MARTIN LUTERO
1483-1546
Martin
Luder o Martin Luther o Martín Lutero había nacido en Alemania, como todos los alemanes suelen hacer. Y como casi todos los alemanes era una persona seria.
Creía en lo que hacia, creía en sus jefes, creía en la autoridad, creía en lo
que creía. Venia de un ambiente
semi-campesino y basta observar algunos de sus retratos, para entender
su carácter: mandíbula cuadrada, tipo buldog que no deja la presa, facciones
fuertes de campesino teutón pero con ojos de soñador, de hombre que cree.
Y
creyó y se fue a Roma Santa, en peregrinación.
Y
allí dejó de creer.
Era
monje agustino.
Su
papá quiso que tuviera una buena educación y el Joven Martín comenzó a
frecuentar la universidad a los 17 años: ¿qué aprendió? : a tocar el laúd y
comenzó a estudiar derecho. Pero un buen día fue “casi fulminado” por una
visión de su futuro. Regresando a su casa, un rayo, literalmente un rayo, cayó
muy cerca de él. A pesar de ser alemán y perteneciente a la supuesta raza
superior, tuvo miedo e imploró, no se
sabe bien porqué, a la abuela de Jesús y decidió hacerse monje. Vendió
todos sus libros, menos los de Virgilio
e ingresó al Convento Agustino en 1505, a los 22 años.
Y
siendo, como dijimos, una persona seria, el joven quiso practicar seriamente
las doctrinas del cristianismo: se dedicó intensamente al ayuno, a las
flagelaciones, a peregrinajes y tuvo muchas horas de oración y reflexión; pero
sobretodo se dedicaba a cumplir obras
buenas a favor del prójimo.
Fue
ordenado sacerdote, era muy inteligente y le pidieron que enseñara teología en la Universidad de Wittemberg…y en algún momento se fue a
Roma, en peregrinación, como ya hemos dicho.
Y allí
tuvo la gran decepción: no fue tanto
y solamente por las ventas de las indulgencias, de las cuales se hablará tanto y que fueron después uno
de los vistosos caballos de batallas de los protestantes, sino por algo mucho más profundo que lo escandalizó y lo entristeció: se desilusionó por el espíritu
nada cristiano de la Roma papal del
Renacimiento.
Al fin era un campesino y no podía justificar ni entender
el lujo, el deseo de cultura, el amor a las artes y mucho menos la costumbre a las
conspiraciones políticas con contornos de venenos y asesinatos ni los nepotismos de la Corte de Roma.
No podía entender ni aceptar que la Curia Romana se pareciera más a las cortes fastuosas y a menudo pecaminosas de cualquiera de los Príncipes “Iluminados” de la Italia del Renacimiento.
No podía entender ni aceptar que la Curia Romana se pareciera más a las cortes fastuosas y a menudo pecaminosas de cualquiera de los Príncipes “Iluminados” de la Italia del Renacimiento.
Regresó
asqueado a su pueblito alemán y de ahí en
adelante, todos sus esfuerzos fueron para que la Iglesia, a la cual se sentía
profundamente arraigado, pudiera
regresar a las enseñanzas de la Biblia, de los Evangelios y al verdadero
espíritu cristiano de su Fundador y de los primeros años de cristianismo.
Dos
eventos importantísimos tuvieron consecuencias por el gran impacto de su
persona en la sociedad civil alemana y
europea en general:
1)
que al traducir la Biblia del latín y griego al alemán para hacerla
comprensible a la mayoría de los fieles, nuestro Martín tuvo que
estandardizar los varios dialectos de la
región alemana o sea en la práctica “fundó” el idioma alemán, así como el Dante
había hecho con su Comedia para el italiano.
2)
que al casarse con una linda e inteligente monjita promocionó el matrimonio
entre los sacerdotes cristianos.
Hubo
dos puntos que comenzaron el gran incendio:
a)
la Venta de las Indulgencias;
b)
y el nacionalismo alemán versus el
predominio latino de Roma.
La venta de las Indulgencias fue una de las
maneras de financiar la construcción del gran templo de la Basílica de San
Pedro en Roma: el Papa “concedía” la remisión de los pecados a toda persona que
ofreciera dinero para la Basílica de San Pedro. Pero el consiguiente desvío de fondos
alemanes hacia la Ciudad
Eterna, casi siempre
administrada por Papas italianos, irritó a la mayoría de los alemanes,
orgullosos de su raza y cuidadosos de sus bolsillos. Lutero, como religioso,
consideró que ese tráfico de Indulgencias
podía confundir a su gente haciéndoles creer en la mayor eficacia de las
compras del perdón comparada con la
confesión y el verdadero arrepentimiento.
Y clavó, literalmente, en la puerta de su iglesia en Wittemberg la
famosísimas e históricas 95 tesis condenando la avaricia y el paganismo en la Iglesia Católica
Apostólica Romana.
Se
armó el gran “putiferio”, el gran alboroto. En quince días toda Alemania
sabía de eso y en dos meses toda Europa tenía copias traducidas de las 95
tesis. La imprenta, recién inventada, tuvo su primera demostración de poder.
El
Papa León X, hijo del gran humanista y
príncipe Lorenzo de Médicis, restó importancia a la reclamación del curita y, como ya dicho, muy superficialmente lo
definió “borracho alemán que se retractaría cuando estuviera más sobrio", y
siguió conversando de arte.
Aparte
el gran problema de las indulgencias y de la corrupción, comenzó a circular un
documento que, aun que sea controvertida su autenticidad, o que sea exagerado. vale la pena
reportar: se trata de parte de la TAXA CAMARAE, o sea algunas de las “tarifas” aparentemente autorizadas por ese Papa y que había que cobrarles a los fieles por el perdón
de los pecados detallados según el tipo:
1.
El eclesiástico que incurriere en pecado carnal, ya sea con monjas, ya con
primas, sobrinas o ahijadas suyas, ya, en fin, con otra mujer cualquiera, será
absuelto, mediante el pago de 67
libras, 12 sueldos.
2.
Si el eclesiástico, además del pecado de fornicación, pidiese ser absuelto del
pecado contra natura o de bestialidad, debe pagar 219 libras, 15 sueldos.
Más si sólo hubiese cometido pecado contra natura con niños o con bestias y no
con mujer, solamente pagará 131
libras, 15 sueldos.
3.
El sacerdote que desflorase a una virgen, pagará 2 libras, 8 sueldos.
5.
Los sacerdotes que quisieran vivir en concubinato con sus parientes, pagarán 76 libras, 1 sueldo.
6.
Para todo pecado de lujuria cometido por un laico, la absolución costará 27 libras, 1 sueldo; para
los incestos se añadirán en conciencia 4 libras.
7.
La mujer adúltera que pida absolución para estar libre de todo proceso y tener
amplias dispensas para proseguir sus relaciones ilícitas, pagará al Papa 87 libras, 3 sueldos. En
caso igual, el marido pagará igual suma; si hubiesen cometido incestos con sus
hijos añadirán en conciencia 6
libras.
10.
Si el asesino hubiese dado muerte a dos o más hombres en un mismo día, pagará
como si hubiese asesinado a uno solo.
11.
El marido que diese malos tratos a su mujer, pagará en las cajas de la
cancillería 3 libras,
4 sueldos; si la matase, pagará 17 libras, 15 sueldos, y si la hubiese muerto
para casarse con otra, pagará, además, 32 libras, 9 sueldos. Los
que hubieren auxiliado al marido a cometer el crimen serán absueltos mediante
el pago de 2 libras
por cabeza..
13.
La mujer que destruyese a su propio hijo llevándole en sus entrañas y el padre
que hubiese contribuido a la perpetración del crimen, pagarán 17 libras, 15 sueldos
cada uno. El que facilitare el aborto de una criatura que no fuere su hijo,
pagará 1 libra
menos.
14.
Por el asesinato de un hermano, una hermana, una madre o un padre, se pagarán 17 libras, 5 sueldos.
15.
El que matase a un obispo o prelado de jerarquía superior, pagará 131 libras, 14 sueldos,
6 dineros.
16.
Si el matador hubiese dado muerte a muchos sacerdotes en varias ocasiones,
pagará 137 libras,
6 sueldos, por el primer asesinato, y la mitad por los siguientes..
25.
El fraile que por su mejor conveniencia o gusto quisiere pasar la vida en una
ermita con una mujer, entregará al tesoro pontificio 45 libras, 19 sueldos.
28.
El hijo bastardo de un cura que quiera ser preferido para desempeñar el curato
de su padre, pagará 27
libras, 1 sueldo.
29.
El bastardo que quisiere recibir órdenes sagradas y gozar beneficios, pagará 15 libras, 18 sueldos, 6
dineros.
30.
El hijo de padres desconocidos que quiera entrar en las órdenes, pagará al
tesoro pontificio 27
libras, 1 sueldo.
33.
Los eunucos que quisieran entrar en las órdenes, pagarán la cantidad de 310 libras, 15 sueldos.
34.
El que por simonía quisiera adquirir uno o muchos beneficios, se dirigirá a los
tesoreros del Papa, que le venderán ese derecho a un precio moderado.
Ningún
comentario.
Aunque
ya había habido conatos de rebelión a la Iglesia , como con los episodios de
los Lolardos de John Wickliff en Inglaterra y de Huss en Bohemia, decapitado el
uno y quemado vivo el otro, fue con los roces entre papa Leone X y Martín
Lutero que estalló la gran protesta
contra la Iglesia Católica
Apostólica Romana.
Lutero
actuaba siempre seriamente y sus 95
famosísimas tesis contra Roma, que
cambiaron el curso a la Iglesia Católica Apostólica Romana, fueron expuestas en la puerta de la Iglesia de
Wittemberg, en 1517,como dicho antes.
En
1518 el papa se dio cuenta que no eran fantasías de un alemancito cualquiera de periferia y ordena al culto dominico Silvestre Mazzolini ir a Alemania e investigar.
Mazzolini investiga y el Papa descomulga al
cura Alemán.
Y, siempre en 1520, con gesto dramático pero eficaz, el buen
alemán recurrió a la coreografía teatral “estilo italiano” dando
públicamente a las llamas la Bula Papal de
Excomunión.
El
Emperador del Sacro Romano Imperio Romano Germánico, Carlos V de los Habsburgo,
todavía muy joven y con una corona que aún le quedaba ancha y una controversia
religiosa superior a sus fuerzas, convoca la Dieta de Worms e invita-ordena a
Lutero que se presente para discutir sus tesis: o las retracta o las confirma.
Lutero duda si presentarse; los amigos le recuerdan Wickliff y Huss. Por
fin “aun que hubiesen tantos demonios
cuantas son las tejas en la ciudad…” nuestro Martín decide presentarse.
Discusiones, acusaciones pero Lutero no se retracta.
Carlos
V lo declara hereje y Lutero abandona
rápidamente Worms con sus tejas y sus demonios,
y en una rocambolesca actuación de hombres enmascarados digna de Robin
Hood, deja que lo escondan en el
Castillo de Wartburg, en Eisenach, Turingia donde lo hospeda el Príncipe
Federico el Sabio. Y en este maravilloso castillo de ensueño, el serio,
austero, germánico y buen Lutero se dejó crecer la barba y, disfrazado de
Caballero y haciéndose llamar
Junker Jörg, quedó oculto pero siguió
trabajando en la traducción al alemán
del nuevo testamento.
Al
año se fue de su escondite regresando a Wittemberg. Y por allí, en el año 1523
fue participe activo de otra rocambolesca acción. Entre sus aspiraciones a
modificar reglas de la Iglesia no estaban solamente cuestiones de doctrina sino
también propuestas de carácter práctico
como: eliminar ciertos abusos eclesiásticos;
disminuir el número de cardenales; abolir
los ingresos del Papa; reconocer los gobiernos laicos; y pedía la renuncia del papado al
poder temporal; la abolición del peregrinaje dañino; la eliminación del
excesivo número de días santos; la supresión de los conventos de monjas; la eliminaciòn del celibato del clero; reforma de
universidades; y en general una reforma seria y a fondo de la moral pública.
Sin
embargo no vamos a creer que nuestro
héroe reformador fuera un grande modernista en todos los campos. Era hijo de su
época, y mucho de los perjuicios de
entonces se mantuvieron también en un hombre del temple de Lutero. Por ejemplo,
no hay que olvidar que en 1543, en su Von den Juden und ihren Lügen (Sobre los
judíos y sus mentiras), escribirá que debían realizarse contra los judíos
acciones como quemar las sinagogas, destruir sus libros de oración, prohibir predicar a
los rabinos, «aplastar y destruir» sus casas, incautarse sus propiedades, confiscar su dinero y
obligar a esos «gusanos venenosos» a realizar trabajos forzados o expulsarlos
«para siempre».Quizás no pensó a las cámaras de gas. El feroz antisemitismo no fue invención de Hitler.
Y Lutero también compartía la creencia medieval de que la brujería
existía y era antagónica al cristianismo. Por este motivo las brujas
y los hechiceros fueron perseguidos sea en territorios protestantes como en los
católicos. Lutero aseguraba que las
brujas, con la ayuda del demonio, podían robar leche simplemente al pensar en
una vaca y en su Catecismo Menor afirmaba que la brujería era un pecado contra
el segundo mandamiento.
Sea como fuere, las reformas que proponía eran
novedades absolutas impensables para la mayoría de las ovejitas de la grey así que se pueden imaginar
que cuchicheos, emociones y confusiones se produjeron, entre otros, máxime
en los conventos de monjas a propósito
de la supresión de los conventos. Lutero últimamente había además enseñado a propósito del matrimonio “que
el mayor don de Dios sobre la tierra es una esposa piadosa, alegre,
temerosa de Dios y hogareña, con la que puedes vivir en paz, a la que puedes
confiar tus bienes, tu cuerpo y tu vida.”
Por eso se dio el evento divertidísimo, que
tuvo como protagonista el serio reformador alemán y doce monjitas que, de
acuerdo a los nuevos tiempos de reforma, querían escabullirse del convento.
Pero renunciar a la vida religiosa, por lo menos para una monja, equivalía
entonces a someterse a castigos que podían llevar hasta a pena de muerte ! Y
entonces el buen Lutero para salvar a las monjitas inocentes contrata a un
vendedor de pescado, que con su caballito y su tarantín lleva barriles de pescado ahumado. Las monjitas, temerosas de Dios pero quizás más temerosas de perder la oportunidad de un marido, deciden escaparse de noche del convento. El comerciante de pescado las encuentra temblando en la puerta secreta del
Monasterio, las manda subir el carruaje, las esconde entre los pescaditos
salados y malolientes donde ellas todas emocionadas sueñan ya con su príncipe azul
perfumado. Y van camino a la libertad. Tres de
ellas se marcharán con sus parientes y las otras seis se presentarán en
Wittemberg. Lutero, perplejo y previa raspadita de cabeza, se organiza, como buen alemán que es. Y las
acomoda consiguiéndoles algún empleo o
hasta maridos. Todas, menos una cierta Catalina von Bora, de familia noble
venida a menos, que se encaprichó con Lutero y quería casarse con él. Al
principio Lutero se resistía, pero, se sabe, también una ex monja puede tener
sus artes de seducción y al fin el Gran Reformador quedó enamorado y reformado
por la monjita que logró el tan ansiado
matrimonio.
Y vivieron felices y contentos y su unión fue
bendecida con seis hijos.
¿Qué pasó después con Lutero? Eso lo podrán
leer en cualquier libro de historia del luteranismo.
2 comentarios:
Hay unos personajes en tu Blog que han sacudido la sociedad de su tiempo como Wilkliffe, Jan Hus y Thomas Muntzer, y tienen en común haber pagado un definitivo y cruel precio. Otros zarandearon con más suerte y escaparon milagrosamente como Martin Lutero. Algunos como Carl Marx nos hicieron pagar a nosotros.
Más adelante podremos comentar acerca de los personajes que nos hicieron pagar a todos.
Un saludo, Angel.
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