28 feb 2011

Mussolini el Malo, Mussolini el Bueno





 
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Hay dos cosas contra las que uno no puede luchar: 
contra la Iglesia y contra las modas de las mujeres".  
En Bordighera, dirigiéndose a F. Franco (1941)

"No presumo de que Adolf Hitler  haya hecho una revolución según 
el modelo de la mía.  Los alemanes acabarán por estropear nuestra idea"

"No es que los italianos sean ingobernables, es que es inútil el tratar de hacerlo".

"¡Dispárame en el pecho!"
1945, antes de ser fusilado con Claretta Petacci


Desde la primaria, desde 1934, he crecido como casi todos los italianos de mi edad: con la idea inicial, dicha, redicha y repetida, del trato injusto hacia Italia de parte de los aliados al terminarse la primera guerra mundial (Francia e Inglaterra). Oí hablar constantemente de las abominaciones soviético-comunistas; de la tragedia de la España con su millón de muertos y del despanzurramiento de santos sacerdotes a mano de hordas de ateos anárquicos; un poco mas tarde viví en parte las tremendas experiencias y de varios tipos, de la segunda guerra mundial, del Pacto de Acero Roma-Berlín con el auge y caída del Tercer Reich, del auge   y ( aun que bastante mas tarde)   caída de la Unión Soviética; y he vivido la propaganda antisemita antes y la filosemita después; he asistido a la caída del Imperio Británico, a la emancipación de la colonias, al desmoronamiento de las religiones tradicionales. Esas experiencias las hemos vivido más o menos todos los europeos de mi generación y a todos nos ha enormemente afectado.

 De mi generación ya quedamos poquitos para recordar esos eventos. Y ese periodo ha sido  importantísimo de preparación  al actual. Recordar,¿ para qué?
Pero hace un par de años, aca en Montevideo, en ocasion de una fiesta familiar,   tuve  una invitacion donde habia muchos jóvenes.  Los jóvenes son como he sido yo. Vemos el momento, somos entusiastas y superficiales.  Somos extremistas y con deseos  muy  intensos de renovación que en la gran mayoría de los casos se extinguirán  miserablemente con el pasar de pocos años. Cantamos unas canciones de protesta de autores que se han hecho millonarios protestando,   agarramos unas tijeras y nos hacemos huecos en los blue jeans y nos creemos revolucionarios por eso.
En esa simpática reunión con jóvenes de Uruguay, decía,  de parte de alguien se había utilizado el término “fascista” como sinónimo de delincuente, corrupto, autoritario, violento,  según se acostumbre  utilizar el término hoy en día. Y allí yo, que hasta el momento me había limitado a cantar para esos jóvenes algunas canciones de la Resistencia Italiana (que también forman parte de mi experiencia), quise intervenir con algunas consideraciones.  Remarcar que “hoy en día“ el término fascista tiene indudablemente este significado peyorativo. Pero que no siempre había sido así. Porque hace años, en los de mi lejana juventud, esos mismos calificativos cariñosos se referían a los soviéticos-comunistas. Y para los fascistas, todo lo contrario: aceptados por un montón de gente respetable. eran los Enviados de Dios, según el papa Pío XI.

Sin entrar en el mérito de la cuestión de si dios, en su infinita sabiduría, tenía de verdad esos tipos de enviados, quise comentar  eso con la idea de hacer notar cómo con el tiempo  también  el significado de las palabras cambia.
 ¡Se armó la de Caín! Los jóvenes, en su mayoría de izquierda, no querían aceptar la idea que en otros tiempos los valores fueran diferentes. Fue inútil cada tentativa de disuasión. No logré hacer notar que normalmente el juicio de observadores superficiales considera solamente a los últimos años de un personaje de cierta importancia. O sea que, mutatis mutandis, como si para mostrar a los nietos quién era Sofía Loren, les presentaras solamente una foto de ella a sus 77 años, en su decadencia, con arrugas y lifting, y no cuando tenía el esplendor físico de sus años de auge. O como cuando de Nerón, por facilismo hollywoodiano, se recuerdan solamente las extravagancias de la quema de Roma y sus manías de músico y no los enormes trabajos hechos y códigos de leyes promulgadas; y nadie se pone a pensar cómo fue posible que el Imperio Romano durara tantos siglos si era gobernado por locos, chiflados y delincuentes. O como cuando de Napoleón la gente recuerda, máxime los ingleses, solamente los delirios del Imperio, la Corona, la sangre en tantas batallas, sin saber ni querer saber nada de sus grandes méritos administrativos y legales con su Código, que por cierto se llamará Código Napoleónico y que sirvió de paradigma para muchos países.  De Stalin recordamos los últimos años de terror, olvidando que, a pesar de los muchísimos excesos, fue el forjador de su patria. Rusia era un país muy marginal, lo  era desde siempre, a parte el Ermitage, pero con él llego a ser una potencia de primerísimo plano, al punto de ser considerado el único valido antagonista de los Estados Unidos de América. Lo mismo dígase para Mao Tse Tung. Así como no queremos recordar los  méritos económicos de Hitler en sus primeros años de Gobierno en una Alemania con una inflación galáctica. Y así, seguía sosteniendo yo, como ahora se recuerdan los 10 últimos trágicos años de gobierno de Mussolini, pero ni se habla de los  primeros 10, que lo llevaron a la fama y casi total aprobación internacional.

¡Me tacharon de fascista con el significado actual del término!
“El fascismo ha sido siempre una organización de delincuentes”
Esa fue su afirmación, su Verdad Bíblica. Es un herético: a la hoguera. 
Y con eso se terminó la reunión.

Bueno, me quedé mal. Claro, yo pensaba que las opiniones de una persona que no solamente había leído sobre esos años sino que los había vivido, fueran aceptadas con cierto respeto y consideración, o por lo menos escuchadas aunque fuera por pura curiosidad. Pero no. Prevaleció el fanatismo. No querían oír razones.
Así que ahora, a mis 80 años pasados, cuando ya no me importa un carajo de si me tildan de pro Napoleón, o pro Stalin, o pro Mao Tse Tung o pro Mussolini, quiero reportar, antes de que me vaya para el Hades profundo, las impresiones que tuve en aquellos primeros diez años y de los cuales parece que esté prohibido hablar.

Bueno, todos los muchachitos de Italia, en 1935 y 1936 (yo soy del 1928, así que eso sucedía a mis 7, 8 años de edad), todos los que íbamos a la escuela teníamos en el salón, en el fondo, en la pared de fondo, donde estaba la maestra, tres cuadros-fotos sagradas: una del Rey, una del Duce Mussolini y la otra el Crucifijo. Todos, al iniciar las clases, hacíamos un Rezo a María Virgen pidiéndole, además de que la Señora Maestra no nos interrogara, que ayudara a nuestro Duce Benito Mussolini. Era lo normal. Al lado del escritorio de la maestra, estaba un mapa de Etiopía, y allí se marcaban con una banderita italiana las ciudades conquistadas. Era el año 1935, el de la Guerra Colonial Contra Etiopía. Pero no se decía ciudades “conquistadas”, sino “liberadas”. Liberadas de la esclavitud y del paganismo tribal. O sea, nos enseñaban que los italianos llegábamos allí a darles libertad y civilización a los pobres negritos de África. Y los etíopes nos estaban agradecidos. Ese era el ambiente y recuerdo muy bien el patriotismo que nos empujaba a todos los ciudadanos a exponer banderas de Italia en las ventanas, a la noticia de cada victoria en África Oriental. En esos años el entusiasmo para Mussolini estaba alcanzando su apogeo. Quizás el evento mas indicativo de ese clima de adhesión a Mussolini y al fascismo, y lo recuerdo personalmente muy bien todavía por haberlo vivido, fue el grandísimo entusiasmo que nos empujó a casi todos los italianos a dar ORO A LA PATRIA. En el 1935, si no recuerdo mal (pero un año más o menos es lo mismo, para mí que no soy historiador serio), el día 18 de noviembre, la Sociedad de las Naciones (la antigua ONU) condenó con sanciones económicas la acción de Guerra de Italia contra Abisinia, o sea contra Etiopía y el Emperador de Abisinia, el Negus Neghesti, Aile Selassie. Inmediatamente, al enterarnos de que el 18 de noviembre la belleza de 52 naciones nos habían aplicado sanciones económicas, un sagrado furor de Patria nos entusiasmó alrededor de Mussolini y seguimos felices sus órdenes de ofrecer Oro a la Patria, para compensar las restricciones de las sanciones, que naturalmente eran injustas e impuestas por las naciones ricas. Recuerdo muy bien el dije, con el número 18 bien a la vista, que casi todas las mujeres italianas, incluyendo mi mamá y mis tías, ostentaban en sus vestidos, para recordar el día de la infamia y que encendió nuestro entusiasmo patriótico. Todo, obviamente, bien orquestado con la publicidad y propaganda que siempre ha existido y existirá para lavar cerebros. Se estableció el día de la “Alianza”, o sea el día en que los italianos de verdad donaron su alianza de matrimonio a la Patria. La ceremonia  oficial más importante se dio en el Altar de la Patria, o sea muy cerca del antiguo y verdadero Capitolio Romano, en un entusiasmo que contaba sin duda con el apoyo de las estatuas de los Antiguos Emperadores en el Foro Romano,quizs recordando el ORO A LA PATRIA en los tiempos de Brenno, el Gallo. Todo eso en la Plaza Venecia, donde Mussolini tenía sus Oficinas de Gobierno y el famoso Balcón de los Discursos. Muchísimas personalidades hicieron esa misma oferta del Oro para la Patria. La más espectacular fue quizás la de la Reina Helena de Saboya, quien se quitó el anillo de boda y lo colocó en los cascos de guerra donde se recogían todos los demás anillos. Y también el Rey, con menos simbolismos y más sustancia, donó lingotes de oro, así como el Príncipe Heredero Humberto, demostrando la gran adhesión de la Casa Real a la Causa del Fascismo. Y otros personajes importantísimos de la época, como Guillermo Marconi, el gran físico; y Luigi Pirandello, el gran taumaturgo; y Gabriele D`Annunzio, el gran Poeta-Héroe, fueron envueltos en el entusiasmo de la adhesión. Se recogieron casi 40 toneladas de oro y casi el doble de plata que ingresaron en el Banco de Italia. Fue un entusiasmo general. Y hasta donaron algunos personajes extranjeros. Sí, el consentimiento para con Mussolini, en aquella época, era de muy amplia mayoría. Sea en Italia como en el extranjero.
¿Que había conseguido, en realidad? ¿A qué se debía esta aceptación que llegó hasta a declararlo el más grande estadista del siglo?
Al inicio, en los años ´20, desde su aparecer en la escena política italiana, había logrado que se superara, sea en Italia como en el resto del Mundo, el miedo a la infiltración ateo-soviético-comunista, y fue considerado mundialmente como paladín contra las nefastas teorías de Lenin.
Con el Vaticano, logró terminar oficialmente las hostilidades que habían comenzado con los celebérrimos Bersaglieri, desde 1861 cuando   el tricolor  de Italia flameó en Roma consiguiendo por fin la tan ansiada unificación de Italia después de 1.500 años de divisiones y dominios extranjeros. Con Mussolini se llegó al Concordato, Acuerdo Italia-Vaticano, para tranquilidad de la gran mayoría de los Católicos Apostólicos Romanos de Italia.
Mussolini tuvo también varias iniciativas de carácter social. Recordemos aquí que provenía de una familia de socialistas. Su nombre Benito fue un homenaje a Benito Juárez, el héroe presidente de México, él  que  tuvo que fusilar como cabro expiatorioa aquel gentilhombre  que fue Maximiliano de Habsburgo. Y sus iniciativas de carácter social eran en su época una absoluta novedad. Institucionalizó la Maternidad e Infancia: en ningún otro país de la época había forma de asistencia a la mamá y al hijo. La chica que se quedaba en estado, prácticamente era echada de la sociedad y tenía que arreglárselas ella sola y muy a menudo terminaba en un prostíbulo. Él quiso que se le diera asistencia, fuera o no fuera casada, fuera o no fuera católica.
Y siempre a favor de los jóvenes, fundó Colonias Marinas. El quería que todos los niños de Italia, máxime los más pobres, pudiesen tener por lo menos un mes de vacaciones al mar en verano. Y lo consiguió. Claro, en las Colonias, que yo conocí porque en una de ella estaba mi primita Carla, mi primer amor de los cinco años, había la inevitable propagada: por la mañana había la ceremonia de Izar Bandera y se recordaban los destinos nuevos de la Patria Fascista. ¿Qué pretenden mis amigos jóvenes de Montevideo? ¿Que se cantaran himnos de agradecimiento a Lenin?
A las grandes empresas les pidió que dedicaran un amplio espacio como Club para los Obreros, donde pudieran concurrir después de las horas de trabajo o en los días de fiesta. Creó el Dopo Lavoro ( El Después del Trabajo). Hasta la Unión Soviética, el gran paradigma a seguir, copió la iniciativa italiana.
Creó Cinecittà, la ciudad del Cinema, en los alrededores de Roma.
Hizo la campaña para recuperar grandes terrenos palúdicos y de malaria que desde siempre infestaban la zona al sur de Roma, y los transformó en aéreas agrícolas; y su sistema fue  copiado en varios países del mundo, máxime suramericanos, entre los cuales Venezuela que mandó sus “técnicos” para estudiarlo y aplicarlo  a  América.
Eliminó los sindicatos, sea los patronales como los de obreros.  Su teoría era que el nuevo estado no debía ser económicamente ni socialista ni capitalista, sino tener lo bueno de ambos sistemas, y creó el sistema Corporativo, que me parece fue imitado hasta por la Argentina de Perón y emocionó a Roosevelt. Y, casi casi, diría que  el Socialismo de Mercado de la nueva China tiene algo o mucho de ese “Corporativismo”. El Partido Fascista tenía un rol de juez y control, para dirimir las eventuales y casi inevitables asperezas entre las empresas y sus obreros. Mi papá, además de alto Directivo de Banco, fue también alto funcionario de ese sistema de las Corporaciones.
Se fundaron Partidos Fascistas en casi todo el mundo: en Canadá, en USA, en Inglaterra, en Francia, en España, en Hungría, en Austria, en Alemania y no sé si también otros estados menos importantes. No sé lo que pasó en Uruguay, pero sé a ciencia cierta que Uruguay recibió con entusiasmo las muestras acrobáticas de la Escuela de Aviación Fascista, en su época, en esa época inicial; tengo yo un video de eso. Y pude constatar que ninguno de los amigos uruguayos presentes en la reunión, nunca había oído hablar del argumento. Se habían puesto de moda las Camisas Negras de los Fascistas de Mussolini, las Pardas de los alemanes, las Azules de los falangistas en España, las Grises de Sudáfrica, las Plateadas de USA y así cada nación que tenía su variante de partido fascista, usaba camisas de colores según la nacionalidad. Recuerdo que en aquella oportunidad en México, considerada entonces tierra de las eternas revoluciones, los fascistas locales tenían camisas doradas, muy llamativas. Hubo una cantidad de personajes políticos que aceptaron a Mussolini. A partir del Papa que lo llamó el hombre de la Providencia Divina, hasta Roosevelt que trató de imitarlo en algo de política social, como ya dicho. Con Churchill tuvo una amistad que duró años, basada en profunda estima recíproca: se parecían mucho en varios aspectos de sus actuaciones políticas y Churchill llegó a declarar públicamente que si él fuera italiano, sería fascista. Y el mismo Gandhi, el pacifico y exótico Mahatma Gandhi, lo estimaba mucho y aceptó la invitación de comer muy privadamente en la casa de Benito Mussolini, en Roma, a la mesa con sus hijos, donde Donna Raquele servía los platos. Y en esta ocasión recordaré que Mussolini regañó a sus hijos, entonces muchachos, porque le tomaban el pelo a ese personaje que ellos veían solamente como un extravagante: “Este señor, semidesnudo y con sandalias, está haciendo temblar al Imperio Británico, ¡así que respétenlo mucho!”.
Pero hay otro aspecto de Mussolini, del cual quiero hablar, y que abarca sea el primer periodo como el segundo: o sea el periodo del Mussolini “bueno” como el del Mussolini “malo”. Y no tiene nada a que ver con el hombre de estado: fue su actitud con las mujeres.
Mussolini era hombre de otros tiempos y en aquellas épocas la mujer era considerada poco más que objeto de lujo; o amante, fija, semifija u ocasional, o la santa madre que sigue los tres deberes: Iglesia, Hijos y Casa. Cuando queremos justificar actitudes “caídas en desuso”, decimos que el personaje en cuestión era hombre de su tiempo. Indudablemente Mussolini lo era y podríamos decir lo mismo de él. Pero….

Pero… Mussolini exageró, tenía carácter impetuoso y hasta violento a veces. E indudablemente no tenía muchos escrúpulos con el fin de conseguir sus metas en todos los campos y en eso fue muy similar a todos los políticos de todos los tiempos. Stalin, Hitler, Mao, el Papa: prepotencia, vanidad, egocentrismo.  El histrionismo  perfecto.  Pero a mí personalmente nunca me gustaron sus acrobacias más sexuales que amorosas. Se sabía que Mussolini era machista. Sumamente machista. Todo el fascismo era machista. El Nazismo también. Y las Valkirias, aunque se llamaban guerreras, en realidad no peleaban: eran mujeres y se limitaban a retirar los cuerpos y las almas de los héroes caídos en batalla y los llevaban al Walhalla. El héroe ha sido casi siempre  el varón, el macho.
Se le han atribuido a Mussolini la belleza de 500 amantes. Más que Giacomo Casanova. Puede ser cierto o puede que no. La verdad es que era de notables apetitos sexuales. Pero las mujeres que él consideró algo más que objeto, no fueron muchas: quizás la primera fue  la Babanoff ( Balavanova),de origen hebreo y ucraniana. Después vino otra, Ida Dalser, me parece recordar que  casi austriaca, y que fue madre de su hijo, Benito Albino, y que a pesar del marido tanto ayudó inclusive  económicamente al joven Mussolini. Pero Mussolini se portó en manera vergonzosa con esta pobre mujer y con el hijo. Para no complicarse, llegó al cinismo de mandarlos a recluir en un manicomio. Y se casó con Raquel, que fue su esposa y víctima durante toda su vida. Y después vino el amor, en la medida que Mussolini sabia amar y con la hebrea italiana Margarita Scarfatti, mujer inteligentísima, bellísima, riquísima, elegante, culta, conocidísima en el ambiente internacional, amiga de los Roosevelt. Fueron amantes varios años;  Mussolini la estimaba mucho y tuvo la cara de bronce de deshacerse de ella cuando promulgó las leyes raciales en 1938, regalándole a ella, hebrea, el pasaporte para refugiarse fuera de la zona de persecución. Esa mujer, que probablemente nunca dejó de amar a su Benito, pasó los últimos años de su vida olvidada entre Uruguay y Argentina. Y de último apareció la joven aristocrática romana Claretta Petacci, enamoradísima de su Ben, que podía ser casi su abuelo. Lo amó tanto, que ofreció su cuerpo como inútil defensa contra la metralla del comunista  (¿o del inglés?) que la aniquiló a ella y su Benito. Fue un gesto de amor sublime que seguramente Mussolini no merecía.
Después de la gran aprobación que tuvo entre 1935 y 1936, la parábola de Mussolini comenzó a bajar vertiginosamente. Y eso es lo que más o menos sabe todo el mundo y no quiero entretenerme mucho con eso. Ese fue el periodo del Mussolini “malo”, como me dijo una vez, hace años, el historiador venezolano Guillermo Morón.
Fue un desastre. Un completo desastre. No supo liberarse de los aduladores, se formó la Estatua Benito Mussolini, se creó el Mito. El culto a la personalidad. El mismo que denuncio Krushchev referido a otro corderito de dios. Y Mussolini creyó  en su mito. La muerte de su hermano Arnaldo le quitó a Benito  la presencia y el consejo de una persona muy inteligente, sabia, culta, que sabía frenar las imprudencias del hermano y el único a quien Benito escuchaba.
Y además apareció Hitler. Y con la ayuda que dio la Alemania nazi a la Italia de la guerra de Etiopía, comenzó la trágica dependencia de Mussolini para con Hitler. Al principio, cuando el Duce era todavía el hombre del Destino, Mussolini no lo soportaba;  y quizás no lo soportó nunca. Se había negado a dedicarle una foto con su autógrafo al Hitler que todavía era poco conocido y al que calificaba de “monaco chiacchierone”, monje hablador de tonterías. Pero Mussolini logró frenar a Hitler. Pocos recuerdan eso. Pero eso fue ocasionalmente y al principio, con Austria en juego. Mandó dos divisiones Italianas al confín, para disuadir Hitler de ocupar con la fuerza a Austria. Y Hitler se retiró. Pero la maquinaria alemana estaba ya preparada para la guerra.
Estaban retumbando los tambores. La antigua sangre de las fuertes y belicosas tribus germánicas quiso vengarse de la humillación de Versalles. Y animadas y catequizadas por la magnífica propaganda de Goebbels, con la Teoría de la Raza Ariana, el odio al extranjero y al judío, deificado el Führer, los alemanes en su grande mayoría apoyaron a Hitler. En dos semanas las Panzer Divisionen acabaron con la “invencible” Línea Maginot, con Francia, con Bélgica, Holanda, Luxemburgo y arrinconaron a los ingleses en Dunquerque.
Mussolini no quería entrar en guerra, porque a pesar de las adulaciones, él sabía que su Ejército, el Ejército italiano, no estaba preparado. Ni la Marina, siempre algo antifascista, ni la Aviación.
Pero el avance alemán fue tan contundente al punto que nadie, en aquel momento, creía en una derrota de Alemania. Solamente aquel león de Winston Churchill supo animar a los ingleses. Y supo cortejar a los americanos.  Y tejer  su astuta policía. En el momento mas desesperante  para Inglaterra, declaró que llamaría a todo el mundo, a todos los continentes a participar y que aplastaría la esvástica alemana. Y así fue.
Imagínate, joven amigo de Uruguay de la reunión de aquella noche: ¿Qué hubieras hecho tú como estadista al ver que la mancha de aceite de Alemania se extendía tan velozmente por Europa?
Alemania se daba por vencedora 9,5 a 1.
Si Italia se mantiene neutral, ¿quién puede impedir a las divisiones alemanas que hagan un lindo paseo por el Bel Paese? ¿La sola y pura admiración de Hitler para con Mussolini cuánto tiempo puede durar? ¿Y el interés de Patria? Los alemanes también tienen intereses de patria. Y seguro más que cualquiera. Y el Mediterráneo es un lindo sitio para veranear. Así que Mussolini decidió entrar en la guerra, aun con su armada Brancaleone. Era mejor que quedarse neutral.
Se declaró la guerra; lo recuerdo perfectamente,  yo era muchacho, pero no se ha ido de mi cabeza la voz metálica y decidida de Mussolini, en esa fatal tarde de verano en Roma, diciendo que se había entregado a los Embajadores de Francia e Inglaterra la Declaración de Guerra.
Recuerdo muy bien la cara muy preocupada de mi papá. Y el entusiasmo que teníamos los muchachos, idiotas como siempre.
Y el ejército de Brancaleone demostró ser ejército de Brancaleone: desorganización en todos los frentes. Actos de sublimes heroísmos individuales, pero absoluta incapacidad organizativa. Y cuando el Dios de la Guerra volvió la espalda a Alemania, se desmoronó el sueño de Mussolini.  Y todos los italianos se volcaron en contra de él. Y siguió la decadencia de Mussolini, su vil arresto, su liberación rocambolesca por parte de las SS, la formación patético-patriótica de la Nueva República Sociale Italiana, fascista  y dependiente de la Alemania Nazi. Todas tragedias que Mussolini ya no podía evitar. Así como no podía no fusilar al Conde Ciano, marido de su amadísima hija Edda y padre de sus nietos. Fue irrevocable decisión de Hitler.
Fue un trágico error haber entrado en guerra y hubiera sido quizás más trágico aun si no hubiera entrado y hubiera sometido a Italia a los caprichos del Teutón vencedor.
Quizás todo eso fue resumido amargamente por Mussolini en pocas palabras:
“Yo soy un estadista de primera en un pueblo de segunda. Y Hitler es un estadista de segunda en un pueblo de primera.”
* * *
No debería hacer comparaciones que seguramente me serían muy criticadas y absolutamente incomprendidas. Pero faltaría a mi realidad: a la realidad de mis memorias, si no refiriera lo que me vino a la mente al ver la imagen nauseabunda del cuerpo ultrajado y sanguinolento de Mussolini, desfigurado hasta en la cara, colgado como un ternero. Me sobrevino la imagen de César,  el grande  Cayo Julio Cesar, cuando casi dos mil años antes fue asesinado con 45 puñaladas y quedó moribundo en un baño de sangre a los pies de la estatua de Pompeyo, en el Senado Romano.  El también era un dictador. Y la tremenda decepción en aquella última trágica frase: TU QVOQVE, BRVTE, FILI MI?


































































































24 feb 2011

CORTESIAS DE UN VIEJO GENTIL HOMBRE





 
Fue el año pasado.
 En un viaje de Madrid a Montevideo, clase turística. Hace ya tiempo dejé de viajar en primera clase, o ejecutiva como me parece se llama ahora. La primera clase, la segunda  o  la tercera son expresiones demasiado elitistas  que han sido borradas  del vocabulario  de estos tiempos democratoides y socialistoides que pretenden horrorizarse  por expresiones casi racistas. 
En mi época de primera clase las hostess eran bellísimas y gentilísimas pero yo no me fijaba mucho en ellas por formar parte del normal contorno. Ayudaban al señor pasajero con sus pertenencias, colocaban ellas mismas las valijas en el maletero de arriba, regalándonos  inocentemente  una  generosa visión de sus  bien torneadas piernas hasta, en algunos casos, esos coquetos sujetadores a la Moulin Rouge.  Ofrecían  multicolores tapaojos de seda para permitirnos  un sueño más placentero;  y todavía me queda uno del primer viaje que hice a las Américas con Alitalia en el 54.  Después de la muy refinada cena acompañada de vinos de primera y cognac final, bajaban unas especies de cuccetas, bastante cómodas para dormir tranquilamente extendido. El viaje era de  la durada de 24 horas  y  no puedo no pensar a mi viaje en Concorde de Caracas a París en cuatro horas solamente  25 años mas tarde. Pero entonces el viaje era de 24 horas, como dije, aun que las horas de vuelo eran algo menos. El avión era un Super Constellation, de hélice, cuatro motores. Saliendo de Roma, Ciampino, la primera parada era en Lisboa, el extremo occidental de Europa.  La segunda en la Isla del Sal, en las  Cabo Verde, todavía  cercanas a África, y a llenar los tanques para la gran travesía del Mar Tenebroso, como se llamaba  el Atlántico en los tiempos de Colon; allí  subieron en el avión unos negros mastodónticos  para desinfectar: no se sabía bien si a nosotros de ellos, o a ellos de nosotros.  Después se inició  la gran travesía y  con las primeras luces del alba, nos apareció de lejos Trinidad, que me  recordaba historias  de Piratas del Caribe y de la “Filibusta”;  y con Tobago, que sobrevolamos, la aventura de Robinson   Crusoe  con su “ negrito” Viernes”, como lo llamaba Emilio Sálgari.  Y por fin Maiquetía, el aeropuerto de Caracas, el primer encuentro  con los Trópicos  que me seducirán de por vida.
Eran otros tiempos.
Y yo también era otra persona, con 50 años menos.
Y eso más o menos iba yo pensando y recordando en el barullo  del  viaje en económica, entre codazos, empujones, y carreras  para tratar de ocupar los puestos de  arriba para las maletas que ahora me costaba un poco mas subir porque los bíceps y tríceps braquiales ya no eran los mismos de hace 50  años.
Pero quizás era la misma  la obsoleta costumbre de ser gentil con las damas.  Y me fijé en una señora a mi lado, de discreta figura, que entre codazos y empujones trataba de colocar su valija en el compartimiento de arriba. La señora no era ya una chica de 25 años, sino una delicada y más o menos elegante señora con por lo menos treinta años menos que yo; una joven mujer, podría yo decir a mis ochenta y pasa años. Al verla preocupada por no poder subir su maleta y soportando a su lado los empujones de algún fiambrero que con su irracional apuro  la ponía más nerviosa, yo , el viejo gentil hombre , con o sin el yelmo de Mambrino, quizás por un no todavía apagado sentido de  galantería; o quizás por antipatía clasista o envidia de los musculosos brazos del fiambrero, yo, decía, mirando a la señora  y sin decirle palabra, agarré su maleta. En realidad pesaba bastante más de lo que me suponía , pero a la guerre  comme a la guerre, y una vez recogido el guante tenía que aceptar  la tenzón. Así que mano derecha en la manopla, mano izquierda en el fondo de la maleta, las piernas ya no tan ágiles ni tan musculosas para treparme   en el asiento, hago esfuerzos que trato de simular.  La señora está detrás de mí, no la veo pero siento su mirada seguramente entre agradecida y preocupada.  Sigo con el esfuerzo y al momento de soltar la maleta en su maldito espacio …en este preciso momento siento que por el alivio de mis glúteos,  de mis pobres abdominales, de las  piernas en semi temblor, sin yo quererlo, no logro soltar solamente la maleta, sino un exhausto desafinado  vulgar  ruidoso y prolongado  pedo de alivio. Un pedo  que después de haber explotado con virulencia irreverente  en la cara de  la gentil señora,  llenará el avión desde la Cabina de mando hasta los extremos de la cola.
Estos son los justificados momentos en que el Homo Sapiens quisiera ser avestruz.
Me quedé paralizado. ¿Cuanto tiempo? ¿Fracciones de segundos? ¿Una eternidad?
Y oí la voz de un ángel:
“No se preocupe, señor. Son cosas que pasan. Pero lo que no pasa es que Ud. es un caballero. Le estoy muy muy agradecida…”
Y cuando bajé del Everest donde me había encaramado para mi acción heroica, ella se me acercó; pero ya no era una señora cualquiera. Ella era una dama. Quizás se llamaba Dulcinea.
 Me miró,  se me acercó más y me dio un beso en la mejilla.
“No piense mas en eso. ¿Que lo lleva a Ud. a Montevideo…? “
Quiso distraerme con su conversación.





























 

23 feb 2011

Cuando era un muchachito puro, regalaba Rosas Blancas a la Virgen Maria. Con el pasar del tiempo, las rosas se transformaron en pasionales Rosas Rojas, para otras Marias que quizas ya no eran tan virgenes. Y ahora, llegado a mi veneranda edad, ya no son ni Blancas ni Rojas, sino Azules. Pero siemre bellisimas. STAT ROSA PRISTINA NOMINE. NOMINA NUDA TENEMOS

Contestando a algunos comentarios cariñosos y preocupados de personas muy gentiles conmigo:



 




 
Quizás mi situación  en el Residencial  sea  un poco particular.

 Había llegado yo a los 81 años. Italianos mi esposa y yo, desde tres años ambos en Montevideo después de 50 en Venezuela, con un hijo en Inglaterra, el otro entre Italia, Venezuela y Chile; y la hija en Montevideo viviendo por su cuenta. Y una buena mañana me agarró casi de sorpresa, aun que previsible, la decisión de mi esposa de separarse de mí.
Tenía razón.

 Absolutamente y completamente razón.
No voy a hablar de eso porque son cosas mías y de ella y no considero muy elegante hablar de desavenencias y decisiones personales en un escrito público. Con ella muy civilmente se convino que yo no sabría vivir completamente solo por no estar acostumbrado a eso. Que había tenido siempre personas que se habían hecho cargo de algunas de mis necesidades; las  menudas, que yo, con facilismo machista heredado, definía tonterías de la casa:
los hombres no se ocupan de eso. Pero la frase-sentencia “Los hombres solos en casa y a cierta edad son un desastre”, podría resumir la opinión de mi esposa, coincidiendo con la mía y la de mi hija. Entre algunas pocas opciones se escogió probar un Residence para la tercera edad, frecuentado por personas todavía mentalmente válidas. Habíamos visto años anteriores algo de eso en Italia y en Usa; y la película CACOON, de hace un tiempo, daría exactamente la idea del tipo de residencial que estábamos imaginando y buscando. Pero Uruguay no es Europa ni mucho menos Estados Unidos; sin embargo mi hija consiguió en Montevideo algo que nos pareció bastante adecuado. Construcción nueva, operante desde pocos meses, aire abierto, jardines, luz y alegre disposiciones de los ambientes sociales. Muy pocos residentes todavía, iniciativas encomiables y los entusiasmos iníciales casi idílicos de los jóvenes propietarios que aspiraban a algo especial. De casualidad en mi primera visita vi a un solo residente, un señor distinguido, bien vestido, quizás un poco solitario y las poquísimas palabras de saludos fueron entre personas “normales”.
No vi nada del aspecto deprimente del demente o semidemente con las consecuencias del deterioro. De todas maneras era tan fuerte en mí el shock emocional por la decisión de la separación, que acepté prácticamente de inmediato lo que me pareció una casi óptima solución, dadas las circunstancias.

Pero con el tiempo todo cambia. Y al año yo había logrado superar casi totalmente la semidepresión que al principio trató de alargar sus tentáculos hacia mí;
 y lo logré sin necesidad de ningún psicólogo. Hay personas que, cayendo, no se levantan más, a pesar de grúas y eventual ayuda pseudo-psicologica. Y otras que saben recuperar fuerzas, y solas, sin recurrir a nadie, sino al propio raciocinio y voluntad.  Me dediqué mucho más al diseño: siempre me ha gustado diseñar desde los tiempos de la escuela y también ahora,  retratar la sonrisa de una bella mujer es siempre una magnifica medicina y el personal de la Residencia y familiares de residentes me han obsequiado decenas de modelos. Aun que  haya sido pagado nada más que con un beso en la mejilla, esos besos han tranquilizado mi alma. Además de dedicarme al retrato, terminé de escribir mi librito “Personajes”, donde en forma jocosa, irónica e irreverente me divertí a hablar de los fanatismos de los “grandes héroes” de la historia, tomando el pelo indistintamente a hebreos, cristianos y musulmanes. De muchísima ayuda para mi han sido también las refrescantes conversaciones con una doctora y una psicóloga del Residence. Y gracias al propietario del Residence pero máxime a mi hijita Leila descubrí el mundo del BLOG, donde me  estoy divirtiendo al volcar los recuerdos de más de ochenta años de experiencias de vida “ folklórica y variopinta” , hablando de todo, prácticamente sin reservas pudorosas y de ambientes muy diferentes según las épocas y lo que me viene en mente.
Forzosamente y casi inevitablemente esa recuperada energía anímica me llevó a morder siempre más los frenos y soportar siempre menos la necesaria disciplina de una institución colectiva.

Esto por un lado.

Y por otro lado, constaté y percibí que por obvias necesidades económicas el Residencial tenía y tuvo que ser menos selectivo en las exigencias a los nuevos aspirantes residentes. La consecuencia fue que en el lapso de poco más de un año el residencial logró funcionar casi al 100%, pero la calidad “psicosomática” de los Residentes empeoró. Aparecieron muchas sillas de ruedas y, máximamente, muchos ancianos que si no son dementes poco les falta, dicho con franqueza y sin
  rodeos.
Claro que se visitan
 familiares  que vivan en esas condiciones, con amor, como deber y con cierta  resignación: todo mesclado.
 Los empleados trabajan sus horas. ¡Pero nunca es por todo el día! Las visitas se terminan y con comprensible alivio, casi diría,  de ambas partes.  Pero yo tenía que quedarme, claro, como todos los demás residentes.
¿Qué hacer con el montón de tiempo disponible?  
 A parte el dibujar que es innato en mi y el escribir sobre personajes que es una forma de conversación  muy parecida al monologo,   tuve varias iniciativas, animados y ayudado por el joven  simpático e inteligente propietario.
 Ninguna funcionó  muy muy bien, bien.  A partir de una mesa de poing pong que llevé  al residencial y  casi nunca se usó porque los residentes son demasiados viejito para un juego tan dinámico;  los empleados tienen sus obligaciones de trabajo  y cuando toca el pito de  salida  se transforman en cohetes  y ni  mínimamente  pensar en jugar con el residente aun que haya sido campeón.  Hubo una  simpática  iniciativa de una representación teatral sencillísima, que contó con el entusiasmo inicial de casi todos y  no concluyó en nada. Y  otra  iniciativa, una serie de conferencias-charlas semanales semi jocosas sobre eventos y  personajes como   Garibaldi, las Hadas, los Cruzados, los Gitanos, Casanova,  las amantes de Mussolini etc.  Pero el interés fue decreciendo y eran más los residentes que dormían en sus butacas de los que me escuchaban. Para mí, personalmente, fue divertida experiencia y se había trasformado en una especie de dueto de conocimiento con la joven psicóloga que “dirigía” las charlas.   La única iniciativa que de verdad yo vi  funcionar    fue  una donde yo no participé en absoluto, y era  la que  eufemísticamente se llamaba plástica, arte plástica  y eran juguitos de cortar papeles o colorear algo; lo que me recordaba, en las expresiones atentas  de los residentes y en  la sonrisas tiernas de la Profesora ,  a los entusiasmos de mis hijitos en sus  kindergarten.

Pero no hay nada que entristezca o  irrite tanto como desayunar, almorzar. merendar, cenar en la misma mesa con personas mentalmente deterioradas que se han vuelto niños en muchos casos. Y uno se siente con culpa y se avergüenza del rechazo que instintivamente tiene.

Así que decidí irme del Residencial. Y probar a vivir solo, o sea sin pareja (muy patética seria una pareja a los 80 años pasados) pero recurriendo a la ayuda de algunas personas para determinados tipo de servicio. Limpieza, lavar, planchar, preparar comidas, ocuparse del pago de eventuales facturas de servicios como luz teléfono impuestos etc.;  compra y suministro de los millones de medicamentos que indicará un médico o darse cuenta si un día yo pudiese despertarme muerto.  En eso la organización de mi hija y la “
longa manus” de mi esposa han sido y serán de enorme ayuda y todo es el producto del cariño de ambas:  sea de mi hija como de mi esposa que, a pesar de todo, sigue ayudándome y, espero, queriéndome un poco. Probar a vivir solo, he dicho, pero no encerrado como un anacoreta en su celda, sino en un apartamento  de donde salga cuando quiera para frecuentar  un interesante club social  con piscinas de verdad, con salas de ejercicio físicos de verdad , donde pueda renovar mis  antiguos intereses por el ajedrez y el bridge  y conversar de algo que  no sea solamente el futbol.
Esta  estadía  mía de más de un año en un residencial, viviéndolo dia a dia desde adentro, me ha sido muy útil,  y me ha dado otra experiencia formidable de vida. Y me ha confirmado lo que más o menos teóricamente yo supuse hace años:
Debemos salvar nuestra dignidad, superando barreras de tradiciones, costumbres y religiones. Debemos salvar nuestra dignidad y saber poner heroicamente fin a esta bella aventura que es nuestra “
brevis lux”, como le decía  Catullo cuando comencemos a sentir la progresiva degeneración del espíritu, de la mente y del cuerpo, sin esperar que se debilite nuestra voluntad y nos transforme en zombi.

Así haremos un gran favor a nuestros familiares. Y eso sí, será demostración de gran amor para con ello y sabiduría para nosotros.
Y la Parca Átropos nos comprenderá.
18 de febrero de 2011 19:16