27 jun 2011

La tía Edwigis

(Un día en la vida de un chico europeo de siete años en 1935)




Y mamá me despertó.
“Su, su, Aldino! Sbrigati che devi andare a scuola!” (¡apúrate para la escuela!)
Tenía siete años. Era mi segundo año en la Primaria en Génova. En invierno siempre se iba a clases. En verano no, eran las vacaciones. Pero durante el período de las clases siempre hacía frío. Mamá me ayudó a ponerme las largas medias de lana que la noche anterior me había quitado y las había dejado más o menos dobladas al lado de la cama encima de los zapatos. Mamá decía ella cuando había que cambiarse las medias. Hacía mucho frío. Era octubre. En Génova hace frío en octubre. No es como Nápoles que es casi África, decía papá.
Fui al baño al fondo del pasillo. Ya mi papá había ido y mi mamá también. Faltaba solo yo. En Génova no había tanta agua. O era cara, no sé. Había que cuidarla un poco. Así que yo hice pipí, papá lo había hecho ya y así mamá. No se podía tirar del agua del tanque solamente por el poco pipí de una sola persona. Ya siendo tres se podía. Así que mamá vino para halar la cadenita. Y el agua bajaba del tanque, que estaba bien arriba casi en el techo. Claro, si hacia pupú, se daba agua de inmediato. Pero a veces cuando yo hacía pupú, mamá venía ella también para hacerla, después de mí. Así que se tiraba el agua una sola vez.
Después me lavé la cara y las manos. “Échate agua en las muñecas”, me decía mamá, ”así te despiertas bien”. Mamá era muy ordenada, sabía todo. Los dientes no me los lavaba tanto. Sí, ella me decía, pero no se usaba mucho, no sé por qué. Abuelita decía que los campesinos comían una manzana clavándole los dientes y así se los lavaban. Ni era necesario gastar en el tubo de pasta dentífrica. Que eso de usar tubos lo hacen “aquellas”; y nunca supe quiénes eran aquellas. Me ponía mi pantaloncito corto. Verano o invierno era siempre pantaloncito corto y a sentarse para el “caffellatte”. Mamá me llenaba la taza de leche caliente, le echaba un poco de café y de azúcar de ese de color marrón que cuesta menos y es más sano. Lo echaba mamá para que no fuera demasiado. A mí me gustaba muy dulce y a veces mamá me daba una cucharadita más de azúcar, y me sonreía… Y yo llenaba la taza de pan, eso sí, la llenaba bien con mucho pan adentro. Después agarraba mi maletín de cartón para ir a la escuela.

“¿Pusiste el cuaderno? ¿Y la cajita de madera con lápices y la pluma y la plumilla?”
Claro, ponía todas esas cosas y también ese pañito de fieltro cosido por la abuelita, para limpiar la plumilla antes de escribir.
“Y no te ensucies mucho con el tintero. Pero si te ensucias trata de limpiarte en la escuela, allí tienen algo de jabón, para lavarte las manos, y no cuesta nada. ”
Pero el agua de la escuela era solo para lavarse las manos, no se podía beber. Había solo una fuente que decía acqua potabile.
Y luego salía corriendo y bajando por esas decenas o centenas de escaloncitos para llegar a la escuela. Casi no se usaban las calles. Todas scorciatoias, atajos, callejones. A veces me acompañaba papá y yo estaba muy orgulloso. Mi papá era el más bello de todos. Tenía un sombrero redondo, duro, muy bello, se llamaba bombeta o bombín. Papá no era un obrero; era un empleado de banco. Siempre elegante con las polainas blancas. Y a veces levaba un bastoncito. Pero no quería que yo lo usara. Y se llegaba a la escuela, que se llamaba como la mamá de Mazzini, de Giuseppe Mazzini. Había un retrato de él en la escuela. No de la mamá sino de él, y decía PENSADOR. No sabía qué significaba Pensador. Será que pensaba mucho. Pero tenía una cara un poco triste, era flaco, con los cabellos en la frente, como las chicas. La frangetta se decía. Y al lado de Giuseppe Mazzini estaba otro cuadro, o sea otra foto grande de Giuseppe Garibaldi.
Ese sí que era simpático. Un poco estrambótico, vestido raro, con los cabellos larguísimos. Y decía Héroe de los Dos Mundos. No entendía eso de los dos mundos. Yo creí que había uno solo. Le preguntaré a papá. Él sabe esas cosas. Mamá no, mamá dice que le pregunte a papá. Pero me da más besos mamá que papá. Y más azúcar. El Mazzini y el Garibaldi habían nacido los dos en Génova, como yo. Pero yo me llamo Aldo y ellos se llamaban Giuseppe, los dos. El bidello, el portero estaba siempre en el portón de la escuela con un grembiule (delantal) gris. Era un poco viejo pero tenía un silbato, y nos apuraba a entrar y todos entrabamos. Ah, y era una escuela toda de varones, menos mal, así que el portero nos encuadraba, y de a dos en dos entrábamos cada grupito en su salón. Allá estaba la maestra. Un poco gorda. Tenía los cabellos recogidos atrás en redondo como mamá Tortella, la mamá de Bibí y Bibó. Era la esposa de Capitán Coccoricó. Estaba siempre vestida de negro, la maestra. O quizás ella también tenía un grembiule negro para no ensuciarse el vestido.
Era muy buena, muy dulce. Pero una vez estábamos en el salón y yo levanté la mano con los dos dedos abiertos en “V” para indicar que tenía que ir al baño. Y ella me dijo que no, que en un rato iríamos todos. Y en realidad inmediatamente tocó la campanita y todos de pie para ir al baño. Eran las diez de la mañana. Pero yo no podía esperar. Total me apreté las piernas pero se me salió el pipí. ¡Una vergüenza!
La maestra me vio y me dijo: “Macor corre al baño ya”… Y me fui corriendo dejando gotitas y los amiguitos que se reían. Me avergoncé tanto. Pero después mamá me dijo que no me preocupara, y se reía conmigo y que me cambiaria los calzoncillos y lavaría el pantaloncito y lo pondría encima de la estufa, esa que estaba con un tubo y que cuando había mucho frío se le metía madera adentro. Y el pantaloncito se secó bien para el día siguiente. Pero me avergoncé mucho. Le rogué tanto a mamá que no se lo dijera a papá. Pero nunca supe si se lo había dicho o no.
Ah, bueno, cuando entrabamos en el salón, a las 8 de la mañana, nos poníamos todo de pie al lado del banquito.
Decíamos el Ave María. Y sí, se rezaba por mamá y papá (nunca se decía mamá y papá, siempre se decía papá y mamá, el papá primero, claro) pero también se rezaba por el Rey y por el Duce y por Jesús, arriba de los dos, aunque Jesús no necesitaba que le rezáramos pero le rezábamos también para pedirle cosas. Una vez a la semana venía el cura para explicarnos por qué debíamos rezar, pero siempre decía las mismas cosas, y ya la sabíamos. Además, todos sabemos que hay que rezar, claro, para que Dios no se olvide de nosotros.
Cuando la maestra ponía el mapa grande de África al lado de la pizarra negra era porque los italianos habíamos conquistado alguna ciudad africana en Abisinia y la maestra ponía un banderín en el mapa para indicar dónde estaba esa ciudad “liberada”. Y en la ventana de la casa también se ponía la bandera italiana. Yo estaba orgullosísimo porque un tío mío, hermano de mamá, era bersagliere, tenía las plumas en el sombrero y estaba combatiendo en Abisinia para vencer a los negros malos y dar la libertad a los negros buenos. Y yo esperaba que mi tío regresara pronto para contarme sus aventuras de guerra. Pero cuando regresó estaba a punto de casarse con la tía alemana. Sí, la tia Edwigis, yo le decía tía Titti, era más fácil. Era alemana, muy bella, rubia, pero no le gustaba mucho ni a la abuela ni a las tías. Pero a mí me gustaba porque era muy bella.

Era la más bella de todas las tías y tenía una manera de hablar muy cómica. Pero yo me quedaba mirándola. Una vez que yo estaba medio enfermo, en la cama, ella había venido a visitarme y se sentó a mi lado. Y yo le acariciaba la mano. Era muy bella su mano y no como la de la tía Irma, pobrecita, que siempre daba la cera al piso. Pero después hubo problemas con esa tía demasiado bella y diferente. Después de un poco mi tío, el bersagliere fue otra vez a la guerra. Pero esta vez no era contra los negros malos para defender a los negros buenos. Era contra de los ingleses que eran todos malos. Y fueron tan malos que lo mataron. Así que mi tía se quedó sola pero como era alemana tenía amigos alemanes. Y eso no les gustaba ni a mis tías ni a mi abuela. A mi mama sí, decía que ella tenía razón. Y a mi papá también le gustaba la tía Edwigis y a veces mi papá cantaba con ella y al piano estaba la tía Yole. También la tía Yole tenía lindas manos, pero no como la tía Edwigis. Pero cuando los alemanes en Italia comenzaron a portarse como amos, las tías decían que la tía Edwigis traicionaba la memoria del tío. Nunca entendí bien eso de traicionar la memoria del tío. Pero si sé que en esos periodos siempre teníamos hambre y ella llevaba mucha comida a la casa de abuela que la recibía y la distribuía entre las tías. Así que yo comía el pan alemán. El pan de ellos no es blanco como el nuestro. Es muy oscuro y cuadrado, se llamaba pan negro de broten, pero nosotros no lo teníamos ni negro ni blanco. Pero a las otras tías nunca les gustaba la tía alemana. Claro, ella era bella y elegante. Y tenía amigos importantes, oficiales alemanes que eran sus compatriotas.
Pero después los alemanes perdieron la guerra, vinieron los comunistas yugoslavos, le cortaron todo el cabello rubio largo y después la mataron.
Y ya por hoy no quiero recordar más cosas.



18 jun 2011

Hipócritas







Año 500 antes de Cristo.
ATENAS Estamos en Grecia, en Atenas. Los hombres, los verdaderos hombres, los ciudadanos, los democráticos atenienses, estamos comentado entre nosotros la última decisión de Pericles: el que nos manda. El Tirano, o el Estratega-General como preferiría que lo llamáramos. Y a todos nos parece bien su idea de volver a reconstruir, embelleciendo, lo que las guerras habían destruido, allá arriba en esa colina bellísima con vista a toda a Atenas: la acrópolis, o sea la parte más alta de la ciudad.
“Pero si volvemos a construir allá arriba, inclusive más todavía, destruiremos más olivares, más pinos. Destruiremos aún más el verde de nuestra bella polis!”, dijo preocupado Emoclèse.
“Es el rompe bolas de siempre”, comentó Neoteristès. “Si fuera por él, para no destruir unos pocos olivares y unos pinos que a nosotros no importan un carajo, nuestro amigo sería capaz de volver a vivir en las forestas, encaramado a los arboles, ¡como nuestros primos los monos hace  siglos! Sinceramente, qué importan 1.000 o 10.000 olivares más, si el grande maestro Fidias irá allá arriba para construir lo que le ordenó Pericles. Fidias, sí, el Maestro, ayudado por Ictino y Calicrates, esos grandes escultores y arquitectos! El Gran templo en honor a nuestra protectora, Athenas Parthenos, la Virgen. ¡Un Templo todo de mármol!
Nuestra ciudad será la más bella de toda Grecia y por lo tanto de todo el mundo civilizado. Y nuestro Templo, ¡con la estatua de Athenas! ¿Se imaginan ustedes? ¿Una estatua estilo crisoelefantino, o sea de oro y marfil, de 12 metros de alto? ¿Cuándo más tendremos los Atenienses la oportunidad de tener a un jefe con tantas visiones como Pericles? ¿Qué nos importan a nosotros 1.000 o 10.000 olivares? Primero que todo nuestro mar, el Mèsogeios Tálassa, el Mar entre Tierras, el Medi-terraneo está rodeado de pinos y olivares y en cantidad. Y si de verdad hubiera un poco menos, que los esclavos coman menos aceite de oliva. Al fin son solamente esclavos.
Pero que tengamos nuestras obras de arte. Nuestros descendientes nos lo agradecerán. Y dirán: Miren lo que hicieron nuestros antepasados… e indicarán al Partenón. O de verdad, como dice Emoclése, ¿preferirían mostrar orgullosos unas cuantas ánforas llenas de aceite?
Yo voto a favor…”
Y todos, todos, votaron a favor. Se tumbaron los pinos y los olivares y se construyó la famosísima Acrópolis de Athenas con su Parthenon. Todos habían aceptado con entusiasmo lo que el primer ambientalista había considerado un ultraje a la naturaleza.

                                                                     ***

LAS PIRAMIDES.-Cuando en 1789 un General Francés comandante en Jefe puso su pie en tierra de Egipto, se dijo: ”¡Finalmente siamo arrivati!” Había conseguido burlar a los odiados ingleses y sus malditos buques.
Y la frase de alivio se le salió del alma. Sí, era cierto: ese General, al cual sus tropas cariñosamente llamaban LE PETIT CAPORAL, ahora hablaba y ordenaba en francés porque era ciudadano francés:  Corsica , la islita donde nació había sido vendida un año antes por Italia (por Génova) a Francia, y su papá, de noble familia italiana, pero al servicio del Rey de Francia, le había ordenado que aprendiera francés lo más rápidamente posible. Y el joven lo hizo. Pero nunca, en toda su vida, perderá el acento italiano que revelaría su origen. El italiano, idioma con el cual hablaba con sus hermanos y con su mamá, Donna Letizia Ramorino; y con el cual insultó al Rey de Francia al decirle casi en la cara: “Che coglione!” (¡Que huevón!)
Poco después de su llegada a tierra de África éste General superactivo se estaba preparando para la que sería la batalla de las Pirámides. Quiso verlas de cerca, antes. Sus oficiales subían y bajaban alegres por esos milenarios monumentos, sin pensar en las sangrientas batallas de los próximos días.
El se había quedado allí, cerca, solo y pensativo.
Quizás pensó en Alejandro de Macedonia, el joven conquistador griego que en el 332 antes de Cristo había aparecido por allá como hijo de dioses y dios él mismo, derrotando al inmenso Imperio Persa. Quizás pensó en Cesar: Caius Julius Caesar. El primero de los Cesares en llamarse Caesar y después del cual vinieron todos los demás Cesares Emperadores de Roma y también los Cesares Emperadores de otros países; porque del nombre Cesar derivarará el de Kaiser en tierras germánicas, el de Ctzar en la tierra de los Ruotzi-Rusos, y el de Schá en Persia.
Quizás pensó en esos dos grandes, Alejandro y César, que recibieron de manos de Ammon el secreto de la grandeza de los Faraones. Esos dos grandes habían pasado, cada uno en su oportunidad, una noche entera, solos, en las entrañas de la Gran Pirámide de Keops. Y lo mismo quiso hacer él, le petit caporal: pequeño cabo hace poquísimo, pero ahora ya gran general francés, conquistador de Italia y dentro de pocos años, quizás… ¿se lo diría la profecía de Ammon? ¿Le diría lo que llegará a ser? Ammon, el dios carnero, el que emanaba el olor profundamente desagradable pero divino del amoníaco, de donde recibió su nombre. El general francés se quedó toda una noche, solo, en las entrañas de la pirámide, silenciosa y terrible. Por la mañana, cuando salió, sus oficiales le vieron la cara demacradísima. Ya no era y ya no será la misma cara de antes. ¿Lo había tocado el Dios? ¿Le habría predicho su glorioso y trágico destino? ¿Le habrá dicho que dentro de pocos años su estrella brillaría como las de sus dos grandes predecesores? ¿Vio su muerte por obra de los pequeños hombres que no soportarían su grandeza? Nunca, nunca en la vida, nunca quiso comentar lo que pasó aquella noche dentro de aquella pirámide. Nunca comentó nada a nadie. Solamente una vez, dentro de no muchos años, le comentará a su mamá, che a su lado lo miraba con amor, orgullo y preocupación. “Si lo hubiera dicho antes, me habrían tomado por loco.” Y le indicó, sin comentario, la flamante corona de Emperador.
Bueno. El general salió de ese mundo misterioso y se sentó un rato sobre una piedra allí suelta. Siguió mirando la gran Pirámide. De repente se dirigió a dos de sus oficiales, y les dijo que había calculado, ahora mismo, sentado en esa piedra, que con las piedras de esa pirámide se podría construir un muro de defensa alrededor de toda Francia, de 3 metros de alto y de 0.30 de espesor. Los oficiales ya se habían dado cuenta que su general tenía una mente muy brillante pero todo el mundo se quedó sin palabras, estupefacto, cuando el científico Monge, uno de los 154 sabios que el General quiso llevar consigo a Egipto, confirmó, después de sus estudios, que sí, la afirmación del General era correcta! ¡Acertada!. Muy velozmente acertada. El cálculo mental de Napoleón era correcto. Efectivamente se trataba de Napoleón, de Napoleone Buonaparte. Il Grande.
Uno o dos días después otro de los sabios le preguntó si se había quedado a pensar en cuántas muertes, cuántos accidentes, cuánto sufrimiento humano podía haber causado la construcción de esos magníficos monumentos. Murat, el general que estaba junto a Napoleón en este momento, nos cuenta que nunca había visto una expresión tan marcada de desprecio en la cara del General Napoleón. Y que le oyó decir que sí, que también las carreteras romanas estaban plagadas de cadáveres.
“Y ¿qué le importa a usted? Se trata de personas cuyas vidas o muertes, cinco años antes o cinco años después, no alteraba en nada el curso de la historia. Y que lo único útil que posiblemente hicieron fue servir de cimiento a la carreteras romanas.”

                                                           ***

VENEZIA.
Venecia… la reina del Adriático. Inicios del siglo XX.
Había un gran revuelo en la Plaza San Marcos en aquellos días. Por un lado estaba la Asociación de Gondoleros. Los cuales se oponían con los más variados razonamientos a que las aguas de los canales fueran contaminadas por las lanchas a motor. “¡Fioi de un can!”. (Hijos de perros). ¡Con esa novedad del motor se ensuciarían más las aguas de la laguna véneta y los olores nauseabundos de nafta le habrían quitado romanticismo a la poesía de Venecia! Como darle un “basin a la tosa con sta spusa del motor de benzina? Y con sti rumori volgari che le pari dele scoregge in faccia?” (¿Como dar un besito a la noviecita con esos miasmas nauseabundos? Y ¿con esos ruidos de motor que parece se echaran pedos en la cara de las chicas?)
En realidad lo que les preocupaba a los gondoleros era la posible competencia de esa invención del motor.
La otra parte, los de lanchas a motor, los Motoretti, ellos también tenían en parte razón. “E i piróscafi? No van con motor los piróscafos? Per andar en América no se va piú con il veliero ma con il pirosfafo, con el motor! Es el progreso. In dove quel va il progreso, va il mondo! ¿Quieren ir a América todavía con las Carabelas?“
E ghe se dei locos que i disi che dentro de poco se andarà en arioplano, volando, come aquile, come quel mato de italiano che ze andà a volar encima de Viena! E tuti i vienesi col naso in aria e il cul per tera! (Y hay unos tipos que dicen que dentro de poco todos iremos en aviones, a volar como águilas, como aquel loco del piloto italiano -Francesco Baracca- que se fue a volar sobre Viena, y todos los vieneses a verlo con la nariz en alto y caídos de culo. Y tenía un motor. ¡Hostia!)
Y así anda el mundo, cada uno viendo la punta de su propia nariz y su interés paticular.

                                                                        ***

Así que, amigos, cualquier golpe tiene su contragolpe, cada actividad tiene sus caídos, exactamente como toda batalla tiene sus heridos y sus muertos. ¿No fue un riesgo para Colón cruzar el Mar Tenebroso? ¿Deberíamos renunciar a la carrera espacial porque se han muerto unos cuantos astronautas?
Lo que hay que hacer es poner más atención a estas actividades de aprendizajes de brujo. Pero debemos aprender. ¿Habrá unos muertos? Será el precio que habrá que pagar y se pagará. Debemos hacer lo posible para que no sea demasiado alto. Pero es obvio que debemos aprender a dominar el átomo. Aparentemente y hasta que no se consiga otro artilugio, es la única energía quizás capaz de llevarnos a otro planeta cuando el nuestro no aguante más.
















5 jun 2011

HOMO DELUDENS (fregatum est)





 
Estimados amigos y estimadas amigas : lo que ahora va, es la continuación de algo escrito la semana pasada. ESCRITO la semana pasada, he dicho, pero no PUBLICADO la semana pasada. Porque lo que había escrito lo había enviado en borrador y ante-prima a un querido amigo mío cuya opinión a veces solicito. En un escueto email, personal, aquí reproduzco lo que me contestó, exactamente esto:
“Querido maestro, si sigues escribiendo así, vamos a tener que comprarnos unas Burkas para poder salir a la calle. Saludos, xxxxxx” 
¡Dios mío! ¿Que habré dicho?

Dije varias cosas, por supuesto, en casi diez páginas se pueden escribir verdades absolutas y tonterías sublimes. Escribí no sé si verdades o tonterías, y algunas son estas:
"… la mujer es normalmente fiel, se siente de un solo hombre. No es promiscua. Quizás para defender mejor al núcleo familiar a los efectos de la procreación, que es su primigenia función... y si no es fiel, y lo digo en serio, casi siempre la culpa es del hombre, que no le deja otra alternativa y la descuida… Sin embargo en el caso del hombre la fidelidad o infidelidad es algo que ni siquiera está previsto... El macho, el rey del grupo, el dominante, se aparea con la hembra que está a su alcance o que lo invita con sus olores. Y dependiendo de sus energías residuales, se apareja con las otras que les vienen a manos , como lo más natural y obvio...Eso proceso duró siglos, posiblemente milenios.
 Pero ahora amamos. Sí, hemos aprendido a amar. El animal homo no amaba. Lo movía solamente el sexo. Pero con el tiempo, ese mismo homo ha inventado la poesía y la música para embellecer y gentilizar el puro sexo inicial y transformar el sencillo apareamiento del cavernícola en amor.”
Y mandé el mismo escrito a otra persona, la señora …xxxxxx… que estimo muchísimo y que, después de mi esposa, está en el segundo lugar en mis preferencias afectivas. A ver lo que opinaba ella. Esperaba un juicio más benévolo. Sin embargo todavía retumban en mis delicados e inocentes oídos los insultos de cavernícola, racista, machista y retrógrado que me cayeron encima de parte de esa señora, quien al final me gritó: “Así que si una mujer siente deseo sexual es una enferma ninfómana, y ¿el hombre es normal?" Y allí siguió otro definitivo conclusivo insulto a la Anna Magnani. Esta señora estaba furibunda y con un colorido insulto en dialecto romanesco, conocidísimo, pero que ni me atrevo a repetir, me aniquiló, me plantó y se fue.
Yo soy, creo, que soy un viejo caballero demodé, y para mí los gritos e insultos de una mujer tienen siempre cierta gracia femenina. Pero retumbar, sí que retumban! Y me han llevado a preguntarme: ¿cuánto de lo afirmado por mí en ese escrito del otro día es cierto y cuánto no? Mejor dicho: ¿cuánto es “objetivamente” cierto y cuánto no? Que es lo que debo cambiar en el escrito y en mi manera de pensar para evitar el ostracismo, el anatema, la excomunión? ¿Qué puedo decir desde esta situación de casi imputado?
No se puede olvidar que tengo la belleza de 80 añitos y pasados. Y que además soy hombre; varoncito; ex varoncito, mejor dicho. Y a mi edad y en mi situación de género ya casi olvidado, aparte de si existe o no existe la validez objetiva de lo válidamente cierto, la mayoría de las personas han dejado de fastidiar al prójimo con sus presuntas sabias consideraciones. Quizás debería yo hacer lo mismo. Y sin embargo instintivamente soy llevado a seguir teniendo mis opiniones, sin considerar que hay tantos cambios de mentalidades y comportamientos en esos últimos 100 años que el punto de vista objetivo no se sabe cuál sería… ya que cada década, cada lustro, cada año y cada país en el mundo, y en cada época, en fin, el bendito punto de vista forzosamente cambia; y lo más probable será que todos sean igualmente válidos. Y, como detalle adjunto, el punto de vista diferente no puede ser tampoco referido al género, porque hoy ya no existe solamente el género masculino y el femenino, como en los tiempos cuando tocaban las campanas de las iglesias, sino que hay una tal variante de géneros, que se pone en duda todo el concepto.
Quizás estoy farfullando yo, ahora. Una de las tantas cosas que me irritaban sobremanera en mis años mozos era la arrogancia de la persona mayor; o sea, de cualquier viejo casi-demente y todo-ignorante que, mascullando las palabras por falta de dientes, con insoportable ternura mixta con compasión me decía, que yo, por ser joven, no podía entender los acontecimientos de la vida. Que se necesitan años, decenios de experiencias para saber ver las cosas en sus justos aspectos. Sí, pensaba yo, cuando la mente se te habrá vuelto ya un mierdero indescifrable.

Y me molestaba mucho esa pretendida sabiduría que, teóricamente, podía ser debida a una innegable mayor experiencia de vida; pero que no se sabía bien si esa mayor experiencia de vida había sido aprovechada para ampliar conocimientos como los viejos pretendían o si había sido sencillamente derrochada en eventos de poca monta a lo largo de una vida de poca monta. Me irritaba, claro, la arrogancia de la barba blanca “per se”. Sabía que era más sabio Confucio a los 20 años y sin barba, que las miles de barbas blancas estigmatizando por allá.
Me surge una duda y me pregunto: ¿Tendré yo ahora la misma arrogancia que tanto he reprochado a los viejos sabios en otras épocas? Es muy difícil juzgarse a sí mismos.
Lo que he escrito hasta ahora en esas páginas, ese volcar de experiencias en aras de conocimiento, ¿será válido?
¿O se trata de perogrulladas? Quizás válidas en algunos momentos y si acaso solamente en alguna zona circunscrita, cuando todavía no existía el efecto batidora en esta globalización que desde años ya está amalgamando siempre más a las nuevas generaciones y por lo tanto a la humanidad.
He sostenido que ha habido cambios de comportamiento pero no cambios de esencia en la mentalidad de la mujer: porque afirmé que el “dije” en el ombligo, los perfumes, los escotes provocativos y otros medios de atracción sexual, siguen persistiendo, en la mujer, desde hace cinco mil años. Pero, ¿será cierto? En el chat, invento de los últimos años, el joven que orgulloso muestra en la web-cámara su pene vigoroso, ¿no recurre hoy en día al atractivo sexual como Cleopatra con su bellísimo seno descubierto para solaz de Antonio? ¿ y de los demás? ¿Quizás el coqueteo antes era más que todo prerrogativa femenina. El hombre no coqueteaba. El hombre raptaba-tomaba-violaba. Así como Aquiles violó a Briseida; Agamenón violó a Criseida. Los Romanos raptaron a las Sabinas. Pero Afroditas-Venus coqueteó-sedujo a Anquises. Y ahora el hombre coquetea: muestra los bíceps y muestra el pene: no muestra el cerebro porque seguramente se ha reducido. Ahora ya no existen prerrogativas. Quizás la fémina se masculinizó y el hombre se afeminó. La forma ¿puede modificar la sustancia? La liberación de angustias por el descubrimiento de la píldora anticonceptiva es algo que existe ahora y no existía antes. Y ¿eso puede cambiar, me pregunto, la esencia misma de la mujer? Es que en realidad intervienen tantos factores a la vez. El mundo siempre ha ido cambiando; el famoso baño en el famoso río.
Cambios de mentalidades siempre las ha habido. Pero no hay dudas que ahora se está cambiando más rápidamente que antes. La diferencia entre una generación y otra, en nuestro mundo occidental, es muy fuerte, hoy día. Claro que en otras zonas del planeta, los cambios son más lentos. Obvio que para un occidental la sociedad afgana o del Yemen o de ciertas zonas de África, Asia, América latina tienen cientos de años de atraso. Atraso, según el punto del occidental. Pero, atraso o no, los cambios son muchos más lentos. Pero los hay. Y los que empiezan a haberse, están agarrando siempre más velocidad. Ya no tienen el arranque lento y con dignidad  de un camello sino el pique de un Ferrari. Las ansias de cambio embisten desde ayer en Asia y ahora en los países árabe-musulmanes.
Y también las mujeres cambian. Desde tiempo están usando los pantalones. Y si es cierto que los blue jeans marcan deliciosamente sensualidades no ocultas, es también cierto que muchas veces ahora demuestran más determinación que los hombres. Así que mis tan categóricas afirmaciones, ¿que tendrán de valedero? ¿No será que solamente son proyecciones de los superados antiguos sentimientos, costumbres, tradiciones que existieron pero que ya ahora no existen más? ¿Seremos troglodíticos? Y hacen que la persona joven nos mire con conmiseración. Si es que se dignan mirarnos.
 

Una especie de revivir el pasado. Y si no ha habido cambios sustanciales en la esencia de la mujer como he sostenido ¿será cierto que todavía hoy en día la chica enamorada ponga a su hombre en el pedestal?
¿Existen todavía los mantos azules para príncipes?
¡Cuántas dudas surgen en la mente de un pobre hombre cuyos varios años de experiencia, más que ayudarle a entender la vida, lo confunden siempre más con el vertiginoso cambiar de las costumbres! ¿Marido? ¿Esposa?
Y si yo, ingenuamente, como argumento de conversación, le preguntase a un coetáneo mío cómo le va a su hija o su nieta, que si se casó, etcétera, muy a menudo la mirada del coetáneo se pondrá esfíngea y dirá que le va bien, que gana bien, que vive con un compañero. Y su cara ni se atreve a dar aprobación o desaprobación. No dice nada. Tengo la impresión que ya el marido no exista: solamente compañeros y ocasionales.
Si nuestra memoria puede escudriñar cosas y eventos y costumbres de hace 50 o 60 o 70 y hasta 80 años atrás y desgraciadamente con mente lúcida, entramos en un laberinto de donde es imposible salirse. Porque las verdades que encontrábamos eran nuestras verdades;  y ya no existen. ¡Pedestales? ¿Príncipes azules?
Pero el otro día me conmovió una mujer: una bella mujer que estimo mucho. Una profesional. Como era su cumpleaños, le había regalado una rosa. Vi la sonrisa aflorar a sus labios; y el gesto, quizás instintivo de acercarla a su nariz, me conmovió. Después miró su reloj, recordó un compromiso y el segundo de magia desapareció.
Pero existió.