4 / 100 ABRAHAM Y SARAH (2100 A.C.?)
Y
así llegamos a la época de Abraham. ¿Cuánto tiempo? Los tiempos bíblicos son
muy vagos y contradictorios. La gente vive, de acuerdo con las tradiciones, hasta cientos de años. Los años se
medían de una manera diferente.
Imposible que Noé haya vivido más de 900
años, aunque él haya bebido del mejor y
genuino vino, sin pisar los callos a
nadie. Se decía que Noé murió cuando nació Abraham. Y ¿quién lo sabe? Hay varios ejemplos de extraña longevidad...
El Faraón debía de ser un gran
degenerado sexual si le gustaban las mujeres como Sarah, la hermana-esposa de Abraham...
Cuando Abraham fue a Egipto por primera vez, para su negocio, viajó con su lindo camello de cara inteligente, y su esposa lo acompañó. Sabemos que en ese momento Sara ya era una
mujer de sesenta años. A los sesenta y
tal vez un poco más, la Sophia Loren
sigue siendo una mujer hermosa, más o
menos; pero con todos los truquitos de
la cirugía plástica. Seamos francos, ¿cómo podría ser una campesina - nómada, de
sesenta años en aquellos tiempos?
Seguramente desdentada, arrugada, como si fuera de cien años hoy en día. Sin
embargo, se dice que Abraham tuvo que ocultarla por temor a que lo mataran a él,
y a su esposa se la llevaran para enriquecer el harén del faraón. Así que, o el
faraón era un degenerado y es posible; o nuestra pura y bella Sara no tenía más
de veinte años, para ser aceptable para un faraón que tenía a su disposición jóvenes de ambos sexos para sus necesidades
libidinosas. Y esto es aún más probable.
Inclusive nació después
otra historia, probablemente fantasía, diciendo que en la ocasión del viaje a Egipto, la matriarca Sara,
aun que pura y casta como se suponía debía
de ser, había tenido, tal vez obligada,
un lindo ju ju con el Faraón. ( Ju ju es un lindo
venezolanismo, por affaire ) Y que
debido a esa relación misteriosa y quizás política, haya nacido
el famoso Isaac-Israel, fundador de gentes, el padre de José. Sí, por supuesto, José, el
hijo predilecto de Rebecca, vendido por sus hermanos malvados a beduinos del
desierto, quienes a su vez lo vendieron
a Putifar, el ministro egipcio; ese mismo José que después llegará a ser importantísimo ministro de otro
Faraón, al tiempo de los siete
años de vacas flacas. Y por eso se dijo que pudo convertirse en ministro de Egipto: porque tenía sangre faraónica en sus venas. Estamos en arenas movedizas.
Seguimos.
Otro caso de cómo los años se calculaban de una
manera "bíblica" es que Agar,
la bella esclava etíope amante concubina
de Abraham, autorizada por
Sara, una vez desterrada del clan tendrá en su regazo al "nene" Ismael, el futuro fundador
de las doce tribus de Arabia; y que el “nene”
acurrucado en su regazo, tenía la
tierna edad de 16 años.
Bueno, en fin, hay un montón de historias y chistes uno más exagerado
que el otro.
¿Qué sabemos ahora? Si no podemos todavía dar
un juicio histórico objetivo sobre los graves acontecimientos ocurridos
solamente hace 50 o 100 años, ¿cómo
podríamos estar seguros de la realidad histórica de tradiciones con cientos
de años?
Así son
y así eran los cuentos de hechos antiguos y las tradiciones de todas las religiones. ¿Qué
podemos saber? Veneremus cernui, se canta en un himno religioso. Y nosotros adoraremos,
remisivos, sin pedir nada, ciegamente.
Bien. Al igual que nos ocurrió con Lenin, Stalin,
Mussolini y Fidel, que creímos en ellos,
toda la vida. Y un buen día llegan otros y nos dicen que eran
criminales.
En resumen, somos bien frágiles si
creemos en todo lo que nos dicen. Y ahora, después de haber hecho este maravilloso
descubrimiento, volvemos a hablar de nuestro Abraham.
Nuestro Abraham y su gente nacieron en Ur, Caldea - Sumeria, en el sur
de Irak. Pero tal vez ni siquiera se originan en esa región de Sumer, quizás mucho más lejos, en la India, de las zonas el
Rio Indo, donde una antigua civilización
había florecido en Mojenjo Darío.
Y
tal vez, al igual que sus casi parientes, los gitanos, hayan sido expulsados de sus regiones primitivas por
una emigración indefinido de conquistadores Arios. Tal vez, quién sabe,
los Aqueos rubios de Homero. O ¿los Dorios? Conjeturas, claro, que sin embargo,
entran en las posibilidades.
Lo menos fantasioso es que este Abraham,
oriundo de Ur, Sumer, después de haber oído las sugerencias de su dios, haya decidido
emigrar al norte, hacia una nueva indefinida tierra prometida, donde
todo es verdor. Prometida por Dios, por
supuesto. De parte de su Dios. Estos grupos tribales antiguos tenían
cada uno sus propios dioses especiales, así como los romanos tendrán sus dioses
domésticos, los Lares.. Y si
viaja ban, se los llevaban con ellos.
Como los soldados y choferes del taxi
tienen las estampillas de santos
patronos.
Así que
Abraham salió de Ur, Mesopotamia .
El
trajo consigo a su anciano padre Tajor y ya que era "selectivo", por
no decir racista, se casó con su hermanastra Sarah. Para evitar la
contaminación de sangre, por supuesto.
Y con sus camellos comienzan sus
andanzas.
Quizás esta primera tentativa de
emigración no fue la más apropiada y en la nueva tierra, en Harán, el anciano
padre murió a la tierna edad de 205
años.
Dios le habló a Abraham de nuevo y éste
se volvió a marchar. Y pensaba darle en el camino un aventón al sobrino Lot, que
vivía en Sodoma. Sí, Lot, el tipo aquel
que tuvo la suerte de que su mujer muy metiche y curiosa se transformara en sal.
El asunto fue así: Los Textos Sagrados dicen
que Dios, en gran confianza, como en una
confabulación secreta, había dicho a Abraham que destruiría Sodoma y Gomorra,
dos ciudades llenas de vicios y pecados. Dios es Dios, pero parece le guste a veces tratar de prohibirnos las cosas sabrosas que
más nos gustan a nosotros pobres mortales.
Entonces fue cuando Abraham se acordó
que su sobrino Lot vivía en Sodoma, y pidió el favor a su Dios que lo salvara a él, a su familia y a su casa. Dios estuvo de acuerdo en hacer el favor al
sobrino de Abraham. Y así comenzó la serie de favoritismos, el
nepotismo, como variante
aceptable de la conducta humana.
Pero
Dios puso una condición a Abraham: la
contraparte. El Do ut des, dirán
los romanos. Tú me ayudas a mí y yo te ayudo a ti. Típica formula
mafiosa. Y eso sucede desde entonces en
todo el mundo. Como también en el Paraíso, evidentemente. También para el Padre Eterno.
La
condición impuesta por Dios a Abraham era que ninguno de su familia
volviera la cabeza para ver el
horror del gran Castigo de Dios a las
dos ciudades del pecado.
Pero... ¡las mujeres! La esposa de Lot no pudo resistir la curiosidad femenina
típica de curiosear lo que estaba pasando
con sus amigas. Volvió la cabeza. Y
quedó petrificada, allí mismo, en una estatua de sal.
Aterrorizado nuestro valiente Lot, junto
con sus dos hijas se escondió, en una
zona solitaria donde nadie podía encontrarlo.
Pero después de algún tiempo, las dos hijas se
cansaron de estar a solas con el padre
trabajando en remendar calcetines y sin
un novio para el fin de semana.
Las mujeres, en aquellos tiempos, buscaban
desesperadamente un marido para tener
aquella descendencia masculina
que asegurara la continuidad del
clan-tribu y de paso, les dará alguito de autoridad a ellas. Eso era prioridad para ellas y en resumen, la
función femenina era producir hijos. Y quizás podía aspirar a valer algo si los
tenía.
En la ausencia de hombres, ¿que decidieron hacer estas dos mozas? Emborracharán por lo menos un poco al respetado padre
que, se da el caso, es también hombre, y en abstinencia…
Y... "concibieron de él" (Génesis 19-30 y 19-38).
Así que las dos mozas, no para satisfacer sus
deseos lujuriosos y vergonzosos,
sino sacrificándose por el bien de la tribu,
cometieron uno de los primeros incestos de la historia.
Mientras tanto el valiente Abraham, siguiendo con su
peregrinar, siempre temeroso y
respetuoso del poder de Dios, con toda su
tribu, hombres, mujeres, niños,
varios perros y gallinas, camellos, y al son de canciones, cantos y alabanzas, llega por fin a la tierra de Canaán, la zona de la Tierra Fértil, más o menos la
actual Palestina e Israel. ¡Que linda!¡Qué bella! Una tierra hermosa llena de
verde. La famosa Tierra Prometida. Como era bello nuestro valle…
Nada tonto, nuestro Abraham. Dejar el desierto y quedarse en esa fértil y
bella tierra. Esta tierra es nuestra.
¿Quién se va a oponer si nos la dio Dios mismo? Y allí, en Siquem, fue poniendo sus tiendas de campaña. Y ¡puso
la bandera!
Y de allí, con el tiempo, deambulando, a
pie, con camellos, como sea, inició la
exploración y el comercio en toda la zona, incluyendo viajes a Egipto.
Y
todos en su tribu eran ya felices y contentos.
Pero....resulta que él
personalmente no estaba todavía feliz y contento de verdad.
¿Por qué? Debido a que su querida y amada y buena
esposa Sara, ahora de 75 años, aún no le había dado el hijo tan
esperado.
Así que Sarah, no se sabe si de buena o
de mala gana, accedió en fin a seguir
ciertas tradiciones antiguas y en cierto sentido autorizó a su marido para tener relaciones
maritales con su esclava etíope, la joven, bella y bonita negrita Agar. De acuerdo a la ley del tiempo, el niño que el hombre
pudiera tener con la esclava de su mujer
era considerada como hijo de su misma mujer. A todos los efectos legales. La madre biológica no importaba en absoluto:
era solamente una esclava y nada más. Una simple portadora. Cómo alquilar
su vientre, de hecho.
Así que la complaciente y generosa Sara hizo todo esto de
acuerdo a las tradiciones y poder así
obtener legalmente el heredero varón tan
deseado y asegurar la continuidad de la familia.
Abraham entonces y siempre obediente, dio una
miradita de soslayo a la hermosa negrita que su esposa le proponía y que le sonreía
con ternura y algo de coquetería. Hombre de experiencia, fingió que era la primera vez que él la miraba y aceptó
con aparente indiferencia la propuesta de Sara. ¿Resignado? ¿Con alegría? No
sabemos. Mejor no saberlo.
Comenzó el merecumbè con la negrita.
Y dale y dale, finalmente el niño nació y le pusieron por nombre Ismael.
¡Aleluya! ¡Aleluya! Ha llegado el hijo varón.
Pero el
buen Abraham, que mientras tanto había alcanzado la bella edad de 86 añitos, inclusive
después del nacimiento de Ismael continuaba impertérrito a obedecer a su esposa y a solazarse con la esclava.
Abraham era evidentemente hombre
prudente. Sin duda pensó que lo mejor era buscar un segundo hijo, aun
que fuera un poco negrito, para asegurarse la continuidad de la tribu. Hombre sabio era
Abraham.
Sin embargo, las mujeres son las
mujeres, y todas estas repetidas
visitas de Abraham a la tienda de Agar comenzaron a molestar a Sara. Y también
Sara recurrirá a Dios. Y Dios se moverá a compasión
por las oraciones de la mujer y
le enviará al ángel office boy siempre disponible y con la siempre hermosa parafernalia de una Anunciación
con todas las reglas.
El Ángel de Dios le dijo a Sara asombrada que debería
sentirse feliz, porque ella, Sara, habrá de tener ella misma,
de su vientre, el hijo tan deseado. Sara
era una mujer. Las mujeres son a veces
irreverentes. Miró el ángel de Dios y dejó escapar una ruidosísima carcajada. ¿Cómo es posible
que a mis 75 años pueda tener un hijo? Y reír y reír...
Sara será la la única persona que se ríe en la
Biblia. Nadie se ha reído nunca,
inclusive ni un poco. ¡Todos siempre
muy serios!
Todos, menos Cam, y sabemos como terminó.
Pero los designios de Dios son inescrutables.
Efectivamente
Sara tendrá a su hermoso bebé, de una sola pieza, enterito, perfecto, que
lloraba y comía como un lobato. ¡Y Sara será feliz! Y Abraham también.
Ella tenía 75 años, él 86.
Incluso hoy en día, los científicos de todo el mundo se preguntan
qué
tipo de hierbas milagrosas debe haber encontrado Abraham y Sara en
aquellos desiertos, llenos de escorpiones.
Por eso hay una buena cantidad de visitas
turísticas a Palestina. ¿Que van por arqueología? ¿Para visitar lugares
interesantes? ¡Ni pensar en eso!
Van en busca de aquellas hierbas milagrosas y todavía no las han encontrado. Para recogerlas, estudiarlas, e industrializarlas.
Y ¡solamente así
finalmente terminarán todas las
luchas en Palestina!
Cuando llegó a sus 99 años, Abraham
recibió otra noticia de parte de su
Dios. ¿Qué sería el líder y fundador de
una gran nación, el pueblo elegido, pero que tenía que hacer un pequeño cambio en
la pronunciación de su nombre y el de su
esposa. De Abran a Abraham; y de Sara en
Sarah.
Y que para sellar y reconfirmar la siempre valida alianza entre Yahvé y su pueblo elegido, se recurriría a una
especie de Pacto de Acero, para que Dios
pudiera reconocer a su amado
pueblo: todos los varones deberían de
ahora ofrecer su prepucio a Dio.
¿Qué es un prepucio a cambio de tal honor?
Y, entre otras
cosas, ¿poder así evitar el peligro de fimosis? Y el buen Abraham, con una mano firme a pesar de los 99
años, agarró un cuchillito afiladísimo, su Victorinox
y...zassss se cortó el prepucio a
sí mismo, lo cortó a Ismael y a todos los hombres del pueblo elegido.
Y…algo así como hacen los
militares: un Presenten armas, ¡arr!
Bien. Pasará otro poco de tiempo, y
Sarah, ahora mamá, será siempre menos
tolerante con lo de las conversaciones intimas de Abraham con su bella Agar.
Eh... sí! Porque el conejito Abraham,
aun que anciano, seguía impertérrito... Y un buen día la paciente Sara no pudo
resistir más y con el niño en los
brazos, le dijo bruscamente a Abraham que
las conversaciones intimas con Agar se habían terminado. Y que no la quería
ver más ni a ella ni a su hijo Ismael, el medio negro.
Eso y no más.
Dio la vuelta y se fue a sus cosas.
Eso fue todo.
Abraham como siempre obediente y
temeroso y nunca se sabía si por más miedo a Dios o a su esposa, le dio a Agar su indemnización
por despido, a ella y a su hijo Ismael,
a pesar de que él fuera su primogénito y los echó de la tribu. Le dio
pan y agua por un día. ¡Por un día!
Dicho entre nosotros fue una enorme coño de
madrada.
Y
Agar, con su Ismael en su regazo, se fue tristemente a una muerte segura entre
los escorpiones y las dunas del desierto, llorando su suerte.
Y acá interviene el Corán para ilustrar
ciertos detalles de la supervivencia.
El buen Dios, que es el mismo Dios-Yahvé
de Abraham, o sea, el mismo Dios aun que en versión
musulmana, el Misericordioso
Dios-Allah, interviene una vez más.
Yahvé, el Dios de Abraham, hablará siempre
hebreo; y Allah, el Dios de Abraham, hablará
siempre árabe.
Este Dios con doble ciudadanía, en algunos
casos favoreció a los judíos y en otros a los musulmanes...
Pero, ¿que pretendemos nosotros los hombres?
Si fuimos creados a Su imagen y semejanza, también Ellos, los Dioses, serán un poco como
nosotros, ¿sí o no?
Entonces,
nos dice el Corán que Dios, en la versión musulmana, de Allah, hizo que en medio del sediento e enfocado
desierto surgiera una gran fuente de agua cristalina y
fresca. Agar e Ismael se salvarán y desde ese momento Ismael será el iniciador
del pueblo árabe, de las doce tribus de
Arabia.
Las doce tribus de Israel y los doce tribus de
Ismael, Judíos y Musulmanes, descendientes ambas de los dos hijos de Abraham,
Isaac e Ismael, bien podrán comenzar a destriparse alegremente entre sí.
Y
todo eso por culpa de un ménage á trois mal digerido. Y una mujer. Y un
hombre débil. Y también culpa de un Dios
romano, Jano, Bifronte, de dos
caras.
Sigue
pasando el tiempo. Y pasa también
para Isaac, el hijo de Sara. Recordamos que él había quedado como el único hijo de su padre Abraham, ya
que la esclava etíope Agar y su hijo Ismael, habían sido expulsados del clan para placar los celos de Sara.
Se produce entonces un acontecimiento
extraordinario, que marcará el final definitivo de la utilización de los
sacrificios humanos, al menos en Asia Menor. Yahvé pide a Abraham como una
prueba más de su fe absoluta el
sacrificio en el Sagrado Altar del único
hijo Isaac
Abraham es aterrado. Y aunque aterrado de pensar lo que le gritará Sara, el debe acceder a la voluntad divina. Lleva al hijo
inocente en el Ara del Sacrificio.
Levanta el cuchillo asesino con el pulso que le tiembla, siente el
corazón explotarse en el pecho, los ojos se salen de las orbitas... y en ese preciso momento llega la caballería
de John Waine y la mano del ángel se clavará en el pulso que ya caía cruel e inexorable sobre el cuello del joven,
y...evitará el sacrificio humano.
Yahvé, satisfecho de la prueba de lealtad, se
conformará con un delicioso cordero.
E desde entonces nos llegó el buen
hábito de comer el cordero.
AGNVS DEI.
Pasarán otros veinte años y Sarah
morirá en sus 127añitos. Abraham, con su bella edad de 137 años, es todavía un
peregrino, un vagabundo, un sin techo. En la tierra de Canaán seguirá siendo
considerado un extranjero de paso. Por eso quiere dar una señal para indicar
que quiere establecerse allí.
Él quiere
el derecho de residencia, manteniendo su ciudadanía. Y desea comprar una tierra en Hebrón, cerca de Jerusalén.
Será poco más que una cueva, que se transformará en cementerio. Pagará 400 monedas de plata en
una especie de acto solemne, en presencia de todos los hititas ancianos. El
primer pedazo de tierra en Palestina para Abraham y sus descendientes.
Generalmente la Patria se consigue con
heroísmos, se conquista y se defiende con la espada, aun con asesinatos y se
alimenta con fanfarrias y fanatismos...
Pero
Abraham, es poco más que un
beduino, solamente un comerciante para
no decir vendedor ambulante. Pero astuto. Sabía lo que hacía. Por eso la había
comprado legalmente.
Después de esto el buen
Padre Abraham comenzó a preocuparse por conseguir una esposa conveniente
para su hijo Isaac, que a fin de
cuentas, debe de haber estado rozando ya
los cincuenta.
No podía ser una filistea cualquiera, sino de
buena estirpe. Y Rebecca fue la elegida,
sobrina de su tío Najor. La tradición dice que Rebecca, joven virgen,
cuando vio de lejos al hombre con el que había sido prometida, se quedó tan emocionada (no se sabe si porque
era bello o feo) que se desplomó del camello. Rebecca será la novia que después
de veinte años de matrimonio, finalmente
tuvo un parto. El primero y único.
Pero de ese parto no nació un hijo.
Fue un parto doble. Nacieron dos nenes.
Y serán
Jacob y Esaú.
Jacobo el futuro Israel. Y Esaú el de
las lentejas,
Mientras tanto Abraham
habrá llegado a sus 160 años. ¿Vejestorio? ¡No! El todavía con ánimos y energías,
viudo desde hace tiempo, después de
llorar Sarah de acuerdo con las tradiciones, en un cierto momento se había
casado de nuevo y con una tal Cetura.
Pero seguía solazándose también con varias otras concubinas, ya que Cetura no era tan exclusivista como
Sarah. Y le nacieron hijos aquí y allá.
Pero aquel viejo mandril de Abraham también era hombre cauto y envió a todos estos hijos
de última hora a vivir muy lejos, en
Arabia, a fin de no distraer la atención de su destino fatal al súper- candidato
Jacob-Israel.
Y
finalmente también murió el Padre
Abraham, venerado por los Judíos, en un primer tiempo, y luego también por los Cristianos
y por último, seis siglos más tarde, en los tiempos de
Muhammad, Mahoma, también por los
Musulmanes.
Así
que judíos, cristianos y musulmanes, en
el nombre de Jehová, de la Cruz y de
Allah seguirán a
despanzurrarse los unos a los
otros. Y
todos descendientes de Abraham.
Luego, con el tiempo, llegará un cierto
San Agustín, de Hipona, medio Romano y
medio Berebere, gran filósofo de la Patrística, para explicar al grey, con su sabiduría, que los judíos son solamente descendientes
carnales de Abraham, pero que los verdaderos hijos de Abraham son únicamente
los cristianos. Y dijo que así lo quiso Dios. Así dijo y así lo escribió. Y los cristianos desde entonces comenzaron a
mirar con más y justificada antipatía a
los renegados judíos, ya que no eran descendientes reales de
Abraham. Y trescientos años después de
San Agustín, al llegar a la escena el Profeta Mahoma y el triunfo del Islam, alrededor del año
600, siglo y medio después de la caída
de Roma, todos estos antiguos personajes
bíblicos personajes recibirán la ciudadanía islámica póstuma, con efecto retroactivo. O sea aun bastante
antes de que apareciera
el Islamismo.
Y el Islam nos dice
que el hijo que Abraham estuvo a punto de sacrificar no era Isaac sino
el buen musulmán de Ismael, y el
ángel que llegó a tiempo para detener la
mano del obediente Abraham fue enviado por Allah, el Misericordioso.
Pero esto es otra historia.
Por lo tanto, en la cueva de Macpela, en
Hebrón, y de acuerdo con la tradición judía, y luego también la cristiana, y parece que también musulmana, puedan
descansar más o menos en paz el padre Abraham, Sarah, Isaac, Rebeca y Jacob
(Israel), con Raquel y Lea, una a cada lado.
Y
después de todo eso yo no entendí bien
si eran hebreos, cristianos o musulmanes.
Pero, en fin de cuentas,
quizás ya eso no importe
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