1 jul 2012

Post Nº 10/10 Claretta Petacci

Claretta Petacci Federici                                                            
  
Roma 1912..Milano(Como) 1945
                                                                                                             





Bella muchacha romana, nacida en 1921.  Tenía 30 años menos que Benito Mussolini. Fue su  última  amante. La que quiso morir con él.
Esa chica, aun adolescente, se reveló fanática admiradora del Duce. Su cuarto no estaba tapizado de fotos de las estrellas de cine como suelen hacer las jovencitas. Estaba tapizado con fotos del Duce, su ídolo. Ídolo también, en esa época, de muchas otras mujeres italianas y extranjeras. Infatuaciones juveniles, pensaron los padres y no le dieron importancia. Inclusive, esa chica se casó con un Aviador Militar. El cual casamiento no impidió el seguir de la admiración de la muchacha, ya señora Federici, para el hombre de los destinos de Italia. Y tanto hizo, rogando a su papá, el médico Petacci, persona importante por ser el Médico Arquiatra personal del Papa, que el papá y el Papa le consiguieron nada menos que un entrevista personal con Mussolini. Era el año 1932. Ella tenía 20 años y Mussolini 49.




CLARETTA PETACCI
Ella lo miró, hipnotizada por sus ojos profundos y él con la misma mirada profunda pero fija un poco más abajo de los ojos de ella, allí donde la juventud prorrumpía floreciente. Ella estaba casada. Pero fue un detalle de poca importancia que legalmente se eliminó con una separación en 1936 pero que ni mínimamente impidió el nacer de una relación amorosa. Ella fue siempre devota a su Ben, como llamaba a Mussolini. Por años ella salía de su casa, a las 3 o 4 de la tarde, iba a Palazzo Venezia, donde estaba la Oficina de Gobierno del Duce. Y allí, tranquila, se sentaba en un salón de espera y esperaba por horas leyendo revistas. Hasta que por fin Mussolini la recibía. Pero eran encuentros breves, que escasamente pasaban de la media hora. Todas las altas esferas del poder estaban al tanto de esa pasión “duradera” de Mussolini. Estaba al tanto la pobre esposa Doña Raquele y la familia de Claretta. Pero parece cierto que esta última, especialmente su hermano, comenzaron a aprovecharse siempre mas y mas del poder que conscientemente o inconscientemente ella tenía. Pero que tenía.
 Parece que de eso se aprovechó el hermano Marcello, siempre despreciado  por el grupo de los fieles de Mussolini. Más o menos en el 1939 la familia de Claretta, ella incluida, se transfirió en una mansión de lujo, la Villa Camilluccia. 

Años después, cuando la estrella de Mussolini había ya dejado de resplandecer, el nuevo gobierno antifascista confiscó esos bienes, suponiendo que habían sido adquiridos con dinero del estado. La familia Petacci se opuso y el tribunal  le dió razón y declaró infundada la denuncia. Le devolvieron la Villa Camilluccia a los Petacci. De muchísimas cosas malas se puede acusar a Mussolini. Pero el fue siempre muy correcto en eso. "Por lo menos en esto", dijeron sus enemigos a regañadientes.  A Mussolini el dinero no le interesó nunca. El quería algo más que el dinero. El dinero es de mercaderes. El poder es de los conquistadores. Y él quería nada más que el poder. Y lo tuvo, sin duda.


Pero también el poder tiene su ocaso. El Rey Vittorio Emanuele III de Saboya le había otorgado  sua sponte a su primer ministro Mussolini  una Orden que lo hacia nada menos que Primo del Rey;  había recibido con beneplácito de Mussolini la corona de Rey de Albania y la  de Emperador de Etiopía.  Pero los sacrificios, las tensiones y malhumores en Italia aumentaban día a día por una guerra que no se había querido a nivel popular y que se veía ya inexorablemente perdida por el enorme poderío Norteamericano.
El Rey comenzó a preocuparse por su Dinastia Saboya y por Italia: en ese órden de prioridades.
Y  manda a arrestar a Mussolini. 
Scorzeny, el 007 Nazi, lo liberará en una rocambolesca operación peligrosísima.

Liberado por las SS

 Pero Mussolini era ya hombre cansado y acabado. Lo recibió con calor el Canciller Hitler. Parece que Mussolini quería ya retirarse quizás en Suiza, quizás en España. Pero le dijo que sí a Hitler. Que seguiría con él. Italia y Alemania juntas. El Pacto de Acero. ¿Con entusiasmo o sin entusiasmo?
Y fundó la República Social Italiana en el Norte de Italia. Los italianos se dividieron en dos bandos en una  guerra fratricida violenta, absurda  e inútil.

Claretta siempre estuvo a su lado, aun que parece que más de una vez en los últimos tiempo él haya tratado de alejarla de sí mismo. Quizás empezaba a sentirse  solamente cansado;  de todo y de todos. Total que un buen día la señora Petacci se presenta para ser recibida y Mussolini no la quiso recibir. Quizás ¿el mismo trato que años atrás le había dado a la Margarita Scarfatti? Pero Margarita Scarfatti era una Dama. Claretta no, era una mujer todavía joven e irreverente y no era una Dama. Se abrió camino a codazos y groserías entre los estupefactos canes cerberos de guardia, subió a su despacho; lo afrontó y lo retó. Mussolini ya no era el joven vigoroso de antaño. Quizás era solamente un hombre decepcionado que ya sabía que había perdido la guerra y sus sueños de gloria. Posiblemente también algo la quería a esa muchacha romana. A su manera. Pero  la quería. Terminó por aceptarla. Desde entonces la Claretta Petacci se quedó siempre a su lado. Poco después vino el fin, con Mussolini ya destrozado moralmente, apoyado a una pared en la espera de que un partisano le fusilara: “Dispárenme al pecho!” fueron sus ultimísimas palabras, fuertes como una orden. Su última orden.

Mussolini, la Petacci y otros  Jerarcas
 Ella, la Claretta Petacci, de 33 años, con ímpetu de mujer enamorada, se tiró encima de Mussolini, para cubrirlo  a él,  al hombre que ella siempre amó y veneró, gritando: ”No.., No…¡Mussolini no debe morir!...” y con su cuerpo lo defendió de la primera ráfaga de metralleta.

 Ya no pudo escuchar la segunda.                                                                                                               


 Los cuerpos de Claretta Petacci y de Benito Mussolini, junto a otros varios Jerarcas Fascistas, fueron colgados por los pies con ganchos de carnicería en una Estación de Servicio en la Plaza Loreto de Milán. Los bomberos lavaron con sus mangueras de agua esos cuerpos sobre los cuales se había ensañado el público exultante sediento de venganza. Solamente un sacerdote presente tuvo un acto de piedad. Cuando iban a colgar al gancho la Claretta Petacci, por los pies, el sacerdote se dio cuenta que la mujer no tenía nada de ropa íntima.


Mussolini y la Petacci desfigurados, en la Morgue




El bruto deseo de venganza se había enseñado contra el cadáver de la mujer, desnudándola y  ultrajándola salvajemente con un mango de  escoba en sus genitales. Entonces el cura trató y consiguió que el vestido pudiera parcialmente cubrir, amarrándolo con una cuerda de los bomberos, las piernas desnudas y otras partes del cuerpo martirizado y sangrante.

Y así terminó, trágicamente, la vida del Dictador de Italia y de su amante. 
Varios pueden ser los juicios sobre Benito Mussolini y contradictorios.

Pero la actuación de la última mujer que lo amó, merece la mayor estima y respeto.
                                               **

Así saben amar las mujeres.

Saben llegar a unas cimas que nosotros los hombres ni soñamos.
Y que probablemente no merecemos.

                                            F I N



9 comentarios:

Anónimo dijo...

Bravo Sr.Macor, estupendas narraciones de LAS AMANTES DE BENITO MUSSOLINI,
Claretta Petacci supo amar hasta la muerte, un final trágico.
ma

Anónimo dijo...

Aldo todo lo que escribiste de LAS AMANTES DE BENITO MUSSOLINI, sinceramente me gustó muchísimo, creo hiciste que me enamorara del Duce. al

Aldo Macor dijo...

Si querida MA, (Anónima? o anónimo? tengo la impresión que sea anónima...)
Bueno, cuando se habla de grandes hombre, en bien o en mal,… pero de personajes que como sea se salen del molde común, también sus amores son especiales. No siguen las reglas válidas para los normales. Y muchas veces sus destinos son trágicos. A veces uno se pregunta, como aquel viejo estadista: ¿ES MEJOR VIVIR CIEN AÑOS COMO OVEJAS O UN SOLO DIA COMO LEON?

Aldo Macor dijo...

Mi gran amiga Azucena, escribió:



Excelente tus art.

Afectos

Azucena-.

Anónimo dijo...

Querido amigo, tengo que darte las gracias por estas ricas semblanzas de mujeres excepcionales escritas con agudeza interpretativa y amable consideración. Fue un drama muy a la italiana donde no faltó talento, pasión, desengaño político y/o amoroso, locura por "razones" de Estado y una inmolación por amor.
Te felicito.
Well done!!
Angel el políglota.

Alfa Segovia dijo...

Realmente tus relatos son fuera de serie y las mujeres que has sacado a la luz, también.
Espero nuevos cuentos del otro personaje que según lo que me dijeron también tuvo lo suyo.
Cariños

DudaDesnuda dijo...

Nadie merece que lo asesinen con tanto horror. Mussolini ha sido un asesino que no supo cuidar a ninguna de sus mujeres. No comprendo como pudieron amarlo.

Besos y penas.

Unknown dijo...

Conmovedora la última historia, Aldo! Eso es amor y lo demás, son puros cuentos.
Geniales todos los relatos, gracias por compartirlos.
Ansiedad por lo que sigue...
Beso para ti.

Aldo Macor dijo...

Querida Duda Desnuda:
no tengo el placer de conocerte, pero si leí tu comentario sobre la Claretta Petacci. Indudablemente Mussolini fue también un asesino, y su comportamiento con sus “amores” fue vergonzoso, a decir poco, especialmente con la esposa Raquel, con la Dalzer que mandó a internar en un manicomio y con la Margherita. Tampoco fue muy “gentil” el comportamiento de Lenin para con la mujer que sin embargo amó y que lo amaba: la dejó plantada en ara del ascetismo de la causa revolucionaria; aun que si, admito, Lenin sufrió tanto como ella. Y si llegamos a Stalin y compramos su actitud con los dos anteriores, no encontramos frente a un caso sin comparaciones en la historia. He escrito y publicaré algo sobre eso en este blog. Pero a propósito de historia, no puedo no constatar, ni con alegría ni con tristeza, que el comportamiento humano no ha cambiado mucho desde las cavernas. Es suficiente que un hombre tenga un poco mas de cerebro o inteligencia o genialidades y que por eso sobresalga, en bien o en mal, sobre los “normales”, que se sienta autorizado a formar sus propias normas: quod licet jovi non licet bovi. Y la mujer…tú te preguntas ¿cómo hacen para amar a monstruos de ese tipo? La mujer también querida Duda, es de las cavernas. Se enamoraba del macho dominante como toda hembra en la naturaleza. Y se sigue enamorando. Y decepcionando.