DARÍO Iº, FILÍPIDES, LEONIDAS,
TEMISTOCLES, PAUSANIAS Y LA NINFA
MILETO.
( 500 a.c.)
Darío I, ¿quien
era este señor? El también de la misma
familia de Ciro II, se había casado con la hija de él, Atosa.
Y con Atosa tendrá a un hijo, el también famoso Jerjes I. También Darío
recibió el titulo de Grande y fue titulo merecido. Claro que como en muchos casos en la historia, lo Grande para unos es Enemigo para otros:
así que para los griegos, los griegos del Siglo de Oro, los Griegos formadores de nuestra cultura y
civilización, Darío era el enemigo, el malo, el Bárbaro, como Conan.
Todo comenzó
cuando en el 499 a.C.
una colonia griega, Mileto, patria de la bellísima Ninfa Mileto,
en la hodierna
Turquía, se rebeló contra los persas y con la ayuda de la
ciudad de Atenas, destrozó la cercana satrapía persa de Sardes. Imaginarse Darío, yerno de Ciro II, otro
Grande, el rey de Reyes, amo de medio mundo y todo lo demás: ¡ una afrenta a él
! ¡ al Amo y señor del Imperio mas
grande del mundo, una afrenta de parte de unos miserables comerciantes y
vendedores ambulantes de una colonia griega! Juró vengarse y como no era fuerte
de memoria, para no olvidarse encargó a un esclavo que le recordara, tres veces
al día, que debía vengarse de los Atenienses. Una especie de CARTAGO DELENDA
EST, ante litteram. Y así fue
que en el 499, mandó a un ejército de
50.000 hombres para castigar a Atenas. Pero los griegos eran los griegos, en
aquel entonces, arios descendientes de
los Rubios Aqueos, y no solamente hablaban de filosofía y de arte; a
pesar del orgullo gay eran hombres de
armas tomar. Dirigidos por el famoso Milcíades, en 490 a.C. vencieron a los persas
en la famosísima batalla de Maratón,
cerca de Atenas, con todo lo que
siguió: la extenuante mortal carrera de 40 kilómetros de
Filípides para avisar a Atenas de la victoria. Y eso fue el primer Maratón de la historia. El gran ejército
persa se retiró a Asia, derrotado.
Se retiró el ejército
de Darío, pero no había menguado el deseo de revancha por parte de los persas.
Y Jerjes, hijo de Darío, desenfundó otra ves el hacha de guerra en 484, con un
ejercito inmenso para la época: la belleza de 3.000.000 de hombres, según
Heródoto ; quizás 600.000 según
deducciones modernas , y 600 navíos. Y con este ejercito, Jerjes, al mando de las tropas, cruzó el Estrecho de
los Dardanelos por primera vez con un
doble puente de barcos que mandó a construir,
gran hazaña de ingeniería para la época.
Y al llegar este
ejercito inmenso al desfiladero de las Termópilas en 480 a.C. otro evento mítico
se verificó: el sacrificio heroico del
rey de Esparta, Leonidas y sus trescientos espartanos que con los otros 700 hombres de Tespi y
Tebas pusieron una resistencia desesperada hasta el sacrificio supremo de
todos, completamente todos, para dar
tiempo a la flota griega de replegar ordenadamente conservando sus barcos y
soldados. Cuando Jerjes llegó a Atenas y la encendió, surgió otra
figura mítica, el gran Temistocles quien pudo presentar batalla a la marina
asiática, siempre en 480. a.C., trayéndola
astutamente a un paso angosto en Salamina , cerca de Atenas, donde la destrozó
antes los ojos atónitos del gran Rey Jerjes.
Y al poco tiempo en la batalla terrestre en Platea 479. a.C. el ejercito griego,
mandado por el Espartano Pausania, después de matado el general en jefe Persa,
destruyó gran parte del ejercito ya
desbandado. El lugarteniente Persa, con
el rabo entre las piernas, llevó de regreso a Asia lo que quedó del otrora
orgulloso ejercito de Jerjes, de Ciro y de Darío. Como anécdota fuera de lugar,
recordaremos que en el siglo XIX, a la primera representación teatral de la obra LOS PERSIANOS,
llegó el momento en que Pausania se dirige a los habitantes de Salamina: “ Oh,
Salamini !!.. “ gritó el tenor con su bellísima y fuerte voz; pero el
publico era de italianos,,,, y al oír: Oh
Salamini, todos se rieron y el autor se fue enfurecido del teatro de La
Scala!
Pero, aparte esto,
es bello recordar que en esa zona del Este Europeo fue la primera vez en la historia que Europa
pudo defenderse de la invasiones de los “bárbaros” quienes en ese tiempo eran
las huestes asiáticas de persianos y sus aliados de todo medio oriente. En esta
misma zona, mas de diez siglos después, la
misma civilización occidental, el
Imperio Romano de Oriente, se salvó de
las invasiones de otros enemigos asiáticos y africanos, de religión musulmanas,
que fueron vencidos en la batalla de Acroinós, por el emperador León el
Isáurico, con o sin el fuego griego y con o sin la intervención de la Virgen Maria. Y
casi contemporánea fue la defensa cristiano europea en contra los mismos enemigos de la época, en
Poitiers, con la consiguiente epopeya
poética de los Caballeros de Carlos Martillo y Carlo Magno.
Pero es también cierto que ésta era y es la visión Europea, griega y Romana de los eventos relativos a Ciro II, Darío y Jerjes. Porque
la verdad es también que esos reyes,
máxime Ciro II y Darío I, vistos desde el ángulo visual de los pueblos
asiáticos que formaban el Imperio Persa, no eran absolutamente los bárbaros como los consideraban los griegos,
sino fueron magníficos administradores, muy buenos gobernantes y organizadores del Imperio.
Desde el punto de vista de la religión, había absoluta
libertad para los pueblos sometidos, no
había ni racismos ni persecuciones religiosas y, gran novedad para la época,
Ciro II y Darío I, empezaron por primera
vez en la historia a pagar a los obreros que trabajaban en construcciones para
ellos: así que los operarios eran remunerados! No sabemos si se habían formado
también sindicatos aun que la celeridad de las construcciones hace suponer que
no existían todavía.
Darío era también
hombre de visiones y inició la construcción de la bellísima ciudad de
Persépoli. También proyectó la
construcción de un canal en Suez que uniera el río Nilo con el Mar Rojo, para
evitar la circunnavegación de África: El Canal de Suez estuvo ya programado y
estudiado dos mil quinientos años antes
de que lo hiciéramos nosotros, los Europeos civilizados, por Darío I,
el “ Bárbaro Asiático “.
Y la bella ninfa
Mileto? Quizás responsable de esas
guerras siguió escondiéndose y mostrándose, coqueta, entre los bosquecillos de
Mileto.
Bueno, vino el meteoro de Alejandro de Macedonia, no el Grande, sino
el Grandísimo, quizás el más grande conquistador de todos los tiempos. Vino,
conquistó, satisfizo su ego, amó el arte, las batallas, los hombres, las
mujeres, esparció la cultura y civilización griega, se murió, le sucedieron sus
amigos amantes descendientes en el
importantísimo periodo del helenismo, quienes trataron de imponer otros dioses:
quizás los circuncisos, hombres al fin, hubieran
podido aceptar a la rubia Afroditas,
que sus gracias las tenia; pero al
llegar al Padre Zeus, con todos esos
rayos y saetas, la cosa fue menos digerible. Así que
fue el turno de los hermanitos Macabeo para
levantar a la población contra los filo griegos-seleucidas. La fiesta
judía de Janucá conmemora
este hecho y se prenden las velas de la Janucá, un candelabro de 9 brazos; una vela la primera noche, dos la segunda y así
sucesivamente, hasta prender las ocho velas la última noche, además de la luz
superior, denominada “shamash”, que es la que sirve para encender todas las
demás. Y a la luz de la Menorah de nueve brazos el Estado Judío
adquiere plena autonomía. Primero
gobernarán los Fariseos y después
los Saduceos. Pero luchas dinásticas y tensiones internas terminarán
provocando la intervención de Roma, ama y señora del mundo antiguo. El año 63 a.C. las Águilas Romanas
llegaron a Palestina, Pompeyo
conquistará Jerusalén y con el tiempo todo se fundará en la Provincia Romana
de Siria. Y con los Romanos, llegó Herodes. Otro Herodes, el Grande; él
también el Grande.
No hay comentarios:
Publicar un comentario