H C N En muchísimos lugares del mundo veo y leo avisos y recomendaciones de cómo prepararse para le tercera o cuarta edad. Todo es paradisiaco. Figuras de hombres y mujeres de abundantes cabellos blancos, un toque de bronceado a la Cote Azul que hace resaltar la belleza cautivante de una sonrisa satisfecha. Ojos que todavía tienen destellos de amor al mirar la misma pareja desde hace mas de 45 años; personas felices por compartir esa fase que promete ser la mejor de la vida. Un poco atrás aparece la figura discreta de una linda joven con su atuendo de enfermera, sonriente también y que lleva de las manos esas estupendas criaturas que son los nietos de uno, felices de renunciar a los pasatiempos habituales con sus amiguitos para dedicarse a los súper amados abuelitos. Y más lejos se ve al hijo, feliz también de haber renunciado a su partido de futbol para dedicarle un tiempo a los padres en su Residencia; naturalmente acompañado por su amorosa joven esposa, feliz también de haber renunciado a sus amigas y a los habituales chismes o juegos de cartas para acompañar al marido en la espontánea visita a los padres-suegros.
Y en la conversación todo es: abuelitos, amiguitos, heladitos, comidita, sopita, la camita, el sueñito… todos son dulces diminutivos como en la casita de los siete enanitos.
Y los abuelitos y los hijitos y los nietitos todos sonríen entre si y todos son bellos y todos se aman. Un montoncito.
Ahora bien, queridos lectores, me gustaría preguntar: quien de Uds. ha estado en un residencial por más de tres horas? Es una infinidad de tiempo, claro: los niños tienes que estudiar, el hijo debe hacer no se sabe que, la esposa debe preparar la cena. Así que deben irse. Pero Uds., claro, los padres, pueden quedarse un ratito más a ver su televisión, la enfermera consiente con un gesto de amabilidad y después de la cena a la camita y que tengan dulces sueñitos. En media hora la enfermerita terminará su turno, irá a su casita para darles comidita a los hijitos habidos con el primer marido y para verse, después y por fin, con su noviecito actual.
Los padres, en el Residencial, se pondrán frente al televisor, pantalla anchísima, butacas comodísimas. Pero ellos aun que miren al televisor, no ven al televisor. Ven a sus hijos cuando tenían la edad de sus nietos. Para ellos, para sus hijitos de hace 30 o 40 años, los padres eran héroes. Y los ven, ahora y muy bien, en su memoria antigua que no se ha debilitado demasiado todavía. La naturaleza es sabia: para que la memoria cercana? Para que recordar lo de ayer cuando fue igual a lo de anteayer? Mejor recordar las cosas de hace muchísimos años. Cuando uno contabas mucho para ellos. Los ves jugando entre ellos, entre hermanitos, en escenitas de hace 40 años, todavía vividas, cabellos sueltos, risitas, corriendo hacia ti y diciéndote: Mira papá, mírame, lo que estoy haciendo. Y se tiraban a la piscina como renacuajos. Para que tú los vieras y admiraras. Ahora ya no. Ahora ya no les interesa que tú los mires. Ni a los nietos. Ni a nadie, ya. Somos solamente unos viejitos en sillas de ruedas o con andar inseguro que hay que ayudar, disimulando, si se quiere cruzar un escaloncito poco visible. Y después a la camita, ayudado por la enfermera que delicadamente te apura, porque la esperan sus hijitos y el novio actual y no puede perder el turno del Ómnibus.
Hay que aprender a saber vivir la vejez. Cada etapa de la vida tiene sus ventajas. Saberlas vivir y aprovecharlas es de sabios. Con eso nos martillean las jóvenes psico- sociólogas. Quizás tengan razón. Mejor dicho, estoy seguro que teóricamente tengan razón. Pero no dejo de preguntarme: porque carajo entonces se aterran cuando descubren las primeras canitas o las primeras arruguitas?
Tengo más de un año yo en este residencial para el adulto mayor, como dicen ellos. Semantica. No es geriátrico. No es asilo para ancianos. Es Residencia para el adulto mayor, con bronceado a la Cote d´Azul. He visitado y visto muchos residenciales para el adulto mayor. En todo el mundo. Italia, España, USA y hasta en China. Hasta formé parte por unos años de la junta directiva de uno, muy bueno, en Caracas Teóricamente era para todos, en la práctica, el de Caracas, reservado a italianos. Estaba yo en mis cincuenta y ni remotamente pensaba que podría formar parte de uno de ellos; pero no como Directivo como era entonces, sino como Residente. Había visitado ese residencial porque me habían encomendado unas esculturas de carácter religioso. La sociedad y dirección era laica, sin fines de lucro, aun que el manejo de los “ residentes” dependía en su cotidianeidad de una orden religiosa; y de una orden religiosa principalmente porque el “ servicio” era casi completamente grati; y porque la orden era casi completamente europea, de italianas y españolas.
Las monjitas, eran muy temerosas de Dios y me miraban con cierto recelo y preocupación para tratarse en mi caso de un artista laico con fama de pecador. Pero la dirección se impuso:
“No nos importa como piense Macor en tema de religión ni como actúe en su vida privada. Lo que importa es que en estos momentos es el mejor escultor de Caracas.”
Pero yo sabía que las buenas monjitas se escandalizaban cuando yo no hacia las tradicionales genuflexiones frente a la Sagrada Imagen del Cristo que yo mismo había modelado, con cuerpo atlético , casi desnudo y con cara y cuerpo de buen mozo.
“ ¡Qué bello! “ Le oí comentar a una monjita joven, de inmediato fulminada por la mirada de la Madre Superiora. Para mí, el hacedor, la imagen del Cristo no era nada de sagrado sino una expresión de arte y sentía “fuera de contexto” que me arrodillara frente a una escultura mía.
Bueno. Pero eso fue hace muchísimos años. Ahora sí, soy residente en un geriátrico. No para alabar a los propietarios, pero de verdad este residencial es muy bueno, comparado con muchos otros que he visto en éste y otros países. Pero, coño, ¿cuál es el remedio contra la vejez? Puedes tener rosas en el jardín de tu residencial, pero, ¿como hacer para tenerlas en tu corazón?
Como es posible que algunos ilustres sostengan que la vejez es la mejor época del hombre? Y sin embargo así también sostenía nada menos que el queridísimo y apreciadísimo Marco Tullio Ciceron, en su De Senectute.
Siento muchísimo que ya no pueda citar literalmente algunas frases de él, ya que el librito ese, escrito en latín y que yo tenía prestado a la biblioteca de mi actual Residencia, se desapreció. No hay nadie en mi Residencia que pueda leer latín. No entiendo el motivo por el cual pueda haber desaparecido, pero desapareció. De todas maneras, por lo que recuerdo de ese libro, leído hace millones de años, puedo decir que el buen Cicerón a la sazón hombre de 60 años, una hazaña para sus tiempos, razonaba más o menos así:
”Ah, qué bello ser viejo! Cuando hablas todos te escuchan con deferencia y puedes dedicarte a tus labores preferidas, a escribir, a pensar, filosofar, a estudiar sin que el superficial placer del sexo esté constantemente al acecho y no te deje tranquilo. Porque de joven, si, puedes ser estudioso, pero es suficiente oír la risa alegre de una linda doncella, para que tus pensamientos, por graves y serios que sean, se disuelvan en visiones y deseos de placer. Y ya dejará el polvoriento volumen y la mirada severa del maestro y con la vista seguirás ávido el revoleteo alegre y tonto de unas chicas que juegan entre ellas y ríen y coquetean. Pero ahora no…Cuando por fin llega la sabia “senectute” - seguía Cicerón, supongo en buena fe, es lo grave - tu podrás seguir dedicándote a tus estudios, sin interferencias y distracciones superficiales ya que tus sentidos ya no morderán tu cuerpo y serás feliz, en la quietud de la sabiduría…”
Y así seguía Cicerón, el grande Marco Tulio Cicerón, en sus desvaríos senescentes.
No, estimado Marco Tulio, lo siento, pero podrás haber sido uno o quizás el más grande de los oradores, pero en eso del elogio de la vejez, nunca, nunca jamás encontraras mi aprobación.
Vayamos a revivir y recordar, amigos todos, lo que la poesía del mundo nos ha enseñado en miles de años en todos los continentes. Esta quintaesencia del alma humana que solamente unos prometeos privilegiados logran robar a los dioses, o sea la poesía y el arte en general, no son sino himnos al amor, a la juventud, a la belleza y a la vida. Lo demás no cuenta. El dinero y el poder de cualquier tipo no son sino medios. No hay nada en el mundo que valga un beso de amor: lo dice la canción celebre con algo de cursilería, pero es cierto.
Qué función tiene, entonces, el Asilo de Ancianos?
Primero consideramos que hay ancianos y ancianos.
Hay ancianos y son en número muy reducido, muy pocos, pero que fueron “algo” en la vida y que dejaron huellas según les permitió su inteligencia, su cultura, su suerte, su ambiente, su carácter; llamémoslos ancianos Alfa, en honor de Aldous Huxley.
Hay ancianos que fueron la aurea mediocritas como decía Horacio, grupo bastante numeroso, que nunca llegaron a la cúspide pero que tampoco se arrastraron en el suelo; llamémoslos ancianos Beta.
Y después vienen los demás, todos los demás, la gran caterva de ancianos, la mayoría de personas que nunca fueron nada de especial en la vida, ni de jóvenes ni de viejos y su departida no dejará absolutamente ninguna huella: los ancianos Gamma.
Y ahora consideramos a los familiares, hijos y nietos de los ancianos. Esos sí, son más homogéneos, aparte las diferencias económicas y eventualmente culturales. Son más homogéneos porque todos están acomunados por el mismo deseo-necesidad de deshacerse del anciano. Así de plano y dicho sin hipocresías. Deshacerse del anciano, porque ya no habitamos en grandes casas de sociedades semi rurales donde convivían dos o tres generaciones de la misma familia y había puesto para todos.
Los apartamentos de hoy en día son apartamentitos para una pareja y para sus dos niños hasta que sean niños y después que tomen el vuelo ellos también. Imaginarse si sería posible dedicar una habitación entera al viejo abuelo. ¿Quién lo atendería, ya que todos corremos como maratonistas?
Así que, amigos míos, el Asilo de Ancianos o sus variantes semánticas, en realidad no está hecho para los ancianitos sino para ofrecer soluciones de gran utilidad para los familiares de los ancianos de hoy en día.
La pregunta ahora es otra: para que tipo de anciano seria de verdad útil el Asilo, o el Residencial para el adulto mayor, o come se quiera llamar?
¿Para el anciano Alfa? Para el hombre que en sus 40 y 50, el periodo de oro, era un hombre de poder, en cualquiera de las ramas del intelecto humano?
¿O para el anciano Beta, el hombre normal, el hombre en gris, que mas o menos conscientemente siguió adelante en la vida sin ponerse grandes problemas y viviendo en una tradicional amorfa familia sin muchos destellos? Un Monsieur Travet, al fin?
¿O para el anciano Gamma, seguramente muy poco intenso, de bajo perfil, quizás algo de timidez, poca seguridad en sí mismo; pero al mismo tiempo de esos tipos de personas que si por circunstancias de la vida son llamadas ocasionalmente a funciones superiores a sus capacidades se portan colmo el ratón que se venga de su pequeñez mordiendo heroicamente al león herido y moribundo.
La vejez acomuna a todos : dolores artríticos, poca visión, faltas de memoria, disminución de audición, piernas inseguras, perdida de cabellos y de dientes, disminución de la capacidad de concentración, degeneración del aspecto físico en general son las hojas que una tras una caen de las ramas
¿Quién sufrirá más?
Sufrirá más ¿el que habrá obedecido toda su vida o él que estaba acostumbrado a mandar? ¿Para quién será más fuerte el contraste?
El que fue más grande sufrirá más. Las caídas golpean más a quien cae desde más alto.
En fin, para tener una aceptable vejez que no se aparte demasiado de los parámetros de la así llamada vida útil, es preferible provenir del montón y ser del montón. No hay ningún sentido de arrogancia intelectual en ésta afirmación. El hombre superior, debe morir al iniciarse su inevitable degeneración, ponerse viejo o tercer dependiente. Estará siempre más aislado e inclusive puede objeto de burlas. Ha habido varios casos de eso en la historia. Recientemente tenemos a Margareth Tacher, un cerebro de primera, agobiado por la demencia senil. Casos similares son los de Caldera, Carlos Andrés Pérez, para hablar de personajes que de manera u otra he conocido en mi vida. En época pasada, no se salvó ni el gran Napoleón, rodeado de hormiguitas que le roían el hígado. En otro campo muy diferente pero un hombre genial, el hombre más famoso del Setecientos, Gian Giacomo Casanova, objeto de burlas atroces por parte de los lacayos del noble Alemán que quiso protegerlo de la miseria en su triste y frio Castillo del Centro Europa.
Aun que se tenga la gran suerte de ser rodeado del más sincero cariño, se será solamente uno de los tantos viejos babosos en un rincón de la habitación.
Llegado a ese punto, es más digno y heroico decidir su proprio destino.
Hay que aprender a saber vivir la vejez. Cada etapa de la vida tiene sus ventajas. Saberlas vivir y aprovecharlas es de sabios. Con eso nos martillean las jóvenes psico- sociólogas. Quizás tengan razón. Mejor dicho, estoy seguro que teóricamente tengan razón. Pero no dejo de preguntarme: porque carajo entonces se aterran cuando descubren las primeras canitas o las primeras arruguitas?
Tengo más de un año yo en este residencial para el adulto mayor, como dicen ellos. Semantica. No es geriátrico. No es asilo para ancianos. Es Residencia para el adulto mayor, con bronceado a la Cote d´Azul. He visitado y visto muchos residenciales para el adulto mayor. En todo el mundo. Italia, España, USA y hasta en China. Hasta formé parte por unos años de la junta directiva de uno, muy bueno, en Caracas Teóricamente era para todos, en la práctica, el de Caracas, reservado a italianos. Estaba yo en mis cincuenta y ni remotamente pensaba que podría formar parte de uno de ellos; pero no como Directivo como era entonces, sino como Residente. Había visitado ese residencial porque me habían encomendado unas esculturas de carácter religioso. La sociedad y dirección era laica, sin fines de lucro, aun que el manejo de los “ residentes” dependía en su cotidianeidad de una orden religiosa; y de una orden religiosa principalmente porque el “ servicio” era casi completamente grati; y porque la orden era casi completamente europea, de italianas y españolas.
Las monjitas, eran muy temerosas de Dios y me miraban con cierto recelo y preocupación para tratarse en mi caso de un artista laico con fama de pecador. Pero la dirección se impuso:
“No nos importa como piense Macor en tema de religión ni como actúe en su vida privada. Lo que importa es que en estos momentos es el mejor escultor de Caracas.”
Pero yo sabía que las buenas monjitas se escandalizaban cuando yo no hacia las tradicionales genuflexiones frente a la Sagrada Imagen del Cristo que yo mismo había modelado, con cuerpo atlético , casi desnudo y con cara y cuerpo de buen mozo.
“ ¡Qué bello! “ Le oí comentar a una monjita joven, de inmediato fulminada por la mirada de la Madre Superiora. Para mí, el hacedor, la imagen del Cristo no era nada de sagrado sino una expresión de arte y sentía “fuera de contexto” que me arrodillara frente a una escultura mía.
Bueno. Pero eso fue hace muchísimos años. Ahora sí, soy residente en un geriátrico. No para alabar a los propietarios, pero de verdad este residencial es muy bueno, comparado con muchos otros que he visto en éste y otros países. Pero, coño, ¿cuál es el remedio contra la vejez? Puedes tener rosas en el jardín de tu residencial, pero, ¿como hacer para tenerlas en tu corazón?
Como es posible que algunos ilustres sostengan que la vejez es la mejor época del hombre? Y sin embargo así también sostenía nada menos que el queridísimo y apreciadísimo Marco Tullio Ciceron, en su De Senectute.
Siento muchísimo que ya no pueda citar literalmente algunas frases de él, ya que el librito ese, escrito en latín y que yo tenía prestado a la biblioteca de mi actual Residencia, se desapreció. No hay nadie en mi Residencia que pueda leer latín. No entiendo el motivo por el cual pueda haber desaparecido, pero desapareció. De todas maneras, por lo que recuerdo de ese libro, leído hace millones de años, puedo decir que el buen Cicerón a la sazón hombre de 60 años, una hazaña para sus tiempos, razonaba más o menos así:
”Ah, qué bello ser viejo! Cuando hablas todos te escuchan con deferencia y puedes dedicarte a tus labores preferidas, a escribir, a pensar, filosofar, a estudiar sin que el superficial placer del sexo esté constantemente al acecho y no te deje tranquilo. Porque de joven, si, puedes ser estudioso, pero es suficiente oír la risa alegre de una linda doncella, para que tus pensamientos, por graves y serios que sean, se disuelvan en visiones y deseos de placer. Y ya dejará el polvoriento volumen y la mirada severa del maestro y con la vista seguirás ávido el revoleteo alegre y tonto de unas chicas que juegan entre ellas y ríen y coquetean. Pero ahora no…Cuando por fin llega la sabia “senectute” - seguía Cicerón, supongo en buena fe, es lo grave - tu podrás seguir dedicándote a tus estudios, sin interferencias y distracciones superficiales ya que tus sentidos ya no morderán tu cuerpo y serás feliz, en la quietud de la sabiduría…”
Y así seguía Cicerón, el grande Marco Tulio Cicerón, en sus desvaríos senescentes.
No, estimado Marco Tulio, lo siento, pero podrás haber sido uno o quizás el más grande de los oradores, pero en eso del elogio de la vejez, nunca, nunca jamás encontraras mi aprobación.
Vayamos a revivir y recordar, amigos todos, lo que la poesía del mundo nos ha enseñado en miles de años en todos los continentes. Esta quintaesencia del alma humana que solamente unos prometeos privilegiados logran robar a los dioses, o sea la poesía y el arte en general, no son sino himnos al amor, a la juventud, a la belleza y a la vida. Lo demás no cuenta. El dinero y el poder de cualquier tipo no son sino medios. No hay nada en el mundo que valga un beso de amor: lo dice la canción celebre con algo de cursilería, pero es cierto.
Qué función tiene, entonces, el Asilo de Ancianos?
Primero consideramos que hay ancianos y ancianos.
Hay ancianos y son en número muy reducido, muy pocos, pero que fueron “algo” en la vida y que dejaron huellas según les permitió su inteligencia, su cultura, su suerte, su ambiente, su carácter; llamémoslos ancianos Alfa, en honor de Aldous Huxley.
Hay ancianos que fueron la aurea mediocritas como decía Horacio, grupo bastante numeroso, que nunca llegaron a la cúspide pero que tampoco se arrastraron en el suelo; llamémoslos ancianos Beta.
Y después vienen los demás, todos los demás, la gran caterva de ancianos, la mayoría de personas que nunca fueron nada de especial en la vida, ni de jóvenes ni de viejos y su departida no dejará absolutamente ninguna huella: los ancianos Gamma.
Y ahora consideramos a los familiares, hijos y nietos de los ancianos. Esos sí, son más homogéneos, aparte las diferencias económicas y eventualmente culturales. Son más homogéneos porque todos están acomunados por el mismo deseo-necesidad de deshacerse del anciano. Así de plano y dicho sin hipocresías. Deshacerse del anciano, porque ya no habitamos en grandes casas de sociedades semi rurales donde convivían dos o tres generaciones de la misma familia y había puesto para todos.
Los apartamentos de hoy en día son apartamentitos para una pareja y para sus dos niños hasta que sean niños y después que tomen el vuelo ellos también. Imaginarse si sería posible dedicar una habitación entera al viejo abuelo. ¿Quién lo atendería, ya que todos corremos como maratonistas?
Así que, amigos míos, el Asilo de Ancianos o sus variantes semánticas, en realidad no está hecho para los ancianitos sino para ofrecer soluciones de gran utilidad para los familiares de los ancianos de hoy en día.
La pregunta ahora es otra: para que tipo de anciano seria de verdad útil el Asilo, o el Residencial para el adulto mayor, o come se quiera llamar?
¿Para el anciano Alfa? Para el hombre que en sus 40 y 50, el periodo de oro, era un hombre de poder, en cualquiera de las ramas del intelecto humano?
¿O para el anciano Beta, el hombre normal, el hombre en gris, que mas o menos conscientemente siguió adelante en la vida sin ponerse grandes problemas y viviendo en una tradicional amorfa familia sin muchos destellos? Un Monsieur Travet, al fin?
¿O para el anciano Gamma, seguramente muy poco intenso, de bajo perfil, quizás algo de timidez, poca seguridad en sí mismo; pero al mismo tiempo de esos tipos de personas que si por circunstancias de la vida son llamadas ocasionalmente a funciones superiores a sus capacidades se portan colmo el ratón que se venga de su pequeñez mordiendo heroicamente al león herido y moribundo.
La vejez acomuna a todos : dolores artríticos, poca visión, faltas de memoria, disminución de audición, piernas inseguras, perdida de cabellos y de dientes, disminución de la capacidad de concentración, degeneración del aspecto físico en general son las hojas que una tras una caen de las ramas
¿Quién sufrirá más?
Sufrirá más ¿el que habrá obedecido toda su vida o él que estaba acostumbrado a mandar? ¿Para quién será más fuerte el contraste?
El que fue más grande sufrirá más. Las caídas golpean más a quien cae desde más alto.
En fin, para tener una aceptable vejez que no se aparte demasiado de los parámetros de la así llamada vida útil, es preferible provenir del montón y ser del montón. No hay ningún sentido de arrogancia intelectual en ésta afirmación. El hombre superior, debe morir al iniciarse su inevitable degeneración, ponerse viejo o tercer dependiente. Estará siempre más aislado e inclusive puede objeto de burlas. Ha habido varios casos de eso en la historia. Recientemente tenemos a Margareth Tacher, un cerebro de primera, agobiado por la demencia senil. Casos similares son los de Caldera, Carlos Andrés Pérez, para hablar de personajes que de manera u otra he conocido en mi vida. En época pasada, no se salvó ni el gran Napoleón, rodeado de hormiguitas que le roían el hígado. En otro campo muy diferente pero un hombre genial, el hombre más famoso del Setecientos, Gian Giacomo Casanova, objeto de burlas atroces por parte de los lacayos del noble Alemán que quiso protegerlo de la miseria en su triste y frio Castillo del Centro Europa.
Aun que se tenga la gran suerte de ser rodeado del más sincero cariño, se será solamente uno de los tantos viejos babosos en un rincón de la habitación.
Llegado a ese punto, es más digno y heroico decidir su proprio destino.