19 abr 2011

E QUINDI USCIMMO A RIVEDER LE STELLE.

   Dante: El ultimo verso del ultimo cantico del Infierno.








Más de una vez estuve ya escribiendo  con insistencia sobre el mismo tema;  como comentario a los comentarios de gentiles comentaristas de mis comentarios : la salida de un Geriátrico, o sea “mi” salida del MAGNA Residencial para el Adulto Mayor, spa, Cinco Estrellas, en Carrasco, Uruguay.
¿Por qué tanta insistencia casi patológica en escribir? Porque escribir, para mí, son varias cosas juntas, corresponde a diferentes exigencias  entre las cuales existe  la que los psicólogos creo llamarían “descargar las emociones”.
Me impactó enormemente todo el entourage de esos dos últimos años   transcurrido allí,  en ese Residencial, siendo yo uno de los veinte y tantos Residentes: uno más del montón, como quiso aclarar irónicamente un empleado de allá a mis inevitables e instintivas pretensiones de trato especial.
 Claro que en mi vida  ha habido  eventos  impactantes, de los que marcan;  superados ya, por suerte.
¿No ha sido impactante el último examen cuando por fin “se salía”  licenciado del Liceo Clásico (Humanidades)  en Italia? En mi época, cuando Italia era un poco más seria que ahora y con el examen ultimo de licenciatura  dejábamos  la pesadilla de 8 años de estudio de latín y cinco de griego. Y, ¿no era algo impactante cuando la chica nos decía, aliviados ambos, que…había sido solamente un fuerte retardo?
Pero el último evento impactante hoy en día, a mis 83 años,  fue  la salida del Geriátrico.  Me sentí como A RIVEDER LE STELLE,  como he dicho ya, parafraseando al poeta sublime. Y llevado de la mano no de Virgilio sino de  mi hija Leila que se confió en que superara el test  por mi recuperada libertad.   Me dio la llave de su apartamento en Montevideo, me lo ofreció sin reservas exactamente al cumplir los dos años de con-vivencia con los viejitos.  Preparé mis maletas. Un grupito reducido entre enfermeras, auxiliares y un par de profesionales me sorprendieron  con una íntima y tierna despedida casi a escondidita y que aprecié muchísimo. La cocinera se había esmerado con una torta al chocolate que por suerte la nutricionista no logró  prohibir porque no la vio. Y el brindis a la coca cola fue más efervescente y sincero  que con un Don Perignón.
Había entrado en el Residencial dos años antes, para una solución provisional o definitiva, emotivamente golpeado por una situación familiar de la cual me he considerado  responsable. Pero con el tiempo logré superar una depresión que hubiera podido afectar  una personalidad más débil y pude vencer la casi normal apatía que afecta a casi todos los ancianos.
Los propietarios habían mostrado  casi al unísono una especial consideración y simpatía para ese italiano que veían  casi solo, viejo, sin conocer a nadie y aceptaron ciertas pretensiones mías  que a cierta edad y condiciones  solo colindan con lo patético. Y me encargaron actividades culturales  para teórica distracción de los demás residentes y que en realidad fueron de utilidad solamente para mí. En fin pasaron los dos años. Entre  charlas-conferencias semanales,  algo de piscina, algo de paseos en bicicletas, los 54 retratos al carboncillo que hice a residentes, familiares de residentes, enfermeros y demás empleados, algún que otro partido de ajedrez o de bridge, una especie de muestra fotográfica de eventos de los últimos cien años y otras iniciativas mías, pasaron los dos años. Y aprendí.
Claro que aprendí.  De cada evento en la vida se puede aprender algo. Y lo que aprendí es la confirmación de lo que desde tiempo ya me había supuesto: no hay que llegar al punto de ser un viejo semidemente resignado.  Hacer lo que sea, alfanje en la mano, si necesario, pero nunca llegar ni nunca dejarse llevar a esa situación ignominiosa.
Bueno, por ahora salí...Salí  a riveder le stelle… Como dijo otro italianito.
Estoy ahora en mi nueva residencia. Decoré el pequeño apartamento con el entusiasmo de mi garçonnière  hace 60 años y espero ansioso las visitas de amigos y amigas a los cuales deleitar  con los cuentos de mi fabulosa vida, con unos quesos que sean quesos y vino que sea vino.