Volverias a casarte con el?

Me contaba mi mamá que todos los fines de semana de buen tiempo el abuelo alquilaba una gran carroza, una berlina tipo familiar, se decía entonces y en ella montaba a todos los siete hijos, a la esposa y el mismo, por supuesto. Y¡ a pasear por Roma! Adelante, en el puesto que los chicos consideraban de honor, al lado del chofer, se sentaban los dos varoncitos; cuatro de los hijos, las niñas, se sentaban adentro, en el asiento frente a los padres. Y el séptimo hijo, que era el mayor, estaba de pié detrás de todos, en este sitio que no recuerdo como se llama, pero que era reservado para el lacché, se decía, el empleado domestico uniformado que abría y cerraba las puertas. Y adentro, en los dos sitios de honor, por supuesto, papá y mamá, o sea, en el caso, la abuela Donna Clementina con su amplio que, tuba en la cabeza, siempre se acomodaba los enormes bigotes que ostentaba con satisfacción. Y paseaban por las zonas de mayor afluencia, donde más intenso era el tráfico de carrozas. Y el motivo era, decía la abuela, por el placer de mostrar a los demás ( sin saber bien quien eran esos “demás”) lo lindo de su familia, lo unidos que estaban y la gracia de la elegantísima, aristocrática y todavía bella señora Donna Clementina Berardi. A mitad tarde entraban a la Villa Borghese y los chicos jugueteaban con el agua de los estanques dándole comida a los aristocráticos cisnes que la recibían con dignidad. A veces se sentaban en el césped sobre unos plaid, normalmente con dibujos romboidales y colores vivaces, para un picnic bien ordenado, siempre con sombreros en la cabeza y los chicos con sus vestiditos a la marinera. Y un poco más avanzada la tarde, contaba la abuela Yeye con algo de resignación, el respetabilísimo Señor Paolo Berardi, su marido, quería que la carroza se acercara donde estaban dos Café Chantan, casi siempre frecuentados por solos hombres; rarísimas las damas. Y allí, en una tarima, algunas vedettes o bailarinas cantaban canciones de moda, a veces insinuándose a las mesas de los visitantes, semidanzando entre los caballeros que difícilmente podían esconder sus miradas emocionadas; y ellas en actitudes delicadamente coquetas y miradas románticas. Con una muequita de dulce resignación, la abuela Yeye decía:
” Paolo, mi esposo, tu padre, tu abuelo, quería que su”amiga”, la francesita, viera lo bella que era su esposa. Mah…”.
“Y tú ¿qué decías?”, le preguntó una vez mi mamá.
“Mah…En realidad no sabía qué hacer. Si enojarme ofendida o si presumir y sentirme halagada por ese deseo suyo de mostrar su bella esposa…”
“Y, ¿entonces? ¿Mamá?”
“Entonces no hacía nada. Así como en casos similares nunca hice nada al respecto. Durante toda la vida. Mah…”
“Pero si el tiempo volviera atrás, ¿volverías a casarte con él?”
“Ehm…” decía la abuela “ Mah…”
“Ehm…” decía la abuela “ Mah…”
“Pero ¿volverías a casarte con él?”
“ Ehm..” decía la abuela “ Mah…”
“Mamá. ¿Que si o que no? “
Mi nonna Yeye, Donna Clementina Berardi, la Doñita, miró largamente a su hija. Se acomodó más en el sillón. Su mirada se perdió.
“Hija, nunca olvidaré esa sonrisa. Nunca olvidaré esos ojos. Nunca. Mah…”
***
4 comentarios:
La familia era, para bien o para mal, una relación monolítica hasta finales de la 2ª guerra mundial.¿Faltaba libertad a los conyuges? ¿Había más sosiego y madurez? La búsqueda de la felicidad se consigue más plenamente hoy día? I don't know.
Angel
En el caso de las mujeres el amor solía perdonar "deslices"-en el tiempo que fuera- No así los hombres que se ponían furiosos furiosos si su mujer coqueteaba,flirteaba o "chichoneaba" con otro.
Muy hermosa anécdota de la abuela Yeyé
En todo caso, la carroza de Doña Clementina Berardi, tiene una orgullosa y avasallante belleza.
Angel
Gracias por este recuerdo precioso ! Un saludo Aldo !
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