27 abr 2013

L.-Personajes.- 29/ 54 JULIANO EL APOSTATA


                           JULIANO apóstata
                                  (332-363)      

A mitad del cuarto siglo d.d.C.  el paganísimo, o sea la antigua ”heroica” religión del siglo de oro de  Grecia   y de  su versión en la Roma republicana y despuès imperial, estaba al punto de  terminar su ciclo. Ya con Constantino se habían prohibido las persecuciones contra  la nueva religión emergente, y a los cristianos se le concedieron paridad de derechos. El cristianismo estaba dando pasos agigantados quizás también por ese nuevo toque de espiritualidad   oriental al cual  aspiraban, en una forma aun  vaga de monoteísmo, casi todos los pueblos del mediterráneo.
Pero hubo una tentativa, un conato de resplandor tardío del viejo paganismo heróico, aun que en versión neoplatónica. Fue el último canto del cisne, con Juliano; y después se inició la opacidad de la  edad media y en toda Europa se  expandió  una nube de miedo y supersticiones. No fue debido al sobreponerse del cristianismo en sí, sino a varios factores como las invasiones barbáricas, la inseguridad por la caída de las reglas y leyes del imperio romano. Y la opresiva  interpretación de la vida presentada por los sacerdotes,  casi siempre forjadores de opiniones, creencias, supersticiones en el  mundillo de los ignorantes. Sí, porque  en la originaria visión de Jesús de Nazaret, existía el amor, la comprensión, la dulzura, nunca le pidió Jesús a nadie que se autocastrara, al contrario, el creced y multiplicaos es un incentivo en sentido contrario. Jesús no era misógino, no despreciaba a las mujeres, prueba  es que mujeres fueron las que lo acompañaron en sus momentos finales, y mujer fue la que lo “revivió”  con la resurrección.
 Le religión del Cristo era bondad, como bondad la visión de Santo Francisco.
 Las variantes horrendas de terror religioso no vinieron de Jesús. 

  Una Nueva Luz  de cultura  reaparecerá después de siglos, traída por unos imprevistos  y  fanáticos beduinos del desierto que con el tiempo se asentaron en Al Andaluz y dieron nacimiento a la cultura mozárabe;  tolerante y  esplendida cultura proveniente  de Grecia y de Persia,  que con el tiempo revitalizó aquella mezcla de vigorosos pueblos europeos, máxime mediterráneos, que supieron producir el esplendor del Renacimiento.

Juliano, dicho  erróneamente el Apóstata,  era hijo de un medio hermano  de Constantino el Grande. Cuando niño vio con horror como un  golpe militar promovido por su primo y Emperador, Constancio II, cristiano, había eliminado a toda su familia.  Ese evento,  traumático para un niño,   lo llevó a desconfiar desde entonces y para siempre  de los cristianos y del cristianismo.  A la masacre sobrevivieron solamente él y su hermanastro Galo,   fueron llevados a un lugar bellísimo y  apartado, un exilio dorado, donde recibieron ambos una buena educación cristiana y hasta parece que fueron ordenados sacerdotes.
Ahora bien, cuando, pasado un tiempo, el  hermanastro Galo fue nombrado Cesar, o sea segundo del Emperador, nuestro Juliano tuvo más libertad de movimientos y frecuentó la Escuela Filosófica de Atenas donde se introdujo al neoplatonismo, con ciertas liturgias y místicas de moda en aquellos tiempos entre los paganos de clase altas. Desde entonces se dio la “apostasía “de Juliano, pero manteniéndola in pectore, o sea oculta.  Pero el buen Emperador cristiano Constancio  al año de haber nombrado a Galo, lo pensó mejor, lo mandó a ejecutar y en su lugar nombró Cesar - o sea  como  vice emperador - al joven Juliano, dándole  además en esposa nada menos que su hermanita Helena.  Todo quedó en familia, por cierto, sea las ejecuciones como el matrimonio. El joven Juliano se manifestó  no solamente como  un hombre amante de las letras, la filosofía, la cultura griega y de su joven esposa Helena, sino que en poco tiempo  reveló  además una muy buena capacidad militar.  Luchó con éxito contra  pueblos Germánicos y Francos. Ganó en Poitiers, en la región de Champagne y seguramente se  reanimó con el  burbujeante  vino local que por primera vez  se asomó a la historia. Reconquistó la Colonia Agripina, la actual Colonia, la misma ciudad de la famosa Catedral que, en la Ultima Carnicería, en la última guerra entre pueblos civilizados, quedará iluminada durante los bombardeos  de los americanos al fin de ser preservada por los píos aviadores enemigos y sus “fortalezas voladoras“; y en realidad los píos aviadores  la preservaron: descargaron sus bombas sobre la población inerme de Colonia, mas no en la Catedral.
Regresamos a Juliano. Pasó el invierno en Borgoña. Era un hombre afortunado, nuestro Juliano y parece que también el  vino de Borgoña le gustó al punto que consideró prudente una pausa en las batallas para degustar las botellas. Y con esas  animó también a la tropa que, aun que  exigua, supo resistir al asedio de un fuerte  contingente de Alamanes: donde se confirmó para la historia que  el vino tiene  más jerarquía que la cerveza, antiguo beberaje de origen alemán. Juliano resistió a los sitiadores y  además los venció.   A esto siguió otra batalla  en Argentoratum, Estrasburgo, Alsacia. Fue su mayor victoria que seguramente celebró con otro  magnifico vino, esta vez del  Reno. Poco después Juliano derrotó también a los belgas Chamavos a pesar de que los belgas nunca tuvieron vinos que  valiera la pena para el brindis del victorioso. Pero  esa serie de victorias fue celebrada  con cierta envidia por el  Emperador  que veía ascender demasiado la estrella de su sobrinito impertinente cuyo ascendente iba aumentando hasta la adoración entre tropas y civiles.  Así que un buen día el tío envidioso quiso reducir el poder del sobrino reclamándole una  tercera parte de sus tropas con la excusa de la guerra contra Persia. Pero las tropas del sobrinito no querían ir a tierras sin vino de Borgoña ni de Alsacia y aclamó Emperador a Juliano. ¿Fu auto-proclamación?   El tío-Emperador parece que haya incitado  entonces a Francos y Alamanes para otra  revuelta contra Juliano, según dicen las malas lenguas. Juliano, el flamante aclamado  Emperador Augusto los venció fácilmente, aumentando su fama de guerrero. Pero el viejo tío-emperador, decididamente rabioso  y quizás con razón,  seguía  no aceptando ese  golpe de la auto-proclamación del sobrinito. Juliano entonces, fuerte también del apoyo de la aristocracia Romana, en gran mayoría  todavía pagana,  emprendió la marcha contra   el  Augusto   tío.  Pero, por voluntad del Dios Cristiano o de los Dioses del Olimpo, el viejo Emperador de repente se murió e ipso facto circuló la voz, verdadera o falsa, que en su lecho de muerte el viejo Emperador había nombrado a Juliano su sucesor legitimo en el trono. La fórmula habría sido:      Victor ac triumphator perpetuus semper augustus.  
El nuevo Emperador, ahora  de ambas partes del Imperio, Roma y Constantinopla, humildemente aceptó la investidura, honrando así la voluntad de su tío y logrando la aceptación de todas las provincias de Oriente como de Occidente.
Naturalmente por gracia  de los dioses paganos,  hebreos y cristianos. Tambien en aquella època se aceptaban los "votos",vienieran de donde vinieran.

Pero Juliano agradeció solamente a los paganos,  solemnemente, dando por fin pública  muestra de su vieja  y verdadera fe, la pagana.   Poco más tarde se rodeó de los intelectuales paganos mas conocidos del mundo helenístico. Quiso  nombrar una comisión de Depuración, para verificar las supuestas malversaciones de la “administración cristiana anterior” y finalmente se optó por una amnistía por obediencia debida. 
Quería revivir en toda su magnificencia el esplendor de la cultura griego romana. No lo consiguió, naturalmente.  Los tiempos eran diferentes, estaba en auge un neoplatonismo que no era ni cristiano ni pagano. Constantino en el  313  había dado  libertad de culto para todo el Imperio y para cualquier religión. En la práctica eso se había ido transformando en poder siempre más fuerte para la nueva religión y sus clerigos  y los paganos eran perseguidos y algunos templos destruidos por las fanaticadas de los neófitas cristianos. Juliano, ferviente helenista y quizás convencido de su reencarnación como Alejandro de Macedonia, no quiso aceptar eso; y realmente quería una verdadera tolerancia hacia todas las religiones, según el concepto más moderno y ya promulgado por  Constantino. Eso no se logró. Trató la reconstrucción de algunos templos paganos destruidos y  aceptó de la nueva religión ciertos sistemas de organización del clero. Ordenó que regresaran viejos obispos cristianos condenados por  herejías  u otros pecados similares;  pero la Iglesia cristiana supo oponerse  con tenacidad a lo que consideró una astuta tentativa de asimilación pacifica. Esto amargó tanto al pobre restaurador del pasado heroico y tolerante de Roma y Atenas, que poco a poco  fue perdiendo sus primigenias actitudes liberales para transformarse paulatinamente en intolerante. Intolerante y rabioso.  Y comenzaron hasta los temores del regreso a las persecuciones contra los cristianos. Queriendo mantener o aparentar mantener su concepto de fortalecimiento de todas las religiones,  Juliano hasta decidió reconstruir en Jerusalén el tan llorado Templo Judío  de Salomón, destruido por los romanos.    Imaginarse los  intolerantes cristianos... Propagaron rumores de acontecimientos tenebrosos, quizás en realidad fue “solamente” un ligero terremoto durante la reparación del viejo Templo, pero naturalmente los cristianos atribuyeron eso a la voluntad Divina;  los obreros se fugaron presos del terror y el proyecto se cayó.
 Pero seguía  aumentando un  malestar entre los militares y entre las poblaciones civiles. Recordamos que en Oriente más del 50 % de la población era  ya cristiana. Juliano se ponía siempre más  intolerante y  comenzó a sentirse siempre más solo. Quizás por eso trató de  escaparse de sí mismo y quiso atacar a los Sasánidas.  Los  atacó, pero en un episodio insignificante de una batalla,  quedó  traspasado por la espalda con una jabalina de un soldado cualquiera.

 Sobre esa muerte hubo varias versiones: hay quien dijo que la jabalina no era de un soldado persa sino de un soldado cristiano de su ejército y esto puede ser cierto. Lo que sí seria melodramático, si fuera cierto, es que se dijo también que el Emperador, traspasado por la jabalina, logró arrancársela de la espalda; y levantándola  con rabia hacia el Cielo haya gritado sus últimas palabras:  ¡ Vicisti, Galilae ! ( Me venciste, Galileo ). Y así murió, muy joven a los 32 años y con solo 2 años de reinado.

Y Jupiter-Zeus y todos los dioses del Olimpo fueron definitivamente destronados.

Del Imperio, de Roma y del Mundo.

Pero quedaron  en las visiones de poetas y artistas.



                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                         







3 comentarios:

Anónimo dijo...

Juliano es un gran personaje. Hombre culto, buen estratega militar y conocedor del buen vino para gloria de todos los dioses. ¿Intuiría Juliano la larga oscuridad que cubriría Europa con un cristianismo-como bien dices-alejado del predicado por Jesús?
Saludos, Angel

Alfa Segovia dijo...

En los primeros párrafos dice-un par de veces- "cristianísimo"- me parece que quisiste escribir "cristianismo"- ¿no?
Coincido con la apreciación y cuestionamiento de Ángel.
Cariños, Alfa

Aldo Macor dijo...

Alfa querida!!!! un besote grande de agradecimiento.....En que estaría pensando yo? En los cristianísimos reyes de francia y sus amantes?
ja ja