6 ago 2011

3/4 Momentos en la vida de los abuelos- La carroza

Aurelia.
Volverias a casarte con el?


Pasaron unos cuantos años desde el momento de la salida-fuyuta  de Sermoneta. Doñita se había transformado en Doña Clementina Berardi. Una matrona, pero  bella mujer todavía, a pesar de sus  41 años y de sus siete hijos. Y el tal bello Joven de   sonrisa cautivadora y ojo brillantes, se había transformado en un señor,  el respetable Señor Geómetra  Paolo Berardi.  De sombrero de copa y bigotones  autoritarios. En Italia el Geómetra era y es mucho más que Topógrafo pero menos que Ingeniero. Ingeniero era el que salía con su titulo de la Universidad. Pero la Universidad no era tan  frecuentada como hoy en día. Hace años los doctores, los con doctorados en algo, eran muy escasos. No como hoy en día que los hay en todas partes y, dicho sea de paso, no  valen mucho.   Mi abuelo Paolo Berardi, Geómetra, era una persona de cierta  importancia y  para esa época alrededor de 1917  estaba encargado como Geómetra principal del trazado y construcción del ferrocarril   para el trayecto Roma-Génova, siguiendo, más o menos la antigua vía Aurelia.





Me contaba mi mamá que todos los  fines de semana de buen tiempo el abuelo alquilaba una gran carroza, una berlina tipo familiar, se decía entonces y en ella montaba a todos los siete hijos, a la esposa y el mismo, por supuesto.  Y¡ a pasear por Roma! Adelante, en el puesto que los chicos consideraban de honor, al lado del chofer, se sentaban los dos varoncitos; cuatro de los hijos, las niñas, se sentaban adentro, en el asiento frente a los padres.  Y el séptimo hijo, que era el mayor, estaba de pié detrás de todos, en este sitio que no recuerdo como se llama, pero que era reservado  para el lacché, se decía, el empleado  domestico uniformado que  abría y cerraba las puertas.  Y adentro, en los dos sitios de honor, por supuesto,  papá y mamá, o sea, en el caso, la abuela Donna Clementina  con su amplio  que, tuba en la cabeza, siempre se acomodaba   los enormes bigotes que ostentaba con satisfacción.  Y paseaban por las zonas de mayor afluencia,  donde más intenso era el tráfico de carrozas. Y el  motivo era, decía la abuela,  por el placer de mostrar a los demás ( sin saber bien quien eran esos  “demás”) lo lindo de su familia, lo unidos que estaban y la gracia de la elegantísima, aristocrática y todavía bella señora Donna Clementina Berardi. A mitad tarde entraban a la Villa   Borghese  y los chicos jugueteaban con el agua de los estanques  dándole comida a los aristocráticos cisnes que la recibían con dignidad.  A veces se sentaban  en el césped  sobre unos plaid, normalmente  con dibujos romboidales y colores vivaces,  para  un picnic  bien ordenado, siempre con sombreros en la cabeza y los chicos con sus vestiditos a la marinera.  Y un poco más avanzada la tarde, contaba la abuela Yeye con algo de resignación,  el respetabilísimo Señor Paolo Berardi, su marido, quería que la carroza se acercara donde estaban dos Café Chantan, casi siempre  frecuentados por  solos hombres; rarísimas las damas. Y allí, en una tarima, algunas vedettes o bailarinas cantaban canciones de moda, a veces insinuándose a las mesas  de los visitantes,  semidanzando entre los caballeros que difícilmente podían esconder sus miradas emocionadas;  y ellas  en actitudes delicadamente coquetas  y miradas románticas.  Con una muequita de  dulce resignación, la abuela Yeye decía:
Paolo, mi esposo,  tu padre, tu abuelo, quería que su”amiga”, la francesita,   viera lo bella que era su esposa. Mah…”.
 Y tú ¿qué decías?”, le preguntó una vez mi mamá.
 Mah…En realidad no sabía qué hacer. Si enojarme ofendida o si presumir y sentirme halagada por ese deseo suyo de mostrar  su bella esposa…”
“Y, ¿entonces? ¿Mamá?”
“Entonces no hacía nada. Así como en casos similares nunca hice nada al respecto. Durante toda la vida. Mah…”
“Pero si el tiempo volviera atrás, ¿volverías a casarte con él?” 
“Ehm…” decía la abuela “ Mah…” 
 “Pero ¿volverías a casarte con él?”
“ Ehm..” decía la abuela “ Mah…”
“Mamá. ¿Que si o que no?
Mi nonna Yeye, Donna Clementina Berardi, la Doñita, miró largamente a su hija. Se acomodó más en el sillón. Su mirada se perdió.
“Hija, nunca olvidaré esa sonrisa. Nunca olvidaré esos ojos. Nunca. Mah…”


***

4 comentarios:

Anónimo dijo...

La familia era, para bien o para mal, una relación monolítica hasta finales de la 2ª guerra mundial.¿Faltaba libertad a los conyuges? ¿Había más sosiego y madurez? La búsqueda de la felicidad se consigue más plenamente hoy día? I don't know.
Angel

Alfa Segovia dijo...

En el caso de las mujeres el amor solía perdonar "deslices"-en el tiempo que fuera- No así los hombres que se ponían furiosos furiosos si su mujer coqueteaba,flirteaba o "chichoneaba" con otro.
Muy hermosa anécdota de la abuela Yeyé

Anónimo dijo...

En todo caso, la carroza de Doña Clementina Berardi, tiene una orgullosa y avasallante belleza.
Angel

Laura Arena dijo...

Gracias por este recuerdo precioso ! Un saludo Aldo !