22 feb 2013

L.- Personajes.- 13/54 CIRO-CRESO-SOLON


    CIRO II, CRESO, SOLÓN y LIBERACIÓN DE LOS JUDÍOS      
                                  ( 600 a.c. )

Con Nabucodonosór  comienza la cautividad en Babilonia para la  tribu de Judá, prácticamente la única que había quedado de las míticas doce iniciales. Desde entonces  en adelante los Israelitas podrían llamarse Judíos. Se registran dos deportaciones principales: una en el 597 a.d.C., cuando fueron trasladados solamente los nobles israelitas, los guerreros y los artesanos, las elites, en fin. Y otra en el año 586 a.d.C.,  diez años después, cuando el ejército de Nabucodonosór destruyó Jerusalén y la mayor parte de la comunidad israelita que quedaba fue deportada a Babilonia. En la época de la segunda deportación, un importante grupo de israelitas logró huir a Egipto;  sólo a los campesinos más pobres e ignorantes se les permitió permanecer en Palestina y, en consecuencia, la disolución política del Israel independiente se convirtió en un hecho.
Con Na
Pasan nada más que 50 años y por los cursos y recursos de la historia el reino de Babilonia cae bajo la espada de Ciro II, Persa.  Denominado el Grande, Ciro fue el fundador del Reino de Persia y logró formar el imperio mas grande hasta entonces conocido.  Era considerado Rey de Persia, Rey del Mundo, Rey de Babilonia y Rey de Acad. Su imperio duró poco mas de doscientos años, se reforzó con Darío I, otro Grande, pero se cayó definitivamente bajo Alejandro de Macedonia, que no era solamente  el Grande sino el Grandísimo. 
La ciudad de Pasargadas  parece dividió el honor de ser la Capital del Imperio con Susa. Fue un hombre hábil, ese Ciro. Conquistó la Media, conquistó la Lidia y conquistó Babilonia. En la lucha por Lidia, peleó contra Creso, el famoso hombre mas rico del mundo y el buen Heródoto nos  cuenta que Creso, rico,  astuto y supersticioso, antes de la guerra se había dirigido al Oráculo de Delfos: y el Oráculo de Delfos, como la mayoría de las visiones proféticas de los sacerdotes de todos los tiempos, dio una respuesta que se pudo interpretar en diferentes maneras:” Si tu irás a la guerra, destruirás un gran Imperio”. Contento del responso, Creso atacó Ciro y efectivamente destruyó un gran Imperio:  el suyo propio, el Imperio de Creso!
 Pero hay otro “ cuento “ del  mismo Heródoto que nos relata algo interesante sobre Creso,  Ciro y el sabio Solón:
           “ “ Algunos años antes  el hombre mas rico del mundo y el más sabio cenaban juntos. Creso, el rico Rey de Lidia, le preguntó a Solón, el sabio, quien seria el hombre mas feliz sobre la tierra, convencido que el sabio  le contestaría  que seria él, Creso, por su poder y sus riquezas. Pero Solón dijo que  estaba pensando en un hombre que  vivió  hace un tiempo en Atenas y se llamaba Telo, que era un hombre honesto, que trabajaba seriamente, que pudo educar  bien a sus hijos y que cuando ellos crecieron él se alistó en el ejercito de Atenas  y dio su vida en defensa de la patria.  Creso casi se molestó y le pidió al sabio otros ejemplos. Y el sabio le contestaba siempre hablándole de casos  de rectitud y moralidad. Por fin Creso explotó preguntándole porque no  le tenia   en cuenta  a él y   restaba importancia a su riqueza y  poder anteponiendo   unos pobres diablos al rey mas rico del mundo. A lo cual el sabio contestó que nadie puede decir si una persona ha sido realmente  feliz  o no hasta que se mueras; pues nadie sabe qué malas suertes puedan sorprendernos  y llevarnos a la miseria.  Años después Ciro II el Grande conquistó el Reino de Lidia, venció a Creso, lo despojó de su poder y riquezas; sus soldados lo arrastraron a la plaza publica, listos para quemarlo vivo. ¿De que le  servirían ahora todas sus riquezas? El pobre Creso, herido, golpeado, asustado, estaba en la pira y de repente se acordó de Solón. – Ay... Solón…Solón….comenzó a quejarse. Quiso el destino que el vencedor rey Ciro pasara por allí, oyó los gemidos, le preguntó a Creso porque invocaba a Solón, el gran sabio.  Y Creso con voz entrecortada le contó de cuando Solón hace unos años  lo había visitado en su palacio real y de lo que le había dicho en aquel entonces. El gran Ciro quedó muy afectado por el recuento y se preguntó si alguna vez podría perder él también su poder:¿no deberían  los hombres ser misericordiosos  con aquellos caídos en desgracia? …  haré con Creso lo que quisiera que otros hicieran conmigo.”
 Y la frase anticipó cierta máxima religiosa: la de no hacer a los demás lo que no quieres que los demás hagan  contigo; sin pretender ser hijos de dios.
Puso en libertad a Creso y lo hospedó en su palacio con todos los honores.  
Y la anécdota revela las actitudes del gran Ciro. Utilizando una expresión moderna podríamos decir que fue un gran democrático y que se anticipó muchísimo a sus tiempos. Él nunca usó el sistema de la deportación en masa de los pueblos vencidos como se usaba en aquellos tiempos. Todo lo contrario. El permitió a los hebreos regresar a su Palestina, a su bien amada Jerusalén, y a los arameos regresar   a Siria, su tierra de origen.
  Se destaca por una política de concesiones hacia los pueblos vencidos, en muchísimos casos satisfechos con el trato recibido y que no pagaban más que un tributo muy razonable. Y parece que muchas regiones hayan mantenido cierto grado de autonomía, como Cilicia, Lidia y las ciudades griegas. Fue también muy tolerante en asuntos de religión y al permitir el regreso de los judíos a Palestina, Isaías el profeta lo presenta como enviado de Yahvé. Y Jenofonte, el mismo Jenofonte que tanto nos hizo  sudar en los bancos de liceo con su  Anábasis, nos presentó a Ciro como el monarca ideal. Claro que la malas lenguas podrían sostener que más que ayudar a los judíos de Babilonia quiso deshacerse de ellos: pero de hecho fue que los autorizó  a regresar  a sus tierras. Aun que, como se puede imaginar, después de 50 de vida  bastante buena en Babilonia, donde  tuvieron hasta  tiempo libre  para  escribir el famoso Talmud de Babilonia, la mayoría de los judíos no regresó a Palestina:  se convirtieron en una parte de la diáspora, o sea  grupo de judíos disgregados entre diversos territorios fuera de Palestina. Los que regresaron a Palestina, en Jerusalén, en el antiguo Reino de Judá, comenzaron pacientemente  la reconstrucción del Templo que se terminará para el  406 a.d.C.  ( será el segundo Templo ) y vivieron mas o menos independientes  bajo los Persas,  con Darío I hasta que mas adelante llegó otra estrella fugaz, el Grande Alejandro de Macedonia con el consecuente Big Bang de la helenización de todo el Oriente Medio y de Medio Mundo.


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