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INTRODUCCION
VLADIMIR ILICH ULIÁNOV |
Para entender mejor las historias de las tres mujeres (o
cuatro, según otros) que han sido compañeras, camaradas, esposas o amante de
Lenin hay que dar un vistazo aun que
rápido a la Rusia de aquellos tiempos, de fin del siglo XIX e inicios del
XX. En la Santa Madre Rusia, así la
llamaban, quien mandaba con poder
absoluto era el Zar Alejandro III Romanov, osco y autócrata, que había revertidos
las tímidas concesiones
“democráticas” de su padre.
Se murió casi repentinamente y joven, a los 49 años. La Corona pasó, según los cánones, al hijo Nicola II, en 1894: buenísimo muchacho; después muy buen hombre, excelente esposo y padre, pero que no tenía ninguna gana y posiblemente ninguna capacidad de estadista como confesó llorando a su primo, Alejandro Michajlovic Romanov: No estoy preparado para ser el Zar. Nunca he querido serlo. No sé nada de cómo se gobierna. No tengo la más mínima idea de cómo se habla a los ministros”. El padre, el zar Alejandro III, agarrado de sorpresa por la enfermedad que puso fin a su vida, evidentemente pensaba ser eterno además que ungido de Dios y no había todavía considerado el momento para dar una educación de gobierno al hijo querido.
Pobre Nicola II: no le interesaban las cosas del Estado. Amaba a su esposa y en una ocasión hasta escribió en su diario: Con Alix, (Alejandra d´Assia) mi esposa, soy inmensamente feliz. Lástima que las cosas de gobierno me ocupen tanto. Todas esas horas preferirías pasarlas con ella…”. Magnifica declaración de amor, que enorgullecería a cualquier mujer; pero inapropiada para quien debería prepararse para ser un verdadero jefe de Estado.
ZAR ALEJANDRO III ROMANOV |
Se murió casi repentinamente y joven, a los 49 años. La Corona pasó, según los cánones, al hijo Nicola II, en 1894: buenísimo muchacho; después muy buen hombre, excelente esposo y padre, pero que no tenía ninguna gana y posiblemente ninguna capacidad de estadista como confesó llorando a su primo, Alejandro Michajlovic Romanov: No estoy preparado para ser el Zar. Nunca he querido serlo. No sé nada de cómo se gobierna. No tengo la más mínima idea de cómo se habla a los ministros”. El padre, el zar Alejandro III, agarrado de sorpresa por la enfermedad que puso fin a su vida, evidentemente pensaba ser eterno además que ungido de Dios y no había todavía considerado el momento para dar una educación de gobierno al hijo querido.
FAMILIA DE NICOLA II ROMANOV |
Pobre Nicola II: no le interesaban las cosas del Estado. Amaba a su esposa y en una ocasión hasta escribió en su diario: Con Alix, (Alejandra d´Assia) mi esposa, soy inmensamente feliz. Lástima que las cosas de gobierno me ocupen tanto. Todas esas horas preferirías pasarlas con ella…”. Magnifica declaración de amor, que enorgullecería a cualquier mujer; pero inapropiada para quien debería prepararse para ser un verdadero jefe de Estado.
Al tener conocimiento de la verdadera personalidad del
zar Nicola II Romanov, sin recurrir a las propagandas soviéticas de la época,
aumentó mi estima y consideración hacia él.
Pero solamente hacia el hombre
privado no al hombre público cual era; aun que
sí, como estadista, se puede afirmar que
ha tenido destellos sorprendentemente apreciables. Por ejemplo:
cuando recibió con la tradicional pompa
la corona de Zar y el titulo de Basileus de la Iglesia Rusa, se derrumbó aparatosamente una construcción
provisional para los festejos: murieron casi 1500 personas. El primer impulso del joven monarca, muy
afectado emotivamente por esas muertes repentinas, fue de suspender todo tipo de festejos. Los de la Corte y sus
consejeros se opusieron firmemente: “al fin se trataba de poco más que siervos de la gleba.” El joven Zar tuvo que seguir sus consejos, casi
órdenes; pero a pesar de haber exigido una fuerte
compensación económica para las familias de los afectados sin embargo
fue objeto de las primeras y crueles críticas de parte del ambiente
intelectual moscovita. Otra decisión que
él tomó y que ésta vez le granjeó las
simpatías de la Corte de Moscú y San Petersburgo, fue la de
ir a vivir con su esposa e hijos en un “pequeño” Palacio, en las periferias de San Petersburgo, donde
prefería un ambiente sobrio y lejos de
las mundanidades de las Cortes. Pero
donde el nuevo Zar tuvo de verdad destellos de estadista fue apenas dos años después de ser coronado.
Propuso a la comunidad internacional (en
realidad a los países más importantes de Europa y del mundo) el desarme y la
paz mundial, haciendo referencia a las consecuencias económicas y morales de la
carrera a los armamentos. Y escogerá la
ciudad de la Haya, en Holanda, para la primera conferencia y poder llegar después a la Primera Convención de la
Haya. Obviamente los únicos países que
recibieron muy fríamente esa invitación, fueron las potencias imperialistas de la época:
Inglaterra y Alemania: no tenían ningún interés al desarme. La propuesta del desarme mundial presentada por el Zar fue
rechazada. Pero se pudieron prever normas
bélicas que, aunque nunca fueron observadas al 100%, sin embargo han sido
de alguna utilidad: no golpear a los civiles, no destruir construcciones
civiles, no usar gases, dar cierto trato humano a los prisioneros de guerra e,
importantísimo, recurrir al Tribunal de la Haya para mediaciones en conflictos de
varios géneros entre Estados. Fue algo
muy importante y en cierta forma trágica y cómica que esta iniciativa vino del más “autocrático”
monarca de la Época; y quien fue, al mismo tiempo, el más caballero de los
gentleman y se transformó trágicamente
en victima de las contradicciones de ese periodo de
fuertes transiciones. Será por eso que
Lenin, el ”despiadado” Lenin, que sabía
todo eso, parece que lloró cuando les
comunicaron que toda la familia del Zar, esposa, hijos, sirvientes y hasta
perros, fueron aniquilados por una facción de los Soviet de los Urales. Primero fusilados y después ultimados con bayonetazos. Sus cuerpos, despedazados, en parte fueron disueltos en acido sulfúrico por
temor que fuesen descubiertos por los
Rusos Blancos de la Contrarrevolución.
Pero Lenin no había ordenado eso. Será
también por ese motivo que, hace poco, con
la caída de la Unión Soviética, lo que quedaba de los pobres restos de la familia Romanov fueron
recogidos y sepultados en la Iglesia de San Pedro y Pablo en San Petersburgo.
Y, además, canonizados en el año 2.000: San Nicola II,
San Alexey Romanov, Santa Alejandra d`Assia, Santa Olga y Santa Tatiana y Santa
María y Santa Anastasia.
Quien lo hubiera
dicho, ¿Míster Lenin?
Faltó que hicieran santos también a los dos peritos
mascotas de las hijas, ya que los
soviéticos fusilaron también ellos por ser
perros burgueses.
En fin, los acontecimientos políticos se
habían sucedido y se estaban sucediendo con una cierta velocidad. La Revolución
Francesa había llevado desde poco tiempo
nuevos ideales en toda Europa y también de reflejo a aquella sucursal de Europa que
era América. Y también en la Santísima Madre
Rusia, aun que la mayoría de la población viviera con tradiciones y creencia medioevales, entre las nuevas generaciones de
intelectuales se había puesto de moda ser anti zaristas y fautores de libertades, hasta ser socialistas
y hasta con simpatías anárquicas. Había máxime en Europa, en Suiza en Francia, en
Alemania, en Inglaterra nuevas corrientes de pensamientos, de filósofos, de políticos. En las Universidades
se olían tiempos nuevos, los jóvenes que
iban estudiar en Europa regresaban a sus
tierras más adormecidas con las nuevas ideas de libertad que se estaban
imponiendo. Son ejemplo de eso una serie de damas heroicas e inteligentes rusas, como la Balabanoba, la Kulischef, de las cuales he comentado algo en este blog.
Justamente ese era el ambiente de Rusia, quizás el más
adormecido de Europa, el del Zar Alejandro III, donde había nacido Vladimir Ilich
Uliánov. Era un coctel de razas: tenia mezclas de sangre alemana, mongola, rusa y judía. A los 17 años probablemente presenció un acto que lo marcó
para toda su vida: el ahorcamiento o fusilamiento de su hermano mayor, por un fallido atentado
al Zar Alejandro III. De allí nació un odio visceral de Lenin a los Romanov; y sin embargo es interesante observar la
contradicción emotiva que sintió al aprender la noticia del exterminio de la
inocente familia de Nicola II. Pero eso sucederá 30 años después.
Contradicciones que se verán más de una vez en Lenin, entre su emotividad “burguesa” y la idea
revolucionaria: emotividad que a toda costa y con sufrimientos quiso suprimir para no
quitarle espacio a la racionalidad e inflexibilidad de la Causa. En tres ocasiones se
supo que Lenin había llorado y sinceramente. Mussolini una sola vez. Y Stalin,
nunca. Pero de eso hablaremos más adelante.
El mismo año, 1887, fue arrestado por primera
vez, por una protesta estudiantil que le costó la expulsión de la Universidad
donde cursaba derecho. Gracias a cierta
intervención de su mamá, quien lo ayudará en
otras tantas varias ocasiones, logrará graduarse en 1892. Se dedicará a dar
asistencia legal a obreros y campesinos pobres. Después, para estudiar el
movimiento obrero europeo, saldrá de
Rusia, irá a Suiza, Berlín y Paris. A su regreso
lo acogerá su primera prisión, en
San Presburgo. Y se quedará allí por 14 meses, en espera de condena
definitiva y decisión sobre la destinación.
Y
ahora aquí hay que hacer una consideración: las prisiones de la Rusia Zarista
no eran ciertamente hoteles de cinco estrellas. Ninguna prisión en cualquiera
otra parte del mundo tampoco lo era ni sería justo que lo hubiera sido o que lo
fuera hoy en día. Había un sistema
policial y de represión bien comentado en la Carta que León Tolstoi escribió al Zar
Nicolás II en 1902. Pero lo que salta a la vista a la gente de hoy en día, ya un poco alejada emotivamente de esos acontecimientos, es la enorme
diferencia entre las prisiones, relativamente malas de la época zarista y las prisiones despiadadamente peores de la futura Unión Soviética : los tristemente famosos Gulag.
Pero Tolstoi a esos no los vio y
pudo morir, quizás, sin decepcionarse y con el sueño de un
futuro mejor.
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2 comentarios:
Otra serie de relatos que "pintas" bien con tu estupenda manera de llevar el hilo de la intriga. Buena ocasión para que expliques los usos de los nombres ruso-patronímicos y demás- porque también marcan su idiosincracia por medio de esa nomenclatura. Espero nuevas y "jugosísimas" entregas, Aldino.
Me encanta... como siempre!
beso
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