, de nombre desconocido porque  probablemente  de marido celoso.  Enviudó otra vez y se casó entonces con una  alamana, Liutgarda, quien resultó estéril.  Al quedar viudo de la estéril Liutgarda decidió no casarse más y vivir en feliz concubinato con cuatro buenos ejemplares de valkirias, pero una a la vez.  Un total de diez relaciones conocidas donde nacieron por lo menos  18 hijos.  El biógrafo de Carlos Magno, el buen Eginardo, nos asegura  que su amo siempre  se ocupó de la educación de los hijos contratando a maestros que los educaran en lo que se usaba en aquellos tiempos.  Y que nunca cenaba sin ellos y al irse de viaje, los llevaba consigo. ¿Será cierto? Lo que si parece muy cierto, es que las comidas siempre las acompañaba con músicas o lecturas.  Quizás fuera por las músicas o por las lecturas, la cosa es que después  del almuerzo el Grande Carlos solía dormir una siestecita de dos o tres horas: no se sabe si por el gozo intelectual o el fastidio.  Y como curiosidad  habría que decir que el titulo noble de Conde y de Marqués nació por voluntad de ese gigante de la historia: él creó el Condado como Unidad Administrativa Básica del Imperio y su jefe recibió el título noble de Conde. E instituyó  varios Burgos- Marcas -  que puso a cargo de un Marqués. Y encima de todos ellos, instituyó los Missi Dominici, Inspectores, para someter a la obediencia  los nobles y las autoridades locales.
¿Aprendimos algo de Carlos Magno? Sabiendo entender cuáles fueron los exabruptos de su tiempo y no aplicando las leyes morales  o quizás las debilidades o hipocresías de hoy  para juzgarlo, se puede decir que Carlos fue  un gran estadista,   el más grande jefe militar de la edad media y tiene el gran mérito de haber sabido revivir en la envilecida Europa el espíritu político y cultural que había desvanecido con la caída de Roma y del  Imperio Romano de los Cesares.

Fue sin duda  el primer Europeo.
 
Ojala se hubiese podido hacer desde entonces una Comunidad de Estados Europeos.  ¿Contra quien hubieran podido pelear los Europeos? Solamente contra los Musulmanes.
 Los otros pueblos no existían para nuestro mundo.
Cada cosa a su tiempo.
NATURA NON FACIT SALTUS.      



16 may 2013

n.-Persnajes.- 31/54 AGUNSTÍN DE HIPONA


                          AGUSTIN DE HIPONA 

                                            (354—430)

Aurelius Augustinus nació en Hipona.  Su papá era pagano, romano, se llamaba Patricius y su mama cristiana, se llamaba Mónica y con el tiempo será Santa Mónica, no se sabe bien porqué. Nació en el 354 en época posterior al decreto de tolerancia religiosa de Constantino, pero anterior al decreto de exclusividad del 380, promulgado por Teodosio, a favor de los cristianos. Era un joven muy inteligente, con deseo de  lucir y de sobresalir en lo que emprendiera. Le encantaba la literatura y la elocuencia. Lo mandaron a estudiar en Cartago y se enamoró del teatro. Se destacó por su capacidad retórica y fue excelente en certámenes públicos de poesías y teatro. De paso era también buen mozo, cabello negro, de mirada profunda y a veces burlona, poseedor de un  espíritu sensual y mujeriego. En fin, gozaba de la vida y de los dones que le había dado la naturaleza.  Siempre inquieto, siempre en busca de lo nuevo, comenzó algo de cambio más profundo al conocer al Hortensius de Cicerón: y con eso se enamoró de la filosofía y de la especulación filosófica. Lo cual no le impidió de enamorase también de una bella mujer, con la cual convivió por 14 años y que de paso le dio un hijo.  ¿Quien hubiera dicho que ese joven  extravertido simpático,   gozón  y genial, con el tiempo se transformaría en Filosofo  insigne, Santo y gran Doctor de la Iglesia Cristiana? Pero seguimos con Agustín joven cuando la alegría de la vida todavía brillaba en sus ojos.  Con la filosofía comenzó a ponerse incesantemente el problema de “la verdad”, la gran pregunta de la época. Se acerca al Maniqueísmo, para desesperación de su mamá católica tradicionalista; pero  abandona esa secta a los pocos años y derrota  en confutaciones retóricas y filosóficas al obispo Fausto, gran gurú del Maniqueísmo. La victoria lo dejó escéptico.  Él era cristiano, probablemente, pero con el mare mágnum de herejías y variantes y sectas del cristianismo de los primeros años, dudaba y pensaba, pensaba y dudaba.
 Se cuenta que un día, paseando a la orilla del mar y tratando de darle vuelta al  problema de la Trinidad, vea a un lindo niño que juega vaciando en un hueco de arena un tobo que constantemente llena de agua de mar.
 Le pregunta: “Que haces?”
Le contesta:”Saco toda el agua del mar para ponerla en este hoyo.”
Le contesta el filosofo, con una sonrisa: “Esto es imposible, niño!”
Le vuelve a contestar el niño: “Mas imposible es para ti entender con tu pequeña mente el misterio de Dios”.
Poco después de este evento, cierto o no que fuera,  a la edad de 29 años Agustín  cedió a la atracción que siempre había tenido Italia para él.  Y debido a que su madre se oponía al viaje,  se  escapó durante la noche llevándose a su  mujer y al niño. Llegado a Roma  como pobre  extracomunitario  del Macreb buscó un empleo: lo consiguió como profesor en Milán. El Praefectus Urbi Símmaco le autorizó el puesto, quizás también con la intención de frenar un poco la  avasallante  fama y pretensiones del obispo Ambrosio.  Y allí, en Milán, ese diablo de Obispo que era Ambrosio, trató de convertirlo. Pero Agustín era un hueso duro, de amplísima cultura y con profundos deseos de conocimientos reales, de demostraciones, de seguridades. Primero se acercó a los Académicos, con su pesimismo escéptico. Después se acercó al neoplatonismo. Esperaba lograr una vida dedicada al estudio, a la búsqueda de la verdad, despreciando honores, dinero y placeres. Teóricamente buscaba  también la castidad. Pero todavía sentía fuertes las pasiones de la carne y del espíritu. Muy probablemente por insistencia de la bendita mamá Mónica, la futura Santa Mónica, que lo había alcanzado a Roma y no lo dejaba en paz, nuestro Agustino abandonó la bella mujer que  le había dado el hijo Adeodato y lo había seguido fielmente en tantos años de feliz y pecaminoso concubinato.  Ella regresó triste a su tierra natal, dejando el hijo a Agustino.
Una vez solo, con su hijito, se dedicó  leer y estudiar los evangelios. Y un buen día, a los 33 años, paseando siempre pensativo en un jardín de Milán, escuchó la  vocecita de una niña que canturreaba “TOLLE  LEGE…”o sea “Toma y leas”. Agustino interpretó este signo como premonición, agarró la Biblia, la abrió al azar y dio con  un paso de  Pablo de Tarso a los Romanos.  A los pocos días de este evento, Agustín se fue a vivir retirado con su hijo Adeodato y unos amigos  en una magnifica casa de campo de  otro amigo, el rico Verecundo, quien haciendo  honor a su nombre se avergonzaba de cobrar arrendamiento a los filósofos en busca de la verdad; y los hospedó gratis.  Después de un año de estudios de los evangelios y de meditaciones, regresó a Milán donde Ambrosio, triunfante, lo bautizará.  Inmediatamente después Agustino regresa a África.  Durante el viaje de regreso,  la omnipresente  mamá dejó de ser omnipresente: se enfermó y murió cerca de Roma, feliz de que su ex-travieso hijo  se hubiera convertido por fin a la “verdadera fe”.
Llegado a África, Agustín vende todos sus bienes,  el producto lo reparte entre los pobres y va a vivir en una pequeña propiedad que se reservó para hacer vida de monje. Pero a los pocos años su tranquilidad de monasterio se terminó  y de muy mala gana acepta que lo ordenaran sacerdote y después Obispo.
 Pero una vez nombrado,  su actividad episcopal fue muy intensa.  Escribió también muchísimo. Murió en Hipona a los  75 años,  edad excepcional para aquella época. Y fue en los tiempos de la invasión de los Vándalos de Gensérico.   
Quizás la obra literaria más famosa sea LAS CONFESIONES donde habla de su vida, su evolución interior, de su concepto de Dios.
 El  DE CIVITATE DEI (LA Ciudad de Dios) es probablemente su obra maestra, donde nos presenta un resumen de su pensamiento político,  filosófico y religioso.  Y tuvo muchísima importancia en los siglos venideros. Fue escrita  para defenderse, como cristiano, de las criticas que máxime los paganos  romanos   hacían a la nueva religión, culpándola  del colapso de la Ciudad Eterna, Roma, frente a los Visigodos en el 410.   
Otra obra importante fue DE TRINITATE (La Trinidad)  seguramente su principal obra dogmática.
 Escribió sobre la Indisolubilidad del Matrimonio; y dio, con REGULA AD SERVOS, las normas más antiguas del Monaquismo occidental, el de los Agustinianos.
Acusó, con sus escritos, a maniqueos, donatistas, pelagianos, arrianismos y  las  demás herejías en general. En su controversias con los maniqueos (de Maní, sacerdote Persa) combatió el dualismo, la idea de la lucha entre el Bien y el Mal y defendió el libero arbitrio del hombre. Rechazó el Donatismo (Obispo Donato de Cartago) que fue una reacción al relajamiento de  costumbre del clero y que quería impedir que sacerdotes en pecados impartieran sacramentos; Agustín sostuvo el concepto del SACERDOS IN AETERNUM, todavía vigente en la Iglesia Católica, o sea que cualquier  sacramento  vale aun que otorgado por un cura negligente o en pecado.

 También opinó y peleó contra Pelagio : éste sostenía que cada cual es responsable de las acciones que comete y no de las acciones de los padres o antepasados: así que, según Pelagio, el pecado original de Adán sería  intransmisible y de paso   inútil el bautismo a los bebés ya que no existe ningún pecado original que enmendar. Inexplicable, pero Agustín consideró esa teoría una heresìa , y tal es para la Iglesia Católica.

Se batió contra  el Arrianismo. La doctrina cristológica elaborada por Ario sostenía que la figura del Cristo, como segunda persona de la Santa Trinidad, era de valor inferior del Padre Eterno  ya que, habiendo nacido después, no tenía la perfección de la eternidad; por lo tanto confutaba la idea de la Trinidad. El concepto de las tres personas iguales y distintas se remonta a Agustín y se impuso en la doctrina oficial de la Iglesia Católica Romana. Los pueblos Germánicos de Italia, ostrogodos, visigodos y Longobardos convertido al cristianismo eran  cristianos arrianos: con el tiempo se someterán al catolicísimo de Roma.

Agustino prevaleció también contra el grande Orígenes; no aceptó su apocatástasis, o sea la idea que al final de los tiempos, Dios perdonaría a todo el mundo, incluido a Satanás y el Paraíso seria  sin ninguna excusión a disposición de todos.    Nuestro Agustín defendió la idea del castigo eterno en el Infierno y la existencia del Purgatorio. Aun que de muy joven había rechazado la fe en nombre de la razón, con el tiempo fue convenciéndose que fe y razón no se oponen sino que colaboran. Agustín quiere comprender el contenido de la fe: Crede ut intelligas  e Intellige ut credas: Creas para entender y entiendas para creer.

En ADVERSUS JUDAESOS  escribió él también contra los pobres Judíos acusándolos de ser enemigos de la nueva religión cristiana. Y consideraba que todas las desgracias sufridas por ellos en la diáspora eran demostraciones de la validez de la doctrina cristiana y formuló contra todos ellos la gravísima acusación de   haber crucificado al Cristo. Y hace una curiosa distinción entre hebreos y cristianos aun que ambos desciendan del Padre Abraham: “…los hebreos” dice Agustín” descienden carnalmente del patriarca Abraham; sin embargo nosotros los cristianos descendemos de otras gentes pero imitando las virtudes de Abraham nos transformamos en hijos de Abraham...”. Así que somos descendientes de Abraham por gracia de Dios porque  el mismo Dios no quiso que los descendientes carnales de Abraham fueran sus herederos.

   También hubo disertaciones sobre el problema del mal: que al mal no existe en sí, sino que es la falta del bien.

 Y sobre el tiempo hay algo interesante: que el tempo es una realidad muy rara, ya que el pasado ya no existe, el futuro no existe tampoco porque debe todavía ocurrir; y el presente ¿a qué se reduce sino en un instante que huye?

Y sobre el libre albedrío, problema que ha ocupado tantos cerebros de filósofos y religiosos, existe esta afirmación: si no existiera el libre albedrío, no habría ni culpa ni  gloria para el hombre. Porque o existe la libertad de decidir, o sea el libre albedrío; o  existe la predestinación: haga lo que haga un determinado sujeto, si Dios ha destinado que sea condenado, será condenado! Agustino sostiene que no existe el determinismo: siento omnisciente, Dios sabe de antemano, antes de los tiempos, los que serán condenados ab aeternum, los que recibirán la Gracias y los que no. Pero  sostiene que Dios  sabe todo eso pero que no interviene en ningún momento: deja a los hombres libres de actuar, según su libre albedrío. Y el hecho que Dios sepa de antemano lo que escogerán, no implica una intervención en sus voluntades.

El pensamiento de ese gran filosofo ha tenido enorme influencia  casi exclusiva hasta el siglo XIII.  
O sea por casi mil años.  

Agustín no fue un fanático, como lo fueron muchísimos en su época, incluyendo el  gran Ambrosio, su contemporáneo.  Fue un hombre que de joven gozó de la vida, de la alegría de la juventud, se dedico a los placeres del cuerpo  como a los del alma y de la cultura. Inteligentísimo, atractivo y ambicioso, ya crecidito en edad, siguió estudiando y poniéndose preguntas  y tratando de resolver los grandes problemas de la humanidad; pasó  a través de varias experiencias demostrando inquietudes y curiosidades  y buscando la “verdad”  en varias direcciones. Cuando llegó al cristianismo “ortodoxo”, llegó a algo que  estuvo buscando durante largos años de reflexiones; no fue un sencillo buscar razones para justificar una  creencia, sino que la creencia le vino después de haber buscado razones.  En aquéllos tiempos casi no se podía vivir sin pensar en la divinidad, en el sobrenatural. Hoy en día el problema de dios ya no es, en la mayoría de las personas de cierta cultura, un problema de actualidad. Es algo que francamente no interesa más. Estamos más interesados en los problemas del hambre en el mundo, de las guerras, de tratar de atenuar  los fanatismos de varios géneros en pueblos   todavía primitivos y hasta en los más desarrollados. El problema de dios no es actual. Pero, en aquel entonces, era importantísimo, primordial. Y él lo supo resolver, a su manera, claro, no a la manera de otro, como hombre honesto y con las limitaciones de su época: pero  se puso el problema  y lo resolvió. Sus opiniones influenciaron por siglos a la Europa pensante, o sea al continente que en tres oportunidades, con el Imperio Romano, con el Renacimiento y con la Revolución Industrial fue luz de cultura dinámica poniéndose a la vanguardia del desarrollo humano.

 Por divertida ironía y gozo de los racistas, el caso quiso que  el Gran Agustín fuera un africano.







11 may 2013

Respuesta a una amiga búlgara

                  RESPUESTA A UNA AMIGA BÚLGARA

                  Debo aclarar que ésta respuesta a la Amiga Búlgara  es respuesta a un comentario de ella que se publicó entre los comentarios del Post  RESPUESTA A UNA AMIGA ARGENTINA.

  ""   Querida señora de Bulgaria:
No te la tomes a mal, pero es una verdad reconocida en todo el planeta tierra que cuando cayó el famoso Muro de Berlín, con gran alegrías para muchos y gran decepción para otros tantos, anticipando simbólicamente  la caída de la  Unión Soviética, se descubrió que en los países que formaban Europa del Este, o Europa bajo influencia Soviética,  la situación económica de esos países era de sumo  atraso respecto a los pueblos hermanos de Europa occidental. Eso todo el mundo lo sabe. La diferencia en el PIL de cada país fue y es evidencia de esto. Las emigraciones casi masivas del Este al Oeste de Europa revelaban que, desde que mundo es mundo,  los pueblos emigran siempre buscando aéreas mejores.  En los países del Este, ya casi  sin fronteras, se ha ido observando  mucho atraso, repito, en varios aspectos; con la excepción de algunos éxitos, muy loables, como los de asistencia social; y otro,  de los pocos, era el deporte.
Pero, pero…no puedo no pensar en esto: la práctica de deporte en auge en los tiempos de Esparta y Atenas, pero olvidada en la edad media hasta el casi presente, fue revivida últimamente por  Mussolini,   y a su imitación poco después  por el Señor Hitler; y sucesivamente  por una serie de otras dictaduras. En ese siglo, el pasado, apareció también la Publicidad, la Propaganda,  los periódicos, radio, televisión que para el incauto tienen los mismos efectos  machacantes del cerebro humano. Se entendió que los ejercicios gímnicos exaltarían a los jóvenes transformándolos en su mayoría en propagandistas en buena fe de la dictadura: Italia y Alemania, la URSS y sus satélites, Cuba, etcétera, son ejemplos de eso.  Los éxitos en los Juegos Olímpicos  se transformaron en el  siglo pasado  en aprobación del sistema político. Recuerdo perfectamente los juegos de de Berlín  en 1936, con Hitler prima donna.
 La bandera de Olimpia no era tan pura como en los tiempos cuando al acercarse la fecha de las olimpiadas, los griegos interrumpían cualquier tipo de guerra. No tan puros esos juegos del 1936, con miles de banderas ondeando con la esvástica; pero al fin, algo tenían de pureza: la casi siempre un poco bobalicona buena fe de los jóvenes.
Que tú hayas tenido una época feliz en tu vida justamente en esos tiempos de la Hoz y el Martillo, desde la mitad del siglo pasado, es algo por lo cual te felicito y me complace, sinceramente.  Pero las estadísticas no hablan en tal sentido. Máxime en el sentido económico y político. Te digo esas cosas, amiga búlgara, no con ánimo polémico, dios me guarde.  A mi edad las polémicas estarían fuera de lugar. Sino que te hablo con cariño, diría,  para tratar de poner las cosas en su sitio, donde mi conciencia y mi experiencia me aconsejan que estén.  
                                                     ***
Pero, aun que estemos un poco fuera de tema, amiga búlgara, me atrevo  a  decirte algo aún que yo  me arriesga a ser tildado de  racista; o, peor, de Nietzscheano de la Teoría del Übermensch.   Pero te comentaré  sinceramente lo que con el tiempo he llegado a pensar, modificando, obviamente, lo que pensaba el respecto cuando todavía Juventud sonreía en mí.
Los hombres,  los varios grupos, las naciones, no son todos iguales. La igualdad no existe. Ni entre los animales. Y siempre habrá una rosa más bella que otra. La igualdad no ha existido nunca ni entre hermanos gemelos. No ha existido nunca. Si hay pueblos que se quedan atascados en la historia, por algo será.
No todos los africanos salimos de África hace cientos de miles de años, ¿verdad? Salieron los más curiosos, los más valientes, los más emprendedores. Y salieron para Europa, para Asia, para las Américas.  Porque Carlos V llego a Tenochtitlán y no fue Moctezuma a llegar a Madrid? ¿Porque llegaron los europeos al Catay y el gran Kublai Kan  no salió nunca de los confines de Asia? Siempre son los más valientes y más capaces los que llegan primero. Porque Europa colonizó a África y no fue al revés? Sabemos que en la naturaleza sobrevive el más fuerte.
Pero  también estoy convencido, amiga del Este,  que los más favorecidos por los dioses  deban ayudar a los menos favorecidos. Pero eso es otra cosa: es una necesidad  de convivencia y conveniencia  y  un imperativo ético. Pero no es ley de naturaleza: la ley de naturaleza es que sucumba el débil.
Qué hacer? Se preguntaba Lenin en su época.
Pertenecer a los dominantes y no a los dominados, por lo pronto. Es la respuesta más sencilla. Y no la más ética.
Porque llegar a una sociedad, animal-animal  o animal-humana, donde no exista  el deseo del dominio lo veo muy difícil e hipotético. Habría que cambiar la naturaleza humana.
¿Quién lo haría, ahora,  que estamos investigando el Universo buscando la partícula divina, y el Bosón de Higgs,  negando a Dios? ""

10 may 2013

Respuesta a una amiga agentina


Cara amica argentina, es obvio que te ha molestado algo en mi charlita sobre Papa Bergoglio.
Querida,  si me permite trataré de explicar mejor a ti y a mí lo que creía se entendería  en mi charla auditiva.
Considera que tengo 85 años, soy europeo, italiano de nacimiento, educación y tradición,  por lo menos hasta mis 26 años cuando “volé “al trópico de Venezuela.
 Todas las personas sobreviviente de mi edad  y nacidas en Europa y que vivieron allá en los años del conflicto y poco después,   han tenido  sus  experiencias especiales, más o menos intensas según los casos: del hambre sencilla que nos ponía flacos a todos, hasta las peores atrocidades.  Esa guerra  alcanzó a casi todo el mundo, pero el baricentro fue la vieja Europa.  Dicho por inciso, por los inevitables cursos y recursos de la historia,   algunos países   tuvieron cierto tipo de auge económico-político  justamente cuando Europa estaba languideciendo, o quizás también por eso: países de latino América, de África y de Asia.
Los que vivían fuera  de Europa y los que leyeron después los advenimientos como hechos históricos, habrán  podido  imaginar según sus capacidades;   pero nunca, nunca, se sabrá lo que son las atrocidades de una guerra si no se sufren en carne propia.
 Para hacer un poco de historia y tratar de considerar los advenimientos con un poco mas de visión de lo contingente, permítame que te diga:   Yo sé muy bien que después de la inicial “antipatía” para con los ingleses en la América del norte y para con la  corona de España y Portugal en la América del sur, después de la así dicha independencia, con Próceres, banderas, patriotismo y luchas internas , poco a poco se vino formando una dependencia de los latinos para con los wasp ( White Anglosaxon Protestant) de USA. Dependencia que ha producido fricciones, envidias, antipatías.  El amo siempre tiene  cierta arrogancia. En  cierta manera te diría que el pobre hombre, el miserable, necesitado y explotado, necesita un personaje   (de verdad o inventado ) para descargar su rabia. 
Y los latinos han tenido el personaje malo, explotador, arrogante,  a la vuelta de la esquina. El gigante del norte les pisaba sus pobres callos con sabañones.  Y algo de la antigua antipatía ha quedado en los corazones de los latinos y también algo de la antigua simpatía para el país del socialismo, donde casi todo parecía paradisÍaco.  
Y ¿en Europa?
 ¿Qué crees tú que haya pasado en Europa?
El amo, de Europa, el que daba terror y se perfilaba siempre más peligroso, era el Soviético, era Stalin.  Recordarás muy bien la guerra fría. Los años tremendo con Kennedy, Cuba, los misiles…
¿Que era América para nosotros los Europeos? Si, estaba claro, que ellos deseaban el control casi total de Europa… pero también se sabía que el control total sobre Europa del Este lo ejercía  ya la Unión Soviética, y con puño de hierro.  Recordaras los Gulags. Hubo diferencia entre el Plan Marshall y el Pacto de Varsovia, querida.
 En fin, escogimos lo que considerábamos el menos peligroso…y   el más alejado. Rusia estaba pegada a nosotros.  América estaba al lado de allá del océano. Yo, querida amiga, en  mis 19 años estuve en el medio de las tropas soviéticas en Viena  en el `47, al tiempo de la división de la bellísima ciudad Imperial en cuatro partes. Te aseguro que tropas extranjeras son siempre tropas extranjeras; pero, por favor, los Franceses los Ingleses y máxime los Norteamericanos eran grandes amigotes comparados con las caras mongólicas y esfíngeas de las tropas-hordas  del soviet que olían a cebú a kilómetros. Y yo, en aquella época con  una romántica simpatía para el socialismo,   debo confesar que al salir  de la zona soviética, me sentí  tranquilizado, aun sin quererlo reconocer.
Era obvio que a una dictadura bolchevique de un país asiático, peligrosamente cerca, se prefería la dictadura de un país capitalista, a 10.000 kilómetros,  que nos daba aire acondicionado y películas en color.
El enemigo de Uds.,  entonces, los de América latina era USA y el nuestro era la URSS.  Así de sencillo. Siempre se idealiza el que está más lejos, que se conoce menos y pensamos sea mejor de lo que es.

·                   Y vinieron las dictaduras apoyadas por el amo correspondiente.  En América Latina,  por supuesto, pero también en la Europa del este. ¿Lo recuerdas tu?
Hungría? la Primavera de Praga? 
Así que por los juegos de simpatías y antipatías,  y por supuesta conveniencia, los europeos esperábamos ayuda de los americanos… y Uds. la esperaban de los  soviéticos.
¿Que hizo Norteamérica para defender sus intereses? Destrozó la oposición en latino América. Y la URSS  para defender los suyos  destrozó la oposición en Europa del Este.
Y murieron muchos jóvenes latinos y murieron muchos jóvenes europeos.  Y murieron casi todos de buena fe, como mueren los jóvenes, sonriendo a sus ideales. Y las madres, quizás las verdaderas víctimas del odio humano, lloraban sus pérdidas.
¿De quién era, de quien es la culpa?
 Eh querida, es tan difícil decirlo…aun después de años.
 Educación educación y educación. Eso es lo que todos necesitamos.
 La forma de gobierno casi no importa. En el norte de Europa hay monarquía y funcionan muy bien,¿ verdad?  Y en tantas partes hay democracias (aparentes)  que  funcionan peor que una satrapía oriental.
La forma de gobierno no cuenta. Cuenta la gente, el pueblo, la educación que tenga cada uno de nosotros  educación, sentido social  y cultura-
Lo demás es solamente gritería.  Como en Venezuela  en estos días, y también como en Italia, desgraciadamente.
Griterías.

6 may 2013

L.- Personajes.- 30/54 AMBROSIO DE MILAM


(  339-397 )                        Santo Ambrosio de Milan

Aurelio Ambrosio había nacido en Tréveris, Alemania,  retoño  de dos importantes familias patricias romanas. De jovencito lo mandaron a estudiar desde la nativa Alemania a Roma, así como hoy en día las familias “bien” mandan a refinar  sus chicos a Londres, a Paris o a USA. Una vez graduado en Administración, el joven patricio fue nombrado  alto funcionario del Imperio Romano de Occidente: en Sirmio, en  Pannonia, o sea al este de Italia, entre Hungría y Serbia actuales.  A los pocos años lo transfirieron a Milán. Y en Milán, capital provisional del Imperio de Occidente en aquellos tiempos, este  romano se transformó en una de las personas más importantes de la Iglesia Cristiana de todos los tiempos.  Algo del ambiente de su primera adolescencia, en la  germánica Tréveris, debe de haber asimilado, ya que en los  años    futuros    su    manera    de  actuar   manifestará  ciertascaracterísticas típicas del germánico, pero   aunadas a las del     latino: las dos fuertes razas de cuya mezcla nacerá la dominante  Europa de los siglos venideros.


En Milán, como Gobernador Romano para la Galia Cisalpina--Italia septentrional actuó muy bien, con orden y justicia. A la muerte del Obispo  Ausencio , de rito arriano, el pueblo de Milán lo aclamó   como obispo de Milán, sin que fuera sacerdote, sin que fuera siquiera bautizado. Tenía  33 años.


Y aquí comenzó su fulgurante carrera que duró 25 años.


En solamente una semana fue bautizado y consagrado Obispo. No tenemos noticias de cómo en su fuero íntimo  fuera de verdad Ambrosio antes de ésta semana álgida: deberíamos  pensar que aun que no bautizado católico, tuviera por lo menos simpatías para la nueva religión emergente. Sea como fueran sus creencias  frente al cristianismo, desde entonces el patricio romano,  por convicción o por sentido del deber para con sus “electores”, se transformó en representante válido de la nueva religión,  asumiendo su papel a ultranza, defendiéndola e imponiéndola a como diera lugar. Sin duda fue hombre de grandísima personalidad; sobre él se han comentado un sin fin de  eventos, acciones, actitudes y hasta milagros; que hayan sido ciertos o  inventados o agigantados o adulterados, no se sabe.   Pero  no hay duda que fue un artífice del predominio de la Iglesia emergente  sobre el Estado Romano ya en decadencia. Con Constantino en el 313, se  había ya concedido libertad  de culto a todas las religiones: y con eso los Romanos demostraron una amplitud de visiones y mentalidad abierta  de la que todavía carecen  hoy en día muchas naciones supuestamente civilizadas.


Pero en pocas décadas  el Cristianismo dejo de ser una de las tantas  religiones aceptadas por los romanos y se transformó para los siglos siguientes en autocrática religión oriental. Desde el 380, el Cristianismo surgió como Religión Oficial del Estado Romano  con el Edicto del español Emperador Teodosio, muy influenciado por el filo alemán Ambrosio; solamente un año después se prohibió el arrianismo. Y diez años más tarde, siempre por influencia de Ambrosio, los cultos paganos fueron definitivamente prohibidos.  ¡Prohibidos!  Kapùtt. Se terminó la “democracia” y la tolerancia “para el otro” y se comenzó a actuar con la intransigencia siempre fanática de la mayoría de las religiones, máxime  en sus comienzos.
Por influencia de Ambrosio, el Emperador Graciano tuvo que prohibir las ceremonias religiosas paganas en la propia Roma y  mandó a que retiraran del Senado Romano la Estatua de la Victoria, la que había colocado Augusto, el Grande Emperador; y la retiraron a pesar de las protestas de los Senadores Romanos,  paganos en su mayoría.


Estaba en buena fe, el obispo Ambrosio,  descendientes de patricios romanos? Por un lado tuvo actitudes muy loables de indiscutible  caridad  como fue lo de privarse de todos sus bienes en beneficio de los pobres; pobres, si, pero que fueran cristianos. Así como trató siempre de dar la mayor asistencia a los necesitados; necesitados, si, pero siempre que fueran cristianos.  Y  peleaba, lancia in resta, a defensa de lo que era su convicción o lo que consideraba  su deber.  Y en eso se revelaba  alemán: obedecer al Jefe, a la consigna. Pero el aspecto latino, en Ambrosio, también se descubría en actitudes maquiavélicas, de astucias, hasta de mentirillas y de invenciones de milagros con fines de conversión.   Una vez predicó que seria mejor que el Emperador Graciano  no se considerara tanto “un gran Emperador” porque las victorias de las tropas romanas se debían, al fin y al cabo, mas a la voluntad de Dio que al ejercito; y que  por lo tanto sea los soldados como  los emperadores debían de rezar a Dios  y seguir las enseñanzas de la Santa Iglesia: o sea, del mismo Ambrosio. Pero  en otra ocasión no dudó en declarar con mas pragmatismo y tono de regaño  que una cierta derrota del mismo Emperador Graciano se debía a sus fallas y la poca preparación de sus tropas y no debía achacarla hipócritamente a la voluntad de Dios.  En otra ocasión mas, anterior, demostró su arrogante voluntad a propósito de la destrucción de una Sinagoga en Asia por manos de cristianos enardecidos y de su obispo fanático: hay que hacer notar que en la época del evento era     vigente todavía el Edicto de Constantino sobre la plena libertad de culto para todas las religiones; por lo tanto las practicas judías eran plenamente legales. El incendio de la Sinagoga era un acto ilegal: el Emperador Teodosio   ordenó entonces con justo criterio legalista  que  el obispo local, a costa de la Iglesia cristiana,  reconstruyera el Templo destruido. Eso era lo que se debía de hacer  aplicando  las leyes en vigor. Pero, ¿que sucede? Que Ambrosio, furibundo, levantó el grito al cielo y gritó::
 …el lugar que hospeda la incredulidad judaica será reconstruido con el patrimonio que los cristianos tienen por protección de Cristo?... quemar las sinagogas no era ciertamente un crimen sino un acto glorioso…para que no haya ningún sitio donde Cristo sea negado…


En otra ocasión, mas tarde, trató, confabuló y consiguió que el Emperador no recibiera a Símmaco, Aurelio Símmaco, antiguo amigo y familiar del mismo   Ambrosio y que inclusive le había hecho favores. No recibir a Símmaco, del Senado Romano, fue una terrible ofensa.


Otra de sus acciones maquiavélicas fue cuando pidió al Emperador Graciano que convocara un Concilio en Aquilea (cerca de Venecia) para escuchar y condenar dos obispos “heréticos”. Graciano quería un Concilio relativamente numeroso, para tener más opiniones. Pero Ambrosio insistió y obtuvo que los invitados fueran pocos obispos y los de segura fe  católica romana o sea de la fe de Ambrosio. Y tuvo el descaro de insinuar al Emperador que para constatar la verdad no eran necesarios tantos obispos y que no valía la pena incomodar a demasiados viejos sacerdotes con un viaje tan largo, costoso y ímprobo  desde Oriente.


Con el tiempo comenzaron a difundirse leyendas, cuentos, relatos, que florecieron  inclusive siglos después de su muerte.


Se decía, por ejemplo, que siendo niño, todavía en la cuna, un enjambre de abejas se acercó a su boca,   y depositaron su miel en los labios del bebé: clara simbología, para las interpretadores de eventos mágicos, de que el niño seria un formidable orador, o embaucador, según el caso; y que las palabras saldrían como miel  de su boca. Y casi mil años después, en una célebre batalla en Parabiago, el Santo, apareció de repente a caballo  vestido de guerrero espada en la mano, permitiendo la victoria al noble  Luchino Visconti y su sobrino Azzone. Los piadosos milaneses, agradecidos, edificaron  una iglesia en memoria del milagro y más tarde, en  una puerta de bronce del  famosísimo  Domo de Milán hasta pusieron un altorrelieve recordatorio del evento. 


En los  oficios religiosos  inventó  el Rito Ambrosiano  introduciendo también  como gran novedad unos cantos litúrgicos  estilo oriental que ya no son tan novedad pero han resistido hasta nuestros días.


Acérrimo enemigo de la “herejía “ariana, en auge en la Corte Imperial de Milán recurrió sin subterfugios a golpes de manos para despojar  a esa secta de sus  iglesias de Milán, para concederlas  al rito  católico tradicional.  


Siempre de esos años fue el cambio del día festivo: antes se llamaba Dies Soli, el Día del Sol, y en la Pagana Roma, Caput Mundi  se entonaba el Himno al Sol, que todavía emociona las fibras de ciertos   italianos de hoy en día.  Y se llamó  Día Domingo, Día del Dominus, del Padrón, de Dios, en fin; y Ambrosio ordenó que en ese día todos fueran a Misa. 


También se cuenta que paseando por Milán, encontró a un herrero que no lograba doblar   un hierro para la mordaza de un caballo: Ambrosio, tuvo un raptus, y reconoció  en el clavo uno de los Santos Clavos de la Cruz de Cristo. Como hizo para reconocerlo, no se sabe, pero todavía hoy en día este clavo está colgando, bien en  alto, encima del altar mayor del Domo de Milán.


En otra oportunidad, durante un viaje de Propaganda Fide,  quiso el destino, o quizás San Valentino, que un magnifico ejemplar de Valkiria, Reina de los Marcomanos, una tribu Germánica, conociera a Ambrosio. Y quedó tan prendada de la elocuencia del vigoroso vástago romano que se sometió a él. En que sentido se sometió? Esos detalles no interesan. Lo que se sabe es que ella y su pueblo se convirtieron ipso facto, al Cristianismo.


Y a propósito de algunos cambios en la liturgia católica  hay que recordar que la “confesión de los Pecados” en los primeros siglos era un evento social  y se hacia  en común, frente a toda la comunidad cristiana presente. Pero un buen día a una mujer se le ocurrió confesar su pecado de adulterio cometido la noche  anterior justamente con el sacerdote confesor.  No sabemos la reacción del marido cornudo ni la del sacerdote galante: sabemos que desde entonces se  prohibió la confesión pública.