29/54 B E R E N I C E II ª (
La Judia)
( 52 d.c.)
La segunda Berenice, de la cual vamos a hablar ahorita, vive en época decididamente histórica, no hay asunciones en el paraíso y tampoco fantasmagóricas interpretaciones de los astrólogos.
Esta Berenice
también era una princesa.
Parece que si las mujeres no son por lo menos princesas, no interesan. Y
ella también era bellísima, naturalmente. Nació en el 28 después de Cristo. Casi contemporánea de Jesús de Nazaret, por lo tanto, aunque 28 años mas joven. Siguiendo la tradición hebraica, la casaron muy joven con
un tal Marcos.
Pero, antes de “consumir” el matrimonio, el pobre Marco se murió. De qué,
no se sabe. Quizás el aspirante esposo quedó anonadado por la fulgurante belleza de la joven doncella, no aguantó y las arterias le explotaron. Entonces
a Berenice, virgen y viuda, la casaron con su tío, un cierto Herodes, rey de
Cálcide.
Tuvieron un par de hijos y cuando la joven
mamá y esposa cumplió los veinte años, quedó viuda otra vez. Así que la pobre Berenice, con
una ligera fama de pavosa, se fue a vivir, en concubinato, con otro Herodes,
Herodes Agripa II. Y hasta acá, todo era
casi normal a parte el concubinato que sin embargo, en aquella época, no era todavía tan grave en la sociedad hebraica.
La
cosa un poquito mas grave era que este
Herode Agripa II era también hermano de Berenice. Claro, también el padre
Abraham se había casado con su hermana Sara, siglos antes, pero.... quod
licet Jovi non licet bovi. A ella
no le aceptaron el incesto. Chismes por aquí, chismes por allá. Para que se
terminaran las murmuraciones, nuestra pobre Berenice fue a pedir consejo a
un cura, a un cierto Polemone sacerdote de Cilicia. Y este, oído los lamentos y
vistas las gracias de la viudita, generosamente le ofreció matrimonio para que
se terminaran las murmuraciones.
Tampoco esa unión fue muy bien recibida, allá arriba , donde se tejen
los destinos de los mortales. Así que un buen día Berenice dejó al marido – cura y regresó al incesto con el
hermanito.
Y con él se quedó hasta que... hasta que llegó el año 65, el año tristemente famoso en la historia de los
Hebreos por la gran masacre en Jerusalem hecha por los odiados Romanos.
Y aquí Berenice mostró la otra cara de su moneda, el otro aspecto de su carácter.
No era
solamente una viuda alegre y una pecadora incestuosa, sino también una mujer de
carácter, de mucho coraje, de determinación, una mujer de armas tomar, dirían los franceses. Ariesgó su vida, y en serio, para defender a su pueblo, a los
hebreos, frente al odiado Procurador
Romano de la Judea.
Los judíos se olvidaron entonces de los pecados, de las lapidaciones y si
hubiesen sido católicos, la habrían hecha Santa.
Pero... y que pasò despues de eso? Pasò que
en Judea llega cierto Tito, hijo del Emperador Vespasiano. Ese Tito, a la època "solamente"
general romano, se enamorò de Berenice. De su coraje, de su inteligencia,
de su personalidad pero posiblemente y aún más de su belleza. Y debia de
ser muy bella, si a los 40 años cumplidos un general romano se enamorò perdidamente
de ella.
Berenice correspondìó al amor. Correspondió
al amor porque ella también se enamoró de él. Ese General romano tenía sus
personales y viriles atractivos, aparte de sus valores como representante del Poder máximo en el
Mundo. Ella se enamoró de verdad de él,
y le siguió en Roma, acompañada de su hermano – esposo con el cual, desde tiempo, había terminado la relación incestuosa. Y en Roma floreció otra
pecaminosa, pero con Tito.
Y Tito quería casarse con ella.
El Senado de Roma, siempre complaciente en
asuntos de faldas, había dado su
consentimiento.
Pero
no lo dio el pueblillo romano, azuzado astutamente por las nobles y envidiosas damas
de Roma que no velan con buenos ojos la
competencia de una “ judía cualquiera “. Claro, porque al casarse oficialmente con Tito, delfín de Vespasiano, se transformaría eventualmente en Primera Dama. Una hebrea Emperatriz de los
Romanos. !Habráse visto !
Pero
Tito, siempre enamorado, no la dejó. Convivió con ella, aun sin casarse.
Pero el lindo sueño de amor termina. Cuando Tito iba a ser definitivamente coronado Emperador, la Bella Berenice regresó a su tierra.
Algunos historiadores dicen que para no
entorpecer con su presencia la carrera
de Tito.
Otros porque la bella Berenice,
aunque siempre bella e inteligente mujer
ya no tenia la fulgurante belleza de
antes.
Será que también los sueños se terminan.
La relación amorosa no continuó.
Y ¿
Tito ? Ya que estamos en
argumento, hablemos un poco bien de él, porque los hebreos le tratan peor que a
un nazi, por eso de la destrucción del Templo de Salomón en Jerusalem. Si, es
verdad, fue destruido durante su reinado. Según fuentes históricas, parece que Tito fuese contrario a destruir los símbolos sagrados de un pueblo dominado. Lo consideraba sencillamente contraproducente. En realidad la política de Roma en
general era de plena tolerancia para con las religiones locales: la existencia
en Roma del Pantheon, iglesia válida para todas las religiones
extranjeras, lo demuestra. ¿A que se debió? Habrá sido Voluntad
de Yaveh, que todo lo sabes?
Tito hizo cosas apreciadas por los romanos,
como la construcción de aquel famoso
anfiteatro Flavio que con el tiempo se llamará el Coliseo. Y construyó los
Vespasianos, en Roma. Parece cosa de reírse, que un emperador deba por lo menos
parte de su gloria por la implantación de letrinas públicas. Pero Roma fue la primera
ciudad de Europa donde se quiso poner fin a la vergüenza de oler a orín en sus
rincones. Y fue Tito que heredó de su padre el Emperador Vespasiano la idea, que construyó
los “vespasianos”, (así se llaman todavía en Roma) cubículos donde los pobres tanseúntes podían aliviar sus
necesidades biológicas. Pero aparte
esta nota semi-cómica, en general Tito supo administrar bien el erario público. Cuando en el año 81 Tito muriò, los romanos
lo lloraron y lo definieron amor ac
deliciae generis humani. Quizás un
poco demasiado, como alabanza, pero significa que, en fin de cuenta, gobernó bien.
Y aquí
termina la historia de la segunda Berenice
y del Emperador que se enamoró de ella, siendo ya cuarentona y que estuvo a
punto de ser la primera Judía Emperatriz
en Roma.
2 comentarios:
Toujours l'amour!
Un abrazo, Angel
Si, amigo Anónimo Ángel. La de Tito y Berenice fue una linda historia de amor y de abnegación.
Claro, se desarrolló entre personalidades de primerísimo plano de la época. En situaciones que hoy en día algunas parecen cómicas, otras trágicas y sanguinarias, irreverentes. Involucró un periodo de la resistencia hebrea a las Legiones Romanas; demuestra costumbres ya obliteradas y hoy en día no aceptadas. Pero fue una historia de amor. Bella, sublime y que terminó mal, se diría, como casi siempre las historias de amor. Como mal terminó la historia de amor de Cleopatra, de Didón, de Tecla, de Julieta y de Eva, que aparentemente recibió el despiadado castigo eterno.
Pero tienes razón tu, Anónimo Ángel: ¡Siempre, siempre el amor!
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