C L E O
P A T R A
( 55 d.c.)
Y ahora deberíamos hablar de
Cleopatra, Cleopatra Tolomei, la
VII ª.
Varios personajes hablaron de ella: un cierto Plutarco, un fulano
Dion Cassius, un tal Guillermo
Sacudelanza y varios más. Y ha aparecido como
heroína en una serie de películas generalmente de pésimo gusto y sin respeto a la verdad histórica. ¿ Que
es lo que se puede agregar a tantas historias ya contadas por “cuenta cuentos”
de varios calibres? Probaré a referir
episodios que la mayoría de la gente no conoce únicamente porque la mayoría de
la gente no ha leído ni Plutarco ni Dion Cassius, ni el Sacudelanza ese.
También esa mujer era hija de rey. Pero no era bellísima, según
los cánones, como las anteriores. Era sencillamente fascinante. Fue la femme
fatale, la más fatal y la mas hembra
de la historia.
El historiador Dion Cassius
escribió de ella: fascinó a los dos
hombres más grandes de su tiempos y por
culpa del tercero se destruyó a sí misma. Naturalmente se refería a Julio
Cesar, a Marcantonio y a Octaviano Augusto, el primer Emperador Romano. La
femme fatale no era nada modesta en sus aspiraciones.
Por los retratos que
tenemos de ella, nos aparece como mujer con labios sensibles, carnosos,
mandíbula fuerte reveladora de carácter,
frente amplia, nariz decidida y prominente (la nariz de Cleopatra pasó a
la historia) y unos maravillosos ojos aterciopelados. Además de eso, tenia seno bellísimo que ella exhibía lo mas posible, según la moda del
tiempo, para gozo hasta de los eunucos de la corte. ¿Y la voz?
Plutarco nos dice que la voz de Cleopatra tenia la gracia de un
instrumento con varias cuerdas y agregó que si Platón había enseñado a sus
discípulos que en las mujeres existían cuatro tipos de seducción, entonces Cleopatra debía de tenerlas por docenas, y no
solamente cuatro. Y si lo dice Plutarco,
por algo será.
Qué puede hacer un pobre hombre cuando tropieza con una femme fatale de ese tipo?
Bueno. Cleopatra era Reina de Egipto, nacida en Egipto, pero no era egipcia. No tenía ni una gota de
sangre egipcia. Era Macedonia, griega en
fin, y descendiente de Tolomeo, uno de los generales, Diadocos, de Alejandro de
Macedonia. Y los Tolomeo estaban gobernando
Egipto desde los tiempos de Alejandro, o
sea desde hacía mas de trescientos años. Era la hermana-esposa de
Tolomeo XIII, según una antigua tradición incestuosa - faraónica que no debería
escandalizar ni a los Hebreos, descendientes de Abraham y su hermana Sara.
No divaguemos.
Todos los hechos históricos son complicados, varían según los
puntos de vista: la verdad del vencedor y la verdad del vencido. Y en el caso
de Cleopatra son o deberían ser conocidos y yo no tengo ganas de repetir
cosas requetesabidas. Quisiera solamente
aclarar que nuestra heroína, la grande Cleopatra, que ese poeta italiano, el
cascarrabias Dante, coloca
despiadadamente en el infierno, en
realidad lo que ansiaba era aumentar el poder de su patria adoptiva,
Egipto, cosa que todos los patriotas y
políticos dicen que hacen o que quieren hacer. Y acrecentar el poder de su
familia, cosa que todos lo políticos también hacen. Identificamos casi siempre a la patria con nuestros
intereses: el dinero, la tranquilidad, la fama, la gloria, la ambición, según
los varios personajes. Así que nada
hay que reprochar a Cleopatra. ¿De qué
medios se valió, para sus fines? Se
valió de la enorme capacidad de seducción que tenía. Cada cual combate con las armas que tiene y Cleopatra estaba muy bien
armada, como hemos dicho.
César se enamoró de ella.
Cayo Julio César, uno de
los mas grades hombres del mundo, el conquistador de las Galias – que podía
tener las mujeres que quisiera - se enamoró de Cleopatra, hasta le hizo una estatua de oro. La puso en
el Templo de Venus Genitriz, en Roma. Y la recibió en Roma, a ella, no
solamente a la estatua, con trato de
verdadera reina y no de vencida. Le ofreció
su Villa Romana para sus encuentros amorosos. Y allí tuvo un hijo con ella. Cesarione. Cuando en los Idos de Marzo César
cayó apuñalado en el Senado, ella se regresó
a Egipto. Pero no se quedó tan
tranquila cuando en la escena política apareció Marcantonio, o Antonio
sencillamente como lo llama el inglés ese Sacudelanza. Y también
Marcantonio se enamoró de ella. Por lo
menos Cesar la había tenido como amante, aunque con estatua de oro, pero
Marcantonio se casó con ella. Y con ella
vivió una decena de años, olvidándose de la esposa Fulvia, que
en Roma lo lloraba. Y también se olvidó
de la segunda esposa, Octavia, la hermana de Octaviano, el que seria Octaviano
Augusto, el primer Emperador Romano. En fin, enamorado podrido. Para no detallar mucho, el pobre Marcantonio
se suicidó por ella, se tiró encima de
su espada y los japoneses aprendieron el harakiri. (Ni esto, inventaron los
japoneses...).
Llegó Octaviano. Octaviano,
vencedor de Marcantonio. Era el
candidato vencedor.
Pero Octaviano, Octaviano
Augusto, el Pío Augusto, el Buen Augusto
(como lo llamaba el poeta cascarrabias de siempre), el Primer Emperador Romano, era refractario.
No sabría decir si a Cleopatra solamente o a todas las mujeres.
El hecho está en que él también quería llevársela a Roma, como
Cesar. Pero no para hacerle una estatua, sino encadenada a su Carro de Triunfo
y que así la viera la plebe de Roma.
Entonces Cleopatra,
sabiéndose derrotada, se vistió de sus mejores paramentos reales y ofreció su pecho – y ¡que pecho! -a
la mordida del áspid, que era el símbolo del poder soberano. Octaviano, el futuro Emperador, la vio así,
en su cama de oro, mientras aquella
alma superior, orgullosa, desdeñosa,
intrigante y seductora abandonaba para siempre el cuerpo de la Femme Fatale,
la más femme fatal de la historia.
Nota cómica:
Han entendido quien es el Guillelmito Sacudelanza?
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