Estimados amigos y
estimadas amigas : lo que ahora va, es la continuación de algo escrito la
semana pasada. ESCRITO la semana pasada, he dicho, pero no PUBLICADO la semana
pasada. Porque lo que había escrito lo había enviado en borrador y ante-prima a
un querido amigo mío cuya opinión a veces solicito. En un escueto email,
personal, aquí reproduzco lo que me contestó, exactamente esto:
“Querido
maestro, si sigues escribiendo así, vamos a tener que comprarnos unas Burkas
para poder salir a la calle. Saludos, xxxxxx”
¡Dios mío! ¿Que
habré dicho?
Dije varias cosas,
por supuesto, en casi diez páginas se pueden escribir verdades absolutas y
tonterías sublimes. Escribí no sé si verdades o tonterías, y algunas son estas:
"… la
mujer es normalmente fiel, se siente de un solo hombre. No es promiscua. Quizás
para defender mejor al núcleo familiar a los efectos de la procreación, que es
su primigenia función... y si no es fiel, y lo digo en serio, casi siempre la
culpa es del hombre, que no le deja otra alternativa y la descuida… Sin embargo
en el caso del hombre la fidelidad o infidelidad es algo que ni siquiera está
previsto... El macho, el rey del grupo, el dominante, se aparea con la hembra
que está a su alcance o que lo invita con sus olores. Y dependiendo de sus
energías residuales, se apareja con las otras que les vienen a manos , como lo
más natural y obvio...Eso proceso duró siglos, posiblemente milenios.
Pero ahora amamos. Sí, hemos aprendido a amar.
El animal homo no amaba. Lo movía solamente el sexo. Pero con el tiempo, ese
mismo homo ha inventado la poesía y la música para embellecer y gentilizar el
puro sexo inicial y transformar el sencillo apareamiento del cavernícola en
amor.”
Y mandé el mismo
escrito a otra persona, la señora …xxxxxx… que estimo muchísimo y que, después
de mi esposa, está en el segundo lugar en mis preferencias afectivas. A ver lo
que opinaba ella. Esperaba un juicio más benévolo. Sin embargo todavía retumban
en mis delicados e inocentes oídos los insultos de cavernícola, racista,
machista y retrógrado que me cayeron encima de parte de esa señora, quien al
final me gritó: “Así que si una mujer siente deseo sexual es una enferma
ninfómana, y ¿el hombre es normal?" Y allí siguió otro definitivo
conclusivo insulto a la Anna Magnani. Esta señora estaba furibunda y con un
colorido insulto en dialecto romanesco, conocidísimo, pero que ni me atrevo a
repetir, me aniquiló, me plantó y se fue.
Yo soy, creo, que
soy un viejo caballero demodé, y para mí los gritos e insultos de una mujer
tienen siempre cierta gracia femenina. Pero retumbar, sí que retumban! Y me han
llevado a preguntarme: ¿cuánto de lo afirmado por mí en ese escrito del otro
día es cierto y cuánto no? Mejor dicho: ¿cuánto es “objetivamente” cierto y
cuánto no? Que es lo que debo cambiar en el escrito y en mi manera de pensar
para evitar el ostracismo, el anatema, la excomunión? ¿Qué puedo decir desde
esta situación de casi imputado?
No se puede olvidar que
tengo la belleza de 80 añitos y pasados. Y que además soy hombre; varoncito; ex
varoncito, mejor dicho. Y a mi edad y en mi situación de género ya casi
olvidado, aparte de si existe o no existe la validez objetiva de lo válidamente
cierto, la mayoría de las personas han dejado de fastidiar al prójimo con sus
presuntas sabias consideraciones. Quizás debería yo hacer lo mismo. Y sin
embargo instintivamente soy llevado a seguir teniendo mis opiniones, sin
considerar que hay tantos cambios de mentalidades y comportamientos en esos
últimos 100 años que el punto de vista objetivo no se sabe cuál sería… ya que
cada década, cada lustro, cada año y cada país en el mundo, y en cada época, en
fin, el bendito punto de vista forzosamente cambia; y lo más probable será que
todos sean igualmente válidos. Y, como detalle adjunto, el punto de vista
diferente no puede ser tampoco referido al género, porque hoy ya no existe
solamente el género masculino y el femenino, como en los tiempos cuando tocaban
las campanas de las iglesias, sino que hay una tal variante de géneros, que se
pone en duda todo el concepto.
Quizás estoy
farfullando yo, ahora. Una de las tantas cosas que me irritaban sobremanera en
mis años mozos era la arrogancia de la persona mayor; o sea, de cualquier viejo
casi-demente y todo-ignorante que, mascullando las palabras por falta de
dientes, con insoportable ternura mixta con compasión me decía, que yo, por ser
joven, no podía entender los acontecimientos de la vida. Que se necesitan años,
decenios de experiencias para saber ver las cosas en sus justos aspectos. Sí,
pensaba yo, cuando la mente se te habrá vuelto ya un mierdero indescifrable.
Y me molestaba
mucho esa pretendida sabiduría que, teóricamente, podía ser debida a una
innegable mayor experiencia de vida; pero que no se sabía bien si esa mayor
experiencia de vida había sido aprovechada para ampliar conocimientos como los
viejos pretendían o si había sido sencillamente derrochada en eventos de poca
monta a lo largo de una vida de poca monta. Me irritaba, claro, la arrogancia
de la barba blanca “per se”. Sabía que era más sabio Confucio a los 20 años y
sin barba, que las miles de barbas blancas estigmatizando por allá.
Me surge una duda
y me pregunto: ¿Tendré yo ahora la misma arrogancia que tanto he reprochado a
los viejos sabios en otras épocas? Es muy difícil juzgarse a sí mismos.
Lo que he escrito
hasta ahora en esas páginas, ese volcar de experiencias en aras de
conocimiento, ¿será válido?
¿O se trata de
perogrulladas? Quizás válidas en algunos momentos y si acaso solamente en
alguna zona circunscrita, cuando todavía no existía el efecto batidora en esta
globalización que desde años ya está amalgamando siempre más a las nuevas
generaciones y por lo tanto a la humanidad.
He sostenido que
ha habido cambios de comportamiento pero no cambios de esencia en la mentalidad
de la mujer: porque afirmé que el “dije” en el ombligo, los perfumes, los
escotes provocativos y otros medios de atracción sexual, siguen persistiendo,
en la mujer, desde hace cinco mil años. Pero, ¿será cierto? En el chat, invento
de los últimos años, el joven que orgulloso muestra en la web-cámara su pene
vigoroso, ¿no recurre hoy en día al atractivo sexual como Cleopatra con su
bellísimo seno descubierto para solaz de Antonio? ¿ y de los demás? ¿Quizás el
coqueteo antes era más que todo prerrogativa femenina. El hombre no coqueteaba.
El hombre raptaba-tomaba-violaba. Así como Aquiles violó a Briseida; Agamenón
violó a Criseida. Los Romanos raptaron a las Sabinas. Pero Afroditas-Venus
coqueteó-sedujo a Anquises. Y ahora el hombre coquetea: muestra los bíceps y
muestra el pene: no muestra el cerebro porque seguramente se ha reducido. Ahora
ya no existen prerrogativas. Quizás la fémina se masculinizó y el hombre se
afeminó. La forma ¿puede modificar la sustancia? La liberación de angustias por
el descubrimiento de la píldora anticonceptiva es algo que existe ahora y no
existía antes. Y ¿eso puede cambiar, me pregunto, la esencia misma de la mujer?
Es que en realidad intervienen tantos factores a la vez. El mundo siempre ha
ido cambiando; el famoso baño en el famoso río.
Cambios de
mentalidades siempre las ha habido. Pero no hay dudas que ahora se está
cambiando más rápidamente que antes. La diferencia entre una generación y otra,
en nuestro mundo occidental, es muy fuerte, hoy día. Claro que en otras zonas
del planeta, los cambios son más lentos. Obvio que para un occidental la
sociedad afgana o del Yemen o de ciertas zonas de África, Asia, América latina
tienen cientos de años de atraso. Atraso, según el punto del occidental. Pero,
atraso o no, los cambios son muchos más lentos. Pero los hay. Y los que
empiezan a haberse, están agarrando siempre más velocidad. Ya no tienen el
arranque lento y con dignidad de un
camello sino el pique de un Ferrari. Las ansias de cambio embisten desde ayer
en Asia y ahora en los países árabe-musulmanes.
Y también las
mujeres cambian. Desde tiempo están usando los pantalones. Y si es cierto que
los blue jeans marcan deliciosamente sensualidades no ocultas, es también
cierto que muchas veces ahora demuestran más determinación que los hombres. Así
que mis tan categóricas afirmaciones, ¿que tendrán de valedero? ¿No será que
solamente son proyecciones de los superados antiguos sentimientos, costumbres,
tradiciones que existieron pero que ya ahora no existen más? ¿Seremos
troglodíticos? Y hacen que la persona joven nos mire con conmiseración. Si es
que se dignan mirarnos.
Una especie de revivir el
pasado. Y si no ha habido cambios sustanciales en la esencia de la mujer como
he sostenido ¿será cierto que todavía hoy en día la chica enamorada ponga a su
hombre en el pedestal?
¿Existen todavía
los mantos azules para príncipes?
¡Cuántas dudas
surgen en la mente de un pobre hombre cuyos varios años de experiencia, más que
ayudarle a entender la vida, lo confunden siempre más con el vertiginoso
cambiar de las costumbres! ¿Marido? ¿Esposa?
Y si yo,
ingenuamente, como argumento de conversación, le preguntase a un coetáneo mío
cómo le va a su hija o su nieta, que si se casó, etcétera, muy a menudo la
mirada del coetáneo se pondrá esfíngea y dirá que le va bien, que gana bien,
que vive con un compañero. Y su cara ni se atreve a dar aprobación o
desaprobación. No dice nada. Tengo la impresión que ya el marido no exista:
solamente compañeros y ocasionales.
Si nuestra memoria
puede escudriñar cosas y eventos y costumbres de hace 50 o 60 o 70 y hasta 80
años atrás y desgraciadamente con mente lúcida, entramos en un laberinto de
donde es imposible salirse. Porque las verdades que encontrábamos eran nuestras
verdades; y ya no existen. ¡Pedestales?
¿Príncipes azules?
Pero el otro día
me conmovió una mujer: una bella mujer que estimo mucho. Una profesional. Como
era su cumpleaños, le había regalado una rosa. Vi la sonrisa aflorar a sus
labios; y el gesto, quizás instintivo de acercarla a su nariz, me conmovió.
Después miró su reloj, recordó un compromiso y el segundo de magia desapareció.
Pero existió.
5 comentarios:
Leí el comentario que mandó por mail: "Defensa del chat" y más bien me pareció que quiso hacer una comparación entre el chat actual y prácticas eróticas en época de guerra,-que usted vivió- cuando las jóvenes mandaban mechones de "cabellos"-llamémosle así para no herir susceptibilidades- a sus enamorados en el campo de batalla.
Cuando yo era adolescente, los varones en el liceo hacían circular unas revistas con fotos de penes o de parejas en diferentes situaciones de coito ( o similar) obviamente desnudas y mostrando abiertamente de qué se trataba lo que estaban haciendo.
Ciertamente, cada época tiene su estilo y su modalidad para la sexualidad más o menos encubierta.la abuela postiza que me enseñó el pintoresco dicho de "sano di culo sano di corpo chi no tromba sono morto", también me contaba que jamás su esposo la había visto desnuda, lo que hacían lo hacían a través de una especie de "camisón con agujero".....
Los tiempos actuales no parecen ser muy pudorosos- tampoco parecen haberlo sido, por lo que usted cuenta los que usted vivió en su juventud-. Yo pregunto: ¿Y qué? ¡El ser humano se las ingenió siempre para hacer travesuras! ¡Y...Digamos la verdad.... sin distinción de sexo!
En primer lugar te felicito por tu coraje al pasar tus experiencias vitales del e-mail al público blog.
No dejo de recordar que las bofetadas más sonoras recibidas cuando era niño fueron por repetir en público lo que había oido en privado. Y eso fue hace mucho tiempo! ahora pienso que me hubiera gustado que me las dieran por internet.
Saludos, bravo amigo.
Se me olvidó firmarlo, soy Angel, anónimo ma non troppo.
C A R M E N P A L M I E R I Sarg.-
Carmen P. Me escribio:
Re: Defiendo al chat
Buenas noches, Aldo! Estuve de viaje y recién vuelvo, ahora es que he leído tu texto del chat y me gustó muchísimo. Cuánta razón!
Pero me gustaron también tus "confesiones", valientes y sentidas. Cada vez más me gusta la madurez de la vida.
Gracias por compartir tus pensamientos y sentimientos. Lo agradezco de verdad.
Beso.
Me pregunto, Aldo, qué tanto ha cambiado eso que crees que ya no son verdades en estos tiempos. Ningún sociólogo podría negar que efectivamente existen instintos, impulsos biológicos que mueven en alguna medida la conducta humana. También es verdad que los tiempos que vivimos por muchas razones han permitido que cada quien sea libre de elegir la identidad que le parezca: no sólo el hijo del zapatero ya no está obligado a hacer zapatos, ya ni siquiera estamos obligados a ser del género con el que hemos nacido.
En el caso de la mujer, no sólo se libró de su papel exclusivamente reproductivo por la píldora, también por los antibióticos y las vacunas: ya los niños no mueren como moscas, así que no hace falta que cada una tenga 8 para mantener la población! Menudo cambio. Ahora cada una puede elegir qué hacer con su sexualidad, pero la mayoría no ha dejado por eso de buscar a su príncipe azul. Eso sí, el príncipe tiene que fajarse, porque si no, la búsqueda continúa.
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