16 sept 2013

L.- Personajes.- 43/54 CALVINO


JUAN CALVINO
                               1509-1564  



 “Ahora que Dios nos  dio  el Papado,  vamos a disfrutarlo”.
 Puede ser cierto o no cierto que el embajador veneciano presente a la coronación de Papa León X haya dicho que el recién nombrado al Solio le había confiado esta frase: así como puede ser cierta o no cierta  o parcialmente cierta la famosa TAXA CAMARAE, siempre del mismo Papa;  pero lo que sí es cierto es que el ambiente excesivamente mundano de la corte Papal máxime en aquellos tiempos tenía poco a que ver con las enseñanzas de Cristo y San Francisco.
Sin embargo  la del señor Jean Cauvin, latinizado Calvino, fue una reacción quizás mas  extremista todavía, aun que en sentido contrario. 
Debo confesar que escribir sobre ese Reformista, luterano en sus comienzos y obviamente calvinista después,   es tremendamente  difícil ya que es un personaje que cae mal, pero muy mal. Recuerda los fanatismos más  intolerantes por considerarse a si mismo él único depositario de la sola verdad. Cae mal también por su absoluta falta de ironía e incapacidad de sonreír; quizás toda su intransigencia y su cara siempre seria se debía a que tuviera  una pésima dentadura que no le permitía sonreír, pero que no le impedía reprimir algunas conductas que sí, seguramente eran pecaminosas o semi pecaminosas  pero que, al fin y al cabo, también forman parte de la naturaleza humana. Y algunas de ella son, admitámoslo, aún que pecaminosas, decididamente agradables. Cuando tuvo poder  persiguió  el adulterio, la fornicación, el juego, la bebida, el baile, las canciones obscenas; hizo obligatoria e impuso la asistencia regular a los servicios religiosos. Quiso  simplificar los rituales de la Religión Cristiana, pero también en estos casos la simplificación la llevó a los extremos: prohibió la música,  los bellos vitrales de colores con episodios religiosos; no quiso que se oyera más el sonido de las campanas; pretendió que el arte religioso en general se suprimiera, nada de cuadros, nada de esculturas, nada de arte. En algunos templos se llegó a suprimir hasta los altares. Todo se redujo a la pura oración y recitación de salmos, en ambientes extremadamente austeros... y grises.
Opinaba que a los herejes  había que ajusticiarlos, sin dudas, pero magnánimamente, y no  quería imitar a los  juegos pirotécnicos de la aborrecida Inquisición Católica. Cuando por   varias circunstancias regresó a Ginebra, impuso su “dictadura teocrática” por la belleza  de 25 años. Y obviamente durante 25 años no aceptó críticas.
Fue sonado el caso de Miguel Servet, científico y filósofo francés, él que había descubierto la circulación de la sangre del corazón  a los pulmones y viceversa: este señor,  escribió algo sobre la Santísima Trinidad discrepando de Calvino. Calvino lo mandó a prender  y por hereje fue quemado vivo en la hoguera. De esa manera el pobre Servet murió, sin la satisfacción de saber nada de su Record Guinnes:  fue el único condenado a ser quemado vivo  sea por los  luteranos-reformistas-calvinistas,  como quemado en efigie  por la Iglesia Católica Apostólica Romana.
 Y a propósito de Servet,  , otro reformador francés, Sebastián Châtellonse permitió escribir que “ Matar a un hombre nunca es defender una doctrina, sino matar a un hombre”. Naturalmente él también incurrió en las iras de Calvino y tuvo que escaparse a Francia para salvar el pellejo.
Sus teorías sobre la religión, las había enunciado en Institutio religionis Christianae  y su influencia no se limitó como con el  Luteranismo al norte de Alemania y a los países escandinavos, sino que se expandió mucho más y se difundió   en Suiza, Holanda, en Francia con los Hugonotes, en Escocia con los Presbiterianos, en Inglaterra  y en Estados Unidos con los Puritanos y también tuvo  influencias  en Hungría, en Polonia y en Alemania. Pero Calvino nunca quiso  la unificación de las varias iglesias reformadas ya que  no quería renunciar o ni siquiera modificar  su teoría de la predestinación, inspirada, según él, en  San Pablo: Dios había decidido de antemano,  desde el inicio de los tiempos, quienes se salvarían y quienes no se salvarían,  por lo tanto el Paraíso lo  alcanzarían los elegidos por gracia divina y no por buenas obras; y todo  según un calculo  de cierto numero de almas que Dios necesitaría, y los demás, los sobrantes, sobraban: y podrían irse tranquilamente al Infierno.
Otra característica de sus ideas  era aceptar el préstamo a intereses, prohibido, teóricamente, por los católicos,  por lo cual se vio en las prácticas calvinistas  un propedéutico  al desarrollo de la moderna economía del capital. 
Sin embargo, hay que admitirlo, Calvino no era como la mayoría de los predicadores, que predicaban una cosa y se portaban de otra manera. El aceptó un sueldo muy modesto de 100 coronas durante toda su vida y a la hora de la muerte dejo a los herederos solamente 300 miserables coronas.   Nunca quiso cargos que le  significaran ingresos económicos adicionales, ni nunca buscó puesto honorífico para si mismo o para alguno de sus familiares. Nada de nepotismo, de favoritismo, nunca ningún desliz. Me lo imagino haciéndole el amor a su esposa Idelette de Burè, únicamente con fines de reproducción.  Y lo único que reprodujo fueron tres hijos que murieron a los pocos meses de nacidos.
 Y como fue que se “enamoró” y  se casó, Calvino?
Había recurrido a unos amigos para que le ayudaran a conseguir una mujer que fuera ”gentil, pura, modesta, económica, paciente y  cuya mayor preocupación fuera  ocuparse del marido” , y un amigo le recomendó a Idette diciéndole en confianza  a Calvino que ella cumplía con los requisitos.
Y, digámoslo como otra curiosidad: nunca tomó vacaciones!

Ahora, seamos francos, ¿puede ser simpático un tipo así?



3 comentarios:

Anónimo dijo...

Querido Aldo, es la segunda vez que quieres arrebatarnos la nacionalidad de Miguel Servet. Es verdad que tiene un apellido que se presta a confusión por sus variantes.
Por un lado es bueno, porque demuestras ser un hombre de firmes ideas-también me pasa a mí-pero sucede que la ciencia española no está tan sobrada de genios para que nos quites lo que tenemos. Miguel es oscense, es decir de Huesca. De Calvino sólo puedo decirte que el sujeto es un aguafiestas. Quién lo quiere para una tertulia?
Angel.

Aldo Macor dijo...

Angel....tienes razón: Servet, cuyo nombre en realidad es Serveto, nació en Huesca, aun que no se sepa bien si es España, Aragón, Cataluña. Nunca he entendido quienes son los benditos españoles. De toda manera seguramente no es francés. Lo debo haber leído en algún lado. Quizás el error se deba a que su pueblo de nacimiento esta tan cerca de Francia que los chicos de ambos lados del confín se insultaban recíprocamente en francés y en oscense. Pero, Angel seamos francos( aun que no Francos), como se puede uno permitir que lo tilden de obsceno u oscense, palabra que sonaba casi igual a los oídos de Calvino?

Anónimo dijo...

Es Aragón, y tienes razón en que España es un país formado por ciudadanos no españoles. Es un país fantasmal, como la niebla, como los sueños, casi una pesadilla.
Angel el efesino.