Era un tipo
simpático. Alto, de muy buen aspecto, noble, elegante, refinado, amante de las
artes, de las buenas comidas y de
las bellas mujeres; con
grande personalidad y de carácter fuerte, a veces con explosiones de ira que lo
llevaban al turpiloquio y a la blasfemia como un carretero, ayudó muchísimo a artistas de la talla de Miguel Ángel y
Rafael.
Giuliano estaba estudiando en un convento
de Franciscanos, cuando un tío suyo fue nombrado Papa. Suerte de uno al tener a un tío Papa: el papa era Sixto IV, quien siguiendo las normas del nepotismo de la
época, lo nombró casi de inmediato obispo y después Cardenal. Y para el Joven Giuliano los obispados,
con sus rentas, llegaran a ser nada menos que ocho, incluyendo el de Aviñón, de gran importancia y bien suculento. Su
tío lo enviará después a Francia como Legado Apostólico, y por su habilidad adquirirá
gran influencia entre el Colegio Cardenalicio. Era de verdad un tipo muy hábil
e inteligente. Su influencia durará y aumentará aun después de la muerte de su
tío, Sixto IV.
Giuliano, siguiendo las tradiciones
romanas, tuvo varios hijos, que en aquellos tiempos se llamaban eufemísticamente nipoti, sobrinos del papa. Con una noble romana tuvo una hijita, pero Giuliano generosamente, le conseguirá un buen marido a
su amante y en la casa de otro Cardenal della Rovere, primo del Papa
Sixto.
Gran enemigo de Giuliano era Rodrigo
Borja, español. Pero el primero a llegar al Papado fue Rodrigo, que se
llamará Papa Alejandro VI y Giuliano no se resigna a este descalabro que le
hizo el Espíritu Santo. Se apresura a denunciar a Papa Alejandro de haber sido
nominado Papa no por la intervención de la Sagrada Palomita Blanca, sino por
simonía y una confabulación secreta. Papa Alejandro VI se pone furioso, obviamente. Giuliano le
teme, se esconde, se escapa a Ostia y después a Paris donde trata de convencer
al rey franco, Carlos VIII, el Afable, para conquistar Nápoles.
Sin embargo tampoco Alejandro VI era un
niño de pecho y como contro mossa ofreció el Capelo Cardenalicio a un
ministro poderoso y corruptible del Afable Rey de Francia; y con eso contrapuso sus maquinaciones a las
maquinaciones del Della Rovere.
En 1503 papa Alejandro VI Borja muere, quizás por malaria,
quizás por veneno. Seguro que Giuliano no lo lloró. En este mismo año el
Cardenal Giuliano della Rovere se transformará, por fin, en Papa Julio II. Y desde San Pedro, con la espada en la mano más que con la cruz gobernará al mundo cristiano
imponiendo su propia voluntad. Había asistido obligatoriamente impasible como el Papa anterior, Alejandro
Borja y
su hijo Cesar, dilapidaban el Patrimonio de San Pedro en beneficio propio; así
que recién nombrado y durante todo su reinado trató de recuperar los feudos
perdidos y acrecentar el patrimonio del Vaticano y, obviamente, el poder de su
familia.
Peleó de persona
contra Perugia y Bologna, que pretendían mantener cierta independencia. Julio
II , como
dicho, tenia la Cuz y la espada. Como con la Cruz, o sea con la excomunión no había conseguido demasiada
obediencia, recurrió a las gentilezas de la espada y recuperó Perugia y Bologna; y para su paladar refinado recuperó el
sabor de los chocolates Perusina y las fiambres de Bolonia.
Después fue el
turno de Venecia. Claro, porque la Serenísima era demasiado poderosa. Entonces este diablo
de papa, soldado y maquiavélico, tanto hizo y confabuló y prometió que logró unir Franceses, Austriacos, Húngaros y España y Saboya y Florencia y Mantua
contra Venecia formando la Liga de Cambray. La pobre Venecia, aun que poderosa,
no pudo contra toda esta gente y el anatema del Papa. La Serenísima fue vencida en la batalla de Agnadello.
Venecia no fue
destruida sino debilitada; y eso era lo que querría Julio II. Una Venecia débil y desmoronada le devolvería al Papa amplios territorios en el centro
de Italia. Así fue. Conseguidos sus objetivos, Julio II sencillamente se salió
de la Liga que dejó de existir al poco tiempo. Naturalmente quitó la Excomunión
a los venecianos, que pudieron seguir yendo a Misa con las almas purificadas e
relativamente obedientes a Roma
Este Papa implacable puso entonces su implacable mirada sobre
Génova y Milano, en poder de los franceses. Que Luis XII Francia hubiese sido su fiel
aliado hasta pocos meses antes en la pelea contra Venecia era un detalle de
poca importancia: la diplomacia vaticana inventó la Liga Santa, integrada por
Venecia, ya purificada y los Estados Pontificios. Y otra vez al grito romántico y patriótico
de “Fuera el Extranjero!” a la Liga Santa se unieron España, Enrique VIII de Inglaterra,
Maximiliano de Austria y Suiza. El extranjero de turno para echar de la bota
era ahora Francia. Y, mientras la Santa Liga se organizaba
para intervenir, él sí intervino, directamente y como capitán de sus tropas, conquistado la pequeña ciudad de
Mirándola, que se había atrevido a ser aliada de los franceses. A su vez Luis
XII, en este ping pong de golpes y contragolpes, trató de convocar un Concilio
en Pisa para debilitar la arrogancia del Papa. Hubiera podido ser otro cisma. Pero
el Concilio fracasó. Otra victoria del Espíritu Santo y de Julio II. “A la guerre! “,
gritaron entonces los franceses. Sus ejércitos era muy bien equipados y
entrenados seguramente habrían ganado si el jefe militar francés, el habilísimo Gaston de Foix no
se hubiere muerto como un tonto en el campo de batalla. Sin jefe valido, los
franceses poco a poco retrocedieron y traspasaron los Alpes con la cabeza
agachada.
Siguiendo en su jueguito de endulzar a sus aliados y futuros
enemigos, Julio II siguió usando con otra tanta habilidad sea la espada que los anatemas con contornos de bulas apostólicas. Favoreció a Fernando el
Católico por la ayuda que éste le había dado para expulsar de Italia a los
franceses: y maquinó para que se instalara en el Reino de Navarra. Pero también siguió maquinando cuando vio que los españoles estaban
convirtiéndose a su vez en nuevos amos de Italia.
Al fin Papa Julio II tuvo que morirse como normalmente sucede a todos los
mortales por más que sean representantes de Dios en la tierra y cuando todavía no se había desmarañado la gran maraña de alianzas maquiavélicas que había tejido con todas las potencias europeas.
¿Fue un gran Papa?
Sin duda fue un gran monarca, guerrero y mecenas de las
artes. Como soldado recuperó tierras para su Monarquía Teocrática tratando una
unificación de toda Italia. Y como Príncipe del Renacimiento su amistad y
admiración para artistas de la talla de Miguel Angel y de Rafael, y de tantos otros pudieron dejar a los siglos venideros
bellezas de
arquitectura, pintura y escultura. Porque ese Papa, entre otras cosas, inició
la construcción de la Basílica de San Pedro en Roma. Y ¡ cuanto gritó y cuanto blasfemó contra su amigo Miguel
Angel para que le terminara antes de su muerte el fresco en la Capilla Sextina!
Miguel Angel se vengó, jocosamente, de los acosos del Papa, representándolo
con la figura del Diablo en una parte bien visible de lo que será el fresco más
famoso del mundo: La Capilla Sistina.
Eran ambos dos gigantes. Y a los gigantes
se les permite cualquier cosa.
4 comentarios:
Es difícil pensar que con personajes como Erasmo y Lutero pudiera darse algo parecido al Renacimiento Italiano, pero ¿tenían que ser los Príncipes de la Iglesia tan lascivos, corruptos, personalmente deshonestos, desalmados políticamente para propiciar semejante comunión de las artes? Se puede. Lo sabes, Aldo.
Angel.
Te pregunto, Angel: en un eventual QUIEN HUBIERA PREFERIDO SER TU... la RESPUESTA (APUESTO EN ELLA) habría sido: Prefiero la independencia cultural de Erasmo o la tenacidad reformadora de Lutero, O mas bien la lascivia corrupta y culta de los Príncipes, laicosa o religioso del renacimiento italiano? Trata e ser franco. Tu amigo Aldo
Estoy leyendo tu pregunta hoy 16 de Noviembre y me pones un un gran aprieto: claro que prefiero los valores de Erasmo y Lutero. Pero también necesito esa explosión de luz que significó el Renacimiento Italiano. Al final cuando uno conoce una persona maravillosa no inquieres por las virtudes de su madre y de su padre. Lo importante es que está allí dándonos un regalo con su presencia enriquecedora. Lo mismo puedes aplicarlo con los personajes que hicieron posible el Renacimiento.
Angel.
Si,Angel, es cierto. Como el pintor necesita una buena combinaciòn de colores para lograr lo que èl quiere, asi el hombre en general necesita esa mexcla de aparentes contradicciones que son los varios episodios manifestaciones del espíritu humano.Es el eterno revolverse, el renovarse, el " panta rei" de Heràclito. Era Heràclito?Heràclito? Pobre memoria, cuanto empieza a fallarme...
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