5 mar 2013

L.- Personajes.- 19/54 CLEOPATRA


C L E O P A T R A   
                                                      ( 55 d.c.)

Y ahora deberíamos hablar de  Cleopatra, Cleopatra Tolomei, la VII ª.
Varios personajes hablaron de ella: un cierto Plutarco, un fulano Dion Cassius, un tal  Guillermo Sacudelanza y varios más. Y ha aparecido como  heroína en una serie de películas generalmente de pésimo gusto   y sin respeto a la verdad histórica. ¿ Que es lo que se puede agregar a tantas historias ya contadas por “cuenta cuentos” de varios  calibres? Probaré a referir episodios que la mayoría de la gente no conoce únicamente porque la mayoría de la gente no ha leído ni Plutarco ni Dion Cassius, ni el Sacudelanza ese. 
También esa mujer era hija de rey. Pero no era bellísima, según los cánones, como las anteriores. Era sencillamente fascinante. Fue la femme fatale, la más fatal y la mas  hembra de la historia.


 El historiador Dion Cassius escribió de ella: fascinó  a los dos hombres más grandes de su tiempos  y por culpa del tercero se destruyó a sí misma. Naturalmente se refería a Julio Cesar, a Marcantonio y a Octaviano Augusto, el primer Emperador Romano. La femme fatale no era nada modesta en sus aspiraciones.

Por los retratos   que tenemos de ella, nos aparece como mujer con labios sensibles, carnosos, mandíbula fuerte reveladora de carácter,  frente amplia, nariz decidida y prominente (la nariz de Cleopatra pasó a la historia) y unos maravillosos ojos aterciopelados. Además de eso, tenia  seno bellísimo que ella  exhibía lo mas posible, según la moda del tiempo, para gozo hasta de los eunucos de la corte.  ¿Y la voz?
Plutarco nos dice que la voz de Cleopatra tenia la gracia de un instrumento con varias cuerdas y agregó que si Platón había enseñado a sus discípulos que en las mujeres existían cuatro tipos de seducción, entonces  Cleopatra debía de tenerlas por docenas, y no solamente cuatro. Y si lo dice Plutarco,  por algo será.
Qué puede hacer un pobre hombre cuando tropieza   con una femme fatale  de ese tipo?


Bueno. Cleopatra era Reina de Egipto, nacida en Egipto,  pero no era egipcia. No tenía ni una gota de sangre egipcia.  Era Macedonia, griega en fin, y descendiente de Tolomeo, uno de los generales, Diadocos, de Alejandro de Macedonia. Y los Tolomeo estaban gobernando  Egipto desde los tiempos de Alejandro, o  sea desde hacía mas de trescientos años. Era la hermana-esposa de Tolomeo XIII, según una antigua tradición incestuosa - faraónica que no debería escandalizar ni a los Hebreos, descendientes de Abraham y su hermana Sara. 
No divaguemos.
Todos los hechos históricos son complicados, varían según los puntos de vista: la verdad del vencedor y la verdad del vencido. Y en el caso de Cleopatra son o deberían ser conocidos y yo no tengo ganas de repetir cosas  requetesabidas. Quisiera solamente aclarar que nuestra heroína, la grande Cleopatra, que ese poeta italiano, el cascarrabias Dante,  coloca despiadadamente en el infierno,  en realidad lo que  ansiaba  era aumentar el poder de su patria adoptiva, Egipto, cosa que todos los patriotas y  políticos  dicen que hacen o que  quieren hacer. Y acrecentar el poder de su familia, cosa que todos lo políticos también hacen. Identificamos  casi siempre a la patria con nuestros intereses: el dinero, la tranquilidad, la fama, la gloria, la ambición, según los varios personajes.  Así que nada hay  que reprochar a Cleopatra. ¿De qué medios se valió, para sus  fines? Se valió de la enorme capacidad de seducción que tenía.  Cada cual combate con las  armas que tiene y Cleopatra estaba muy bien armada, como hemos dicho.
 César se enamoró de ella.
 Cayo Julio César, uno de los mas grades hombres del mundo, el conquistador de las Galias – que podía tener las mujeres que quisiera - se enamoró de Cleopatra,  hasta le hizo una estatua de oro. La puso en el Templo de Venus Genitriz, en Roma. Y la recibió en Roma, a ella, no solamente a la estatua, con  trato de verdadera reina y no de vencida.  Le ofreció su Villa Romana para sus encuentros amorosos. Y allí tuvo  un hijo con ella.  Cesarione. Cuando en los Idos de Marzo César cayó apuñalado en el Senado, ella se regresó  a Egipto. Pero no se  quedó tan tranquila cuando en la escena política apareció Marcantonio, o Antonio sencillamente como lo llama el inglés ese Sacudelanza. Y también Marcantonio   se enamoró de ella. Por lo menos Cesar la había tenido como amante, aunque con estatua de oro, pero Marcantonio se casó con ella.  Y con ella vivió una decena de años, olvidándose de la esposa Fulvia, que en Roma lo lloraba.  Y también se olvidó de la segunda esposa, Octavia, la hermana de Octaviano, el que seria Octaviano Augusto, el primer Emperador Romano. En fin, enamorado podrido.  Para no detallar mucho, el pobre Marcantonio se  suicidó por ella, se tiró encima de su espada y los japoneses aprendieron el harakiri. (Ni esto, inventaron los japoneses...).
 Llegó Octaviano. Octaviano, vencedor  de Marcantonio. Era el candidato  vencedor.
 Pero Octaviano, Octaviano Augusto, el Pío Augusto, el Buen Augusto  (como lo llamaba el poeta cascarrabias de siempre),  el Primer Emperador Romano, era refractario. No sabría decir si a Cleopatra solamente o a todas las mujeres.
El hecho está en que él también quería llevársela a Roma, como Cesar. Pero no para hacerle una estatua, sino encadenada a su Carro de Triunfo y que así la viera la plebe de Roma.
 Entonces Cleopatra, sabiéndose derrotada, se vistió de sus mejores paramentos  reales y ofreció su pecho – y ¡que pecho! -a la mordida del áspid, que era el símbolo del poder soberano.  Octaviano, el futuro Emperador, la vio así, en su cama de oro,  mientras aquella alma  superior, orgullosa, desdeñosa, intrigante y seductora abandonaba para siempre el cuerpo de la Femme Fatale, la más femme fatal de la historia.


Nota cómica:
 Han entendido quien es el Guillelmito Sacudelanza? English!  English!  Translate it to English.





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