JULIANO apóstata
(332-363)
A mitad del cuarto
siglo d.d.C. el paganísimo, o sea la
antigua ”heroica” religión del siglo de oro de
Grecia y de su versión en la Roma republicana y despuès imperial, estaba al
punto de terminar su ciclo. Ya con
Constantino se habían prohibido las persecuciones contra la nueva religión emergente, y a los cristianos se le
concedieron paridad de derechos. El cristianismo estaba dando pasos
agigantados quizás también por ese nuevo toque de espiritualidad oriental al cual aspiraban, en una forma aun vaga de monoteísmo, casi todos los pueblos
del mediterráneo.
Pero hubo una tentativa,
un conato de resplandor tardío del viejo paganismo heróico, aun que en versión
neoplatónica. Fue el último canto del cisne, con Juliano; y después se inició
la opacidad de la edad media y en toda
Europa se expandió una nube de miedo y supersticiones. No fue
debido al sobreponerse del cristianismo en sí, sino a varios factores como las
invasiones barbáricas, la inseguridad por la caída de las reglas y leyes del
imperio romano. Y la opresiva
interpretación de la vida presentada por los sacerdotes, casi siempre forjadores de opiniones,
creencias, supersticiones en el mundillo
de los ignorantes. Sí, porque en la originaria
visión de Jesús de Nazaret, existía el amor, la comprensión, la dulzura, nunca
le pidió Jesús a nadie que se autocastrara, al contrario, el creced y
multiplicaos es un incentivo en sentido contrario. Jesús no era misógino, no
despreciaba a las mujeres, prueba es que
mujeres fueron las que lo acompañaron en sus momentos finales, y mujer fue la
que lo “revivió” con la resurrección.
Le religión del Cristo era bondad, como bondad
la visión de Santo Francisco.
Las variantes horrendas de terror religioso no vinieron de Jesús.
Una Nueva Luz
de cultura reaparecerá después de
siglos, traída por unos imprevistos y fanáticos beduinos del desierto que con el
tiempo se asentaron en Al Andaluz y dieron nacimiento a la cultura
mozárabe; tolerante y esplendida cultura proveniente de Grecia y de Persia, que con el tiempo revitalizó aquella mezcla
de vigorosos pueblos europeos, máxime mediterráneos, que supieron producir el
esplendor del Renacimiento.
Juliano, dicho erróneamente el Apóstata, era hijo de un medio hermano de Constantino el Grande. Cuando niño vio con
horror como un golpe militar promovido
por su primo y Emperador, Constancio II, cristiano, había eliminado a toda su
familia. Ese evento, traumático para un niño, lo llevó a desconfiar desde entonces y para
siempre de los cristianos y del
cristianismo. A la masacre sobrevivieron
solamente él y su hermanastro Galo,
fueron llevados a un lugar bellísimo y
apartado, un exilio dorado, donde recibieron ambos una buena educación
cristiana y hasta parece que fueron ordenados sacerdotes.
Ahora bien, cuando,
pasado un tiempo, el hermanastro Galo
fue nombrado Cesar, o sea segundo del Emperador, nuestro Juliano tuvo más
libertad de movimientos y frecuentó la Escuela Filosófica
de Atenas donde se introdujo al neoplatonismo, con ciertas liturgias y místicas
de moda en aquellos tiempos entre los paganos de clase altas. Desde entonces se
dio la “apostasía “de Juliano, pero manteniéndola in pectore, o sea oculta.
Pero el buen Emperador cristiano Constancio al año de haber nombrado a Galo, lo pensó
mejor, lo mandó a ejecutar y en su lugar nombró Cesar - o sea como
vice emperador - al joven Juliano, dándole además en esposa nada menos que su hermanita
Helena. Todo quedó en familia, por
cierto, sea las ejecuciones como el matrimonio. El joven Juliano se
manifestó no solamente como un hombre amante de las letras, la filosofía,
la cultura griega y de su joven esposa Helena, sino que en poco tiempo reveló
además una muy buena capacidad militar.
Luchó con éxito contra pueblos
Germánicos y Francos. Ganó en Poitiers, en la región de Champagne y seguramente
se reanimó con el burbujeante
vino local que por primera vez se
asomó a la
historia. Reconquistó la Colonia Agripina,
la actual Colonia,
la misma ciudad de la
famosa Catedral que, en la Ultima Carnicería,
en la última guerra entre pueblos civilizados, quedará iluminada durante los
bombardeos de los americanos al fin de
ser preservada por los píos aviadores enemigos y sus “fortalezas voladoras“; y
en realidad los píos aviadores la
preservaron: descargaron sus bombas sobre la población inerme de Colonia, mas
no en la Catedral.
Regresamos a Juliano.
Pasó el invierno en Borgoña. Era un hombre afortunado, nuestro Juliano y parece
que también el vino de Borgoña le gustó
al punto que consideró prudente una pausa en las batallas para degustar las
botellas. Y con esas animó también a la
tropa que, aun que exigua, supo resistir
al asedio de un fuerte contingente de
Alamanes: donde se confirmó para la historia que el vino tiene
más jerarquía que la cerveza, antiguo beberaje de origen alemán. Juliano resistió
a los sitiadores y además los
venció. A esto siguió otra batalla en Argentoratum, Estrasburgo, Alsacia. Fue su mayor victoria
que seguramente celebró con otro
magnifico vino, esta vez del
Reno. Poco después Juliano derrotó también a los belgas Chamavos a pesar
de que los belgas nunca tuvieron vinos que
valiera la pena para el brindis del victorioso. Pero esa serie de victorias fue celebrada con cierta envidia por el Emperador
que veía ascender demasiado la estrella de su sobrinito impertinente
cuyo ascendente iba aumentando hasta la adoración entre tropas y civiles. Así que un buen día el tío envidioso quiso
reducir el poder del sobrino reclamándole una
tercera parte de sus tropas con la excusa de la guerra contra Persia.
Pero las tropas del sobrinito no querían ir a tierras sin vino de Borgoña ni de
Alsacia y aclamó Emperador a Juliano. ¿Fu auto-proclamación? El tío-Emperador parece que haya
incitado entonces a Francos y Alamanes
para otra revuelta contra Juliano, según
dicen las malas lenguas. Juliano, el flamante aclamado Emperador Augusto los venció fácilmente,
aumentando su fama de guerrero. Pero el viejo tío-emperador, decididamente
rabioso y quizás con razón, seguía
no aceptando ese golpe de la
auto-proclamación del sobrinito. Juliano
entonces, fuerte también del apoyo de la aristocracia Romana,
en gran mayoría todavía pagana, emprendió la marcha contra el
Augusto tío. Pero, por voluntad del Dios Cristiano o de
los Dioses del Olimpo, el viejo Emperador de repente se murió e ipso facto
circuló la voz, verdadera o falsa, que en su lecho de muerte el viejo Emperador
había nombrado a Juliano su sucesor legitimo en el trono. La fórmula habría
sido: “ Victor
ac triumphator perpetuus semper augustus. “
El nuevo
Emperador, ahora de ambas partes del Imperio, Roma y
Constantinopla, humildemente aceptó la investidura, honrando así la voluntad de
su tío y logrando la aceptación de todas las provincias de Oriente como de
Occidente.
Naturalmente por
gracia de los dioses paganos, hebreos y cristianos. Tambien en aquella època se aceptaban los "votos",vienieran de donde vinieran.
Pero Juliano agradeció
solamente a los paganos, solemnemente,
dando por fin pública muestra de su
vieja y verdadera fe, la pagana. Poco más tarde se rodeó de
los intelectuales paganos mas conocidos del mundo helenístico. Quiso nombrar una comisión de Depuración, para
verificar las supuestas malversaciones de la “administración cristiana
anterior” y finalmente se optó por una amnistía por obediencia debida.
Quería revivir en toda
su magnificencia el esplendor de la cultura griego romana. No lo consiguió,
naturalmente. Los tiempos eran
diferentes, estaba en auge un neoplatonismo que no era ni cristiano ni pagano.
Constantino en el 313 había dado
libertad de culto para todo el Imperio y para cualquier religión. En la práctica
eso se había ido transformando en poder siempre más fuerte para la nueva
religión y sus clerigos y los paganos eran perseguidos
y algunos templos destruidos por las fanaticadas de los neófitas cristianos.
Juliano, ferviente helenista y quizás convencido de su reencarnación como
Alejandro de Macedonia, no quiso aceptar eso; y realmente quería una verdadera
tolerancia hacia todas las religiones, según el concepto más moderno y ya
promulgado por Constantino. Eso no se
logró. Trató la reconstrucción de algunos templos paganos destruidos y aceptó de la nueva religión ciertos sistemas
de organización del clero. Ordenó que regresaran viejos obispos cristianos
condenados por herejías u otros pecados similares; pero la Iglesia cristiana supo oponerse con tenacidad a lo que consideró una astuta
tentativa de asimilación pacifica. Esto amargó tanto al pobre restaurador del
pasado heroico y tolerante de Roma y Atenas, que poco a poco fue perdiendo sus primigenias actitudes
liberales para transformarse paulatinamente en intolerante. Intolerante y
rabioso. Y comenzaron hasta los temores
del regreso a las persecuciones contra los cristianos. Queriendo mantener o aparentar
mantener su concepto de fortalecimiento de todas las religiones, Juliano hasta decidió reconstruir en
Jerusalén el tan llorado Templo Judío de
Salomón, destruido por los romanos. Imaginarse los intolerantes cristianos... Propagaron rumores
de acontecimientos tenebrosos, quizás en realidad fue “solamente” un ligero
terremoto durante la reparación del viejo Templo, pero naturalmente los
cristianos atribuyeron eso a la voluntad Divina;
los obreros se fugaron presos del terror y el proyecto se cayó.
Pero seguía
aumentando un malestar entre los
militares y entre las poblaciones civiles. Recordamos que en Oriente más del 50
% de la población era ya cristiana.
Juliano se ponía siempre más intolerante
y comenzó a sentirse siempre más solo.
Quizás por eso trató de escaparse de sí
mismo y quiso atacar a los Sasánidas.
Los atacó, pero en un episodio
insignificante de una batalla, quedó traspasado por la espalda con una jabalina de
un soldado cualquiera.
Sobre esa muerte hubo varias versiones: hay quien
dijo que la jabalina no era de un soldado persa sino de un soldado cristiano de
su ejército y esto puede ser cierto. Lo que sí seria melodramático, si fuera
cierto, es que se dijo también que el Emperador, traspasado por la jabalina,
logró arrancársela de la espalda; y levantándola con rabia hacia el Cielo haya gritado sus últimas
palabras: ¡ Vicisti, Galilae ! (
Me venciste, Galileo ). Y así murió, muy joven a los 32 años y con solo 2 años
de reinado.
Y Jupiter-Zeus y todos los
dioses del Olimpo fueron definitivamente destronados.
Del Imperio, de Roma y
del Mundo.
Pero quedaron en las visiones de poetas y artistas.
3 comentarios:
Juliano es un gran personaje. Hombre culto, buen estratega militar y conocedor del buen vino para gloria de todos los dioses. ¿Intuiría Juliano la larga oscuridad que cubriría Europa con un cristianismo-como bien dices-alejado del predicado por Jesús?
Saludos, Angel
En los primeros párrafos dice-un par de veces- "cristianísimo"- me parece que quisiste escribir "cristianismo"- ¿no?
Coincido con la apreciación y cuestionamiento de Ángel.
Cariños, Alfa
Alfa querida!!!! un besote grande de agradecimiento.....En que estaría pensando yo? En los cristianísimos reyes de francia y sus amantes?
ja ja
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