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CLARETTA PETACCI |
Ella lo miró, hipnotizada por sus ojos profundos y
él con la misma mirada profunda pero fija un poco más abajo de los ojos de
ella, allí donde la juventud prorrumpía floreciente. Ella estaba casada. Pero
fue un detalle de poca importancia que legalmente se eliminó con una
separación en 1936 pero que ni mínimamente impidió el nacer de una relación
amorosa. Ella fue siempre devota a su Ben, como llamaba a Mussolini. Por años
ella salía de su casa, a las 3 o 4 de la tarde, iba a Palazzo Venezia, donde
estaba la Oficina de Gobierno del Duce. Y allí, tranquila, se sentaba en un
salón de espera y esperaba por horas leyendo revistas. Hasta que por fin
Mussolini la recibía. Pero eran encuentros breves, que escasamente pasaban de
la media hora. Todas las altas esferas del poder estaban al tanto de esa
pasión “duradera” de Mussolini. Estaba al tanto la pobre esposa Doña Raquele y
la familia de Claretta. Pero parece cierto que esta última, especialmente su
hermano, comenzaron a aprovecharse siempre mas y mas del poder que conscientemente
o inconscientemente ella tenía. Pero que tenía.
Parece que de eso se
aprovechó el hermano Marcello, siempre despreciado por el grupo de los
fieles de Mussolini. Más o menos en el 1939 la familia de Claretta, ella
incluida, se transfirió en una mansión de lujo, la Villa Camilluccia.
Años después, cuando la estrella de Mussolini había
ya dejado de resplandecer, el nuevo gobierno antifascista confiscó esos
bienes, suponiendo que habían sido adquiridos con dinero del estado. La
familia Petacci se opuso y el tribunal le dió razón y declaró infundada
la denuncia. Le devolvieron la Villa Camilluccia a los Petacci. De
muchísimas cosas malas se puede acusar a Mussolini. Pero el fue siempre muy
correcto en eso. "Por lo menos en esto", dijeron sus enemigos a
regañadientes. A Mussolini el dinero no le interesó nunca. El quería
algo más que el dinero. El dinero es de mercaderes. El poder es de los
conquistadores. Y él quería nada más que el poder. Y lo tuvo, sin duda.
Pero también el poder tiene su ocaso. El Rey Vittorio Emanuele III de Saboya le había otorgado sua sponte a su primer ministro Mussolini una Orden que lo hacia nada menos que Primo del Rey; había recibido con beneplácito de Mussolini la corona de Rey de Albania y la de Emperador de Etiopía. Pero los sacrificios, las tensiones y malhumores en Italia aumentaban día a día por una guerra que no se había querido a nivel popular y que se veía ya inexorablemente perdida por el enorme poderío Norteamericano.
El Rey comenzó a preocuparse por su Dinastia Saboya y por Italia: en ese órden de prioridades.
Y manda a arrestar a Mussolini.
Scorzeny, el 007 Nazi, lo liberará en una
rocambolesca operación peligrosísima.
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Liberado por las SS |
Pero Mussolini era ya hombre cansado y
acabado. Lo recibió con calor el Canciller Hitler. Parece que Mussolini
quería ya retirarse quizás en Suiza, quizás en España. Pero le dijo que sí a
Hitler. Que seguiría con él. Italia y Alemania juntas. El Pacto de Acero.
¿Con entusiasmo o sin entusiasmo?
Y fundó la
República Social Italiana en el Norte de Italia. Los italianos se dividieron
en dos bandos en una guerra fratricida violenta, absurda e inútil.
Claretta siempre estuvo a su lado, aun que parece
que más de una vez en los últimos tiempo él haya tratado de alejarla de sí
mismo. Quizás empezaba a sentirse solamente cansado; de todo y de
todos. Total que un buen día la señora Petacci se presenta para ser recibida
y Mussolini no la quiso recibir. Quizás ¿el mismo trato que años atrás le
había dado a la Margarita Scarfatti? Pero Margarita Scarfatti era una Dama.
Claretta no, era una mujer todavía joven e irreverente y no era una Dama. Se
abrió camino a codazos y groserías entre los estupefactos canes cerberos de
guardia, subió a su despacho; lo afrontó y lo retó. Mussolini ya no era el
joven vigoroso de antaño. Quizás era solamente un hombre decepcionado que ya
sabía que había perdido la guerra y sus sueños de gloria. Posiblemente
también algo la quería a esa muchacha romana. A su manera. Pero la
quería. Terminó por aceptarla. Desde entonces la Claretta Petacci se quedó
siempre a su lado. Poco después vino el fin, con Mussolini ya destrozado
moralmente, apoyado a una pared en la espera de que un partisano le fusilara:
“Dispárenme al pecho!” fueron sus ultimísimas palabras, fuertes
como una orden. Su última orden.
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Mussolini, la Petacci y otros Jerarcas |
Ella,
la Claretta Petacci, de 33 años, con ímpetu de mujer enamorada, se tiró
encima de Mussolini, para cubrirlo a él, al hombre que ella
siempre amó y veneró, gritando: ”No.., No…¡Mussolini no debe morir!...”
y con su cuerpo lo defendió de la primera ráfaga de metralleta.
Ya no pudo
escuchar la segunda.
Los cuerpos de Claretta Petacci y de Benito
Mussolini, junto a otros varios Jerarcas Fascistas, fueron colgados por los
pies con ganchos de carnicería en una Estación de Servicio en la Plaza Loreto
de Milán. Los bomberos lavaron con sus mangueras de agua esos cuerpos sobre
los cuales se había ensañado el público exultante sediento de venganza.
Solamente un sacerdote presente tuvo un acto de piedad. Cuando iban a colgar
al gancho la Claretta Petacci, por los pies, el sacerdote se dio cuenta que
la mujer no tenía nada de ropa íntima.
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Mussolini y la Petacci desfigurados, en la Morgue |
El bruto deseo de venganza se había enseñado
contra el cadáver de la mujer, desnudándola y ultrajándola salvajemente
con un mango de escoba en sus genitales. Entonces el cura trató y
consiguió que el vestido pudiera parcialmente cubrir, amarrándolo con
una cuerda de los bomberos, las piernas desnudas y otras partes del cuerpo martirizado
y sangrante.
Y así
terminó, trágicamente, la vida del Dictador de Italia y de su amante.
Varios
pueden ser los juicios sobre Benito Mussolini y contradictorios.
Pero la
actuación de la última mujer que lo amó, merece la mayor estima y respeto.
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Así saben
amar las mujeres.
Saben
llegar a unas cimas que nosotros los hombres ni soñamos.
Y que
probablemente no merecemos.
F I N
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9 comentarios:
Bravo Sr.Macor, estupendas narraciones de LAS AMANTES DE BENITO MUSSOLINI,
Claretta Petacci supo amar hasta la muerte, un final trágico.
ma
Aldo todo lo que escribiste de LAS AMANTES DE BENITO MUSSOLINI, sinceramente me gustó muchísimo, creo hiciste que me enamorara del Duce. al
Si querida MA, (Anónima? o anónimo? tengo la impresión que sea anónima...)
Bueno, cuando se habla de grandes hombre, en bien o en mal,… pero de personajes que como sea se salen del molde común, también sus amores son especiales. No siguen las reglas válidas para los normales. Y muchas veces sus destinos son trágicos. A veces uno se pregunta, como aquel viejo estadista: ¿ES MEJOR VIVIR CIEN AÑOS COMO OVEJAS O UN SOLO DIA COMO LEON?
Mi gran amiga Azucena, escribió:
Excelente tus art.
Afectos
Azucena-.
Querido amigo, tengo que darte las gracias por estas ricas semblanzas de mujeres excepcionales escritas con agudeza interpretativa y amable consideración. Fue un drama muy a la italiana donde no faltó talento, pasión, desengaño político y/o amoroso, locura por "razones" de Estado y una inmolación por amor.
Te felicito.
Well done!!
Angel el políglota.
Realmente tus relatos son fuera de serie y las mujeres que has sacado a la luz, también.
Espero nuevos cuentos del otro personaje que según lo que me dijeron también tuvo lo suyo.
Cariños
Nadie merece que lo asesinen con tanto horror. Mussolini ha sido un asesino que no supo cuidar a ninguna de sus mujeres. No comprendo como pudieron amarlo.
Besos y penas.
Conmovedora la última historia, Aldo! Eso es amor y lo demás, son puros cuentos.
Geniales todos los relatos, gracias por compartirlos.
Ansiedad por lo que sigue...
Beso para ti.
Querida Duda Desnuda:
no tengo el placer de conocerte, pero si leí tu comentario sobre la Claretta Petacci. Indudablemente Mussolini fue también un asesino, y su comportamiento con sus “amores” fue vergonzoso, a decir poco, especialmente con la esposa Raquel, con la Dalzer que mandó a internar en un manicomio y con la Margherita. Tampoco fue muy “gentil” el comportamiento de Lenin para con la mujer que sin embargo amó y que lo amaba: la dejó plantada en ara del ascetismo de la causa revolucionaria; aun que si, admito, Lenin sufrió tanto como ella. Y si llegamos a Stalin y compramos su actitud con los dos anteriores, no encontramos frente a un caso sin comparaciones en la historia. He escrito y publicaré algo sobre eso en este blog. Pero a propósito de historia, no puedo no constatar, ni con alegría ni con tristeza, que el comportamiento humano no ha cambiado mucho desde las cavernas. Es suficiente que un hombre tenga un poco mas de cerebro o inteligencia o genialidades y que por eso sobresalga, en bien o en mal, sobre los “normales”, que se sienta autorizado a formar sus propias normas: quod licet jovi non licet bovi. Y la mujer…tú te preguntas ¿cómo hacen para amar a monstruos de ese tipo? La mujer también querida Duda, es de las cavernas. Se enamoraba del macho dominante como toda hembra en la naturaleza. Y se sigue enamorando. Y decepcionando.
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