18 mar 2015

2ª EDIC.ESP. 5/100 ISAAC REBECA ESAU JACOBO ( ISRAEL) RAQUEL Y LEA

5/100 Isaac y Rebeca, Esaú,  Jacobo-Israel, Raquel y Lea. 


Con esos tipazos de  Patriarcas y de  Matriarca tipo Rebeca, la cuestión adquiere características especiales, inusuales para la época. Habrá  engaño,  falta de respeto para el anciano padre, una especie de versión  de comedia a  la Plauto como el enmascarado  con piel de cabra para birlar al viejo; habrá robo, mala fe,  celos entre las esposas y concubinas, en fin situaciones cómicas al estilo Comédie- Française.
Pero vamos por orden.  
Después de un buen número de años de casados, Rebecca, la chica ingenua que  por la  emoción se había caído del camello al ver, aun de lejos,  a su prometido Isaac, finalmente tuvo una agradable sorpresa. No uno, sino dos pequeños hijos gemelos. Y como a veces  sucede  entre los hermanos, los dos nenitos  comenzaron inmediatamente a pelearse entre sí, incluso en el vientre de la madre.
 Con el tiempo, el buen padre Isaac demostrará una preferencia por Esaú, el que salió primero a la luz.  En cambio, la mamá  tendrá sus preferencias para Jacob, quien   será  más tímido,  dulce,  pero nada  tonto.  El tiempo pasa… los niños crecen…acné juvenil… las madres dulcemente  envejecen... y un día marcado por el destino  el fuerte  Esaú,  experto cazador,  llegará a la casa cansado y con un apetito formidable; y un plato de lentejas pasará a la historia. Se veían tan deliciosas, esas lentejas, incluso sin chorizos,  que Esaú, golosísimo, pidió un poco  de  aquel manjar  al hermanito. Y el listísimo Jacob,  con carita de tonto, le propuso el cambio, el trueque,  el cambalache,  lo que al fin no era sino un intercambio infame: te doy mis  lentejas  y tú me pasas  tu  derecho a la primogenitura. Los Derechos de Primogenitura no eran algo solamente formal y emocional, sino  que comprendían  sus  valores económicos de  preferencias en el momento de la herencia. Esaú, goloso, hambriento y un poco apendejado, no se quedó a pensar mucho en ello.  ¿Qué hago ahora con mi primogenitura si me estoy muriendo de hambre? Y aceptó.
 Sigue pasando el tiempo.
 Cuando el anciano padre Isaac se hizo aún más viejo y casi ciego, quería cumplir con la tradición y bendecir a Esaú, que era y siempre consideró a su primogénito; y quería pasarle oficialmente  la autoridad que la tradición le concedía. Pero la astuta  Rebecca  y el no menos astuto Jacob  confabularon  tramposos para  engañar al viejo Isaac. Decidieron que, aprovechando la ausencia de Esaú,  cazador incansable, el tramposo  Jacob se vistiera  con una piel de cabra de manera que el padre viejo y casi ciego, al tocarlo para reconocerlo, pudiese suponer que se trataba de su peludo preferido Esaú y lo bendijera oficialmente.
Y así sucedió.
 Pobre Isaac ¡el otrora salvado por Dios del cuchillo obediente asesino!  El pobre viejo Isaac, senilmente aturdido, medio ciego y ahora burlado, dio su bendición...y los Derechos de  Primogenitura   y todo lo demás al  hijo que  creía que era Esaú, pero que sin embargo  era Jacob vestido con una piel de cabra. 
Cuando después  de eso  por fin a Esaú se le abrió el bombillo,   y se dio  cuenta del engaño, se encabritó como una bestia. Tenía razón, claro.  No recordaba o no quería recordar el acuerdo alcanzado hace años con su hermano. Solamente se sintió engañado, tomado por tonto y fuera de sí, con cuchillo en la mano, la baba  a la boca,  comenzó a revolver toda la casa para encontrar a Jacob y matarlo en el acto.  ¡No era broma! La mamá, dulce y tramposa mamá  se asustó y  preocupó tanto que  apenas posible envió a su favorito Jacobo a esconderse en  la tierra y en la casa de su hermano,  Leban, hasta  que la rabia le pasara a Esaú. Y así sucedió. Isaac llegó todavía temblando  a las tierras de su tío,  y después del abrazo y  cuentos,  Jacob vio a su prima Raque que lo estaba mirando, interesada. Le gustó la chica de inmediato, y se enamoró de ella. Al acto. Inmediatamente.
 Pero no tenía dinero para comprarla, como era costumbre en la época. Así que con su tío llegó a un acuerdo. Tú  trabajas siete años por mí y yo te autorizaré la boda con mi hija Rachel.
Y Jacobo cumplió con el pacto, trabajó duro y sin ni siquiera tocar a la chica. Solamente miraditas  apasionadas y de lejos!
 Finalmente llega el día de la boda,  alegría, fiestas  bebidas...Pero la noche de bodas, la famosa primera noche, nuestro Jacob, de hermano que engaño a Esaú, será el mismo engañado a su vez.  ¿Cómo fue?
 ¿Por qué?  Porque  por  aparente vicio de familia también el tipo ese, el tío  Leban,  era un tramposo  aprovechador. Por la noche, en la cama de Jacobo, puso de contrabando, perfumada y ansiosa, a su hija mayor, Lea.
Era un poco feúcha esa Lea,  y con algo de  defecto en la vista... También era fea la acción de engañar a Jacobo... pero como buen  padre Leban tenía que encontrarle un marido, aun que fuera un marido a media con su otra hija. Cuando el fogoso y medio borrachito Jacobo por fin   entró al dormitorio, quizás por el vino, quizás por la poca iluminación, no pudo reconocer a Lea, pero sí, lleno de pasión, la conoció   en el sentido bíblico,  la conoció, la re-conoció, y la re-re-conoció y  re-vigorosamente toda la noche creyendo que fuera su amada Rachel.
Aquel tramposo de  Leban quería llevar dos pájaros de un tiro, y a la mañana siguiente, propuso al  exhausto pero decepcionado Jacob:
 No te preocupes, Jacobo bello, tu estas casado ahora con Lea, pero te daré también como esposa a mi hija Raquel que te gusta tanto,   pero  tu deberás  trabajar otros siete años para mí.
¡Hubiera tenido que mandar a todos al carajo!  Pero no lo hizo. Y aceptó la nueva propuesta.
Otros siete años de trabajo, 14 en total. Pero en todo ese tiempo Jacob se convirtió en hombre rico.  Para convertirse en rico casi siempre hay que olvidarse de ciertos  buenos principios.  No sabemos lo que pasó con Jacob.  Pero si sabemos que los otros familiares de la familia de Laban, celosos  y envidiosos de su éxito económico, trataban de hacerle la vida imposible.
Entonces intervino una vez más el dios de los judíos  que ahora, sí, era Yahvé y  le aconseja y  ordena  de volver a la tierra de sus padres,  Isaac  y Rebeca.  Obediente y temeroso de Yahvé  el querido Jacob huyó de la casa de su tío,  cobrándose su liquidación que eran sus dos esposas, Raquel y Lea, una en cada mano.  Me parece justo.  Y algunas otras cositas  y los relativos camellos, también ellos temerosos y obedientes, además de impasibles. La  joven  Rachel, quizás para tener un recuerdo romántico de su propia  familia o por rencor al viejo padre  por querer  obligarla a esperar  tantos otros largos años antes de  dejarse “conocer” por su Jacob, ¿que había hecho antes de escapar? Había robado algunas  otras cosas valiosas de su padre, un icono bello y precioso  que el viejo Leban tratará siempre de conseguir y no conseguirá nunca. En resumen,  era toda una familia de gente honesta.
Pero lo del divertido e histórico evento durante la huida  de todos esos señores respetuosos de la propiedad ajena, fue que se produjo el maravilloso evento que definitivamente calificó a Israel como el pueblo elegido por Dios. Habrá una especie de asalto, una pelea,  de un personaje misterioso contra Jacob. ¿Un ángel? ¿Dios mismo en persona? Al llegar al final de "combate", y al parecer sin ganadores ni perdedores en el sentido tradicional de  victoria o  derrota, sino como por  una especie de prueba,  el misterioso personaje decidió que de ahora en adelante Jacob ya no se llamará  Jacob, sino Israel y será el padre  de  una nueva estirpe-raza  "especial": los Hijos de Israel. Y desapareció.
 Jacob-Israel, cansado y sorprendido se dará entonces cuenta que había quedado medio cojo debido a  la lucha. Todo el resto de su  vida caminará cojeando.  Pero ¿qué importa a cojear un poco "por el resto de mi vida"  si  será el Progenitor de Estirpe?
 Algún tiempo después de este evento extraordinario, todo terminó en paz. Después de algunos años los hermanos gemelos se reunieron de nuevo. Ellos se olvidaron  de las viejas rivalidades. Y se abrazaron como debe suceder entre hermanitos.

Y colorín colorado

Este cuento se ha terminado.

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