JUAN CALVINO
1509-1564
“Ahora que Dios nos dio el Papado,
vamos a disfrutarlo”.
Puede ser cierto o no cierto que el embajador veneciano presente a la coronación de Papa León X haya dicho que el recién nombrado al Solio le había confiado esta frase: así como puede ser cierta o no cierta o parcialmente cierta la famosa TAXA CAMARAE, siempre del mismo Papa; pero lo que sí es cierto es que el ambiente excesivamente mundano de la corte Papal máxime en aquellos tiempos tenía poco a que ver con las enseñanzas de Cristo y San Francisco.
Puede ser cierto o no cierto que el embajador veneciano presente a la coronación de Papa León X haya dicho que el recién nombrado al Solio le había confiado esta frase: así como puede ser cierta o no cierta o parcialmente cierta la famosa TAXA CAMARAE, siempre del mismo Papa; pero lo que sí es cierto es que el ambiente excesivamente mundano de la corte Papal máxime en aquellos tiempos tenía poco a que ver con las enseñanzas de Cristo y San Francisco.
Sin
embargo la del señor Jean Cauvin,
latinizado Calvino, fue una reacción quizás mas
extremista todavía, aun que en sentido contrario.
Debo
confesar que escribir sobre ese Reformista, luterano en sus comienzos y
obviamente calvinista después, es
tremendamente difícil ya que es un personaje que cae mal,
pero muy mal. Recuerda los fanatismos más
intolerantes por considerarse a si mismo él único depositario de la sola
verdad. Cae mal también por su absoluta falta de ironía e incapacidad de
sonreír; quizás toda su intransigencia y su cara siempre seria se debía a que
tuviera una pésima dentadura que no le
permitía sonreír, pero que no le impedía reprimir algunas conductas que sí, seguramente eran pecaminosas o semi pecaminosas pero
que, al fin y al cabo, también forman parte de la naturaleza humana. Y algunas
de ella son, admitámoslo, aún que pecaminosas, decididamente agradables. Cuando
tuvo poder persiguió el adulterio,
la fornicación, el juego, la bebida, el baile, las canciones
obscenas; hizo obligatoria e impuso la asistencia regular a los servicios
religiosos. Quiso simplificar los
rituales de la
Religión Cristiana, pero también en estos casos la
simplificación la llevó a los extremos: prohibió la música, los bellos vitrales de colores con episodios
religiosos; no quiso que se oyera más el sonido de las campanas; pretendió que el
arte religioso en general se suprimiera, nada de cuadros, nada de esculturas,
nada de arte. En algunos templos se llegó a suprimir hasta los altares. Todo se
redujo a la pura oración y recitación de salmos, en ambientes extremadamente
austeros... y grises.
Opinaba
que a los herejes había que
ajusticiarlos, sin dudas, pero magnánimamente, y no quería imitar a los juegos pirotécnicos de la aborrecida
Inquisición Católica. Cuando por varias
circunstancias regresó a Ginebra, impuso su “dictadura teocrática” por la
belleza de 25 años. Y obviamente durante
25 años no aceptó críticas.
Fue
sonado el caso de Miguel Servet, científico y filósofo francés, él que había
descubierto la circulación de la sangre del corazón a los pulmones y viceversa: este señor, escribió algo sobre la Santísima Trinidad
discrepando de Calvino. Calvino lo mandó a prender y por hereje fue quemado vivo en la hoguera. De esa manera
el pobre Servet murió, sin la satisfacción de saber nada de su Record Guinnes: fue el único condenado a ser
quemado vivo sea por los luteranos-reformistas-calvinistas, como quemado en efigie por la Iglesia Católica
Apostólica Romana.
Y a propósito de Servet, , otro reformador francés, Sebastián Châtellon, se permitió escribir que “ Matar a un hombre
nunca es defender una doctrina, sino matar a un hombre”. Naturalmente él
también incurrió en las iras de Calvino y tuvo que escaparse a Francia para
salvar el pellejo.
Sus
teorías sobre la religión, las había enunciado en Institutio religionis
Christianae y su influencia no se limitó
como con el Luteranismo al norte de Alemania
y a los países escandinavos, sino que se expandió mucho más y se difundió en Suiza, Holanda, en Francia con los
Hugonotes, en Escocia con los Presbiterianos, en Inglaterra y en Estados Unidos con los Puritanos y
también tuvo influencias en Hungría, en Polonia y en Alemania. Pero
Calvino nunca quiso la unificación de
las varias iglesias reformadas ya que no
quería renunciar o ni siquiera modificar
su teoría de la predestinación, inspirada, según él, en San Pablo: Dios había decidido de antemano, desde el inicio de los tiempos, quienes se
salvarían y quienes no se salvarían, por
lo tanto el Paraíso lo alcanzarían los
elegidos por gracia divina y no por buenas obras; y todo según un calculo de cierto numero de almas que Dios
necesitaría, y los demás, los sobrantes, sobraban: y podrían irse
tranquilamente al Infierno.
Otra
característica de sus ideas era aceptar
el préstamo a intereses, prohibido, teóricamente, por los católicos, por lo cual se vio en las prácticas
calvinistas un propedéutico al desarrollo de la moderna economía del
capital.
Sin
embargo, hay que admitirlo, Calvino no era como la mayoría de los predicadores,
que predicaban una cosa y se portaban de otra manera. El aceptó un sueldo muy
modesto de 100 coronas durante toda su vida y a la hora de la muerte dejo a los
herederos solamente 300 miserables coronas. Nunca quiso cargos que le significaran ingresos económicos adicionales,
ni nunca buscó puesto honorífico para si mismo o para alguno de sus familiares.
Nada de nepotismo, de favoritismo, nunca ningún desliz. Me lo imagino
haciéndole el amor a su esposa Idelette de Burè, únicamente con fines de
reproducción. Y lo único que reprodujo
fueron tres hijos que murieron a los pocos meses de nacidos.
Y como fue que se “enamoró” y se casó, Calvino?
Había
recurrido a unos amigos para que le ayudaran a conseguir una mujer que fuera ”gentil,
pura, modesta, económica, paciente y
cuya mayor preocupación fuera
ocuparse del marido” , y un amigo le recomendó a Idette diciéndole
en confianza a Calvino que ella cumplía
con los requisitos.
Y,
digámoslo como otra curiosidad: nunca tomó vacaciones!
Ahora,
seamos francos, ¿puede ser simpático un tipo así?
3 comentarios:
Querido Aldo, es la segunda vez que quieres arrebatarnos la nacionalidad de Miguel Servet. Es verdad que tiene un apellido que se presta a confusión por sus variantes.
Por un lado es bueno, porque demuestras ser un hombre de firmes ideas-también me pasa a mí-pero sucede que la ciencia española no está tan sobrada de genios para que nos quites lo que tenemos. Miguel es oscense, es decir de Huesca. De Calvino sólo puedo decirte que el sujeto es un aguafiestas. Quién lo quiere para una tertulia?
Angel.
Angel....tienes razón: Servet, cuyo nombre en realidad es Serveto, nació en Huesca, aun que no se sepa bien si es España, Aragón, Cataluña. Nunca he entendido quienes son los benditos españoles. De toda manera seguramente no es francés. Lo debo haber leído en algún lado. Quizás el error se deba a que su pueblo de nacimiento esta tan cerca de Francia que los chicos de ambos lados del confín se insultaban recíprocamente en francés y en oscense. Pero, Angel seamos francos( aun que no Francos), como se puede uno permitir que lo tilden de obsceno u oscense, palabra que sonaba casi igual a los oídos de Calvino?
Es Aragón, y tienes razón en que España es un país formado por ciudadanos no españoles. Es un país fantasmal, como la niebla, como los sueños, casi una pesadilla.
Angel el efesino.
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