18 jun 2011

Hipócritas







Año 500 antes de Cristo.
ATENAS Estamos en Grecia, en Atenas. Los hombres, los verdaderos hombres, los ciudadanos, los democráticos atenienses, estamos comentado entre nosotros la última decisión de Pericles: el que nos manda. El Tirano, o el Estratega-General como preferiría que lo llamáramos. Y a todos nos parece bien su idea de volver a reconstruir, embelleciendo, lo que las guerras habían destruido, allá arriba en esa colina bellísima con vista a toda a Atenas: la acrópolis, o sea la parte más alta de la ciudad.
“Pero si volvemos a construir allá arriba, inclusive más todavía, destruiremos más olivares, más pinos. Destruiremos aún más el verde de nuestra bella polis!”, dijo preocupado Emoclèse.
“Es el rompe bolas de siempre”, comentó Neoteristès. “Si fuera por él, para no destruir unos pocos olivares y unos pinos que a nosotros no importan un carajo, nuestro amigo sería capaz de volver a vivir en las forestas, encaramado a los arboles, ¡como nuestros primos los monos hace  siglos! Sinceramente, qué importan 1.000 o 10.000 olivares más, si el grande maestro Fidias irá allá arriba para construir lo que le ordenó Pericles. Fidias, sí, el Maestro, ayudado por Ictino y Calicrates, esos grandes escultores y arquitectos! El Gran templo en honor a nuestra protectora, Athenas Parthenos, la Virgen. ¡Un Templo todo de mármol!
Nuestra ciudad será la más bella de toda Grecia y por lo tanto de todo el mundo civilizado. Y nuestro Templo, ¡con la estatua de Athenas! ¿Se imaginan ustedes? ¿Una estatua estilo crisoelefantino, o sea de oro y marfil, de 12 metros de alto? ¿Cuándo más tendremos los Atenienses la oportunidad de tener a un jefe con tantas visiones como Pericles? ¿Qué nos importan a nosotros 1.000 o 10.000 olivares? Primero que todo nuestro mar, el Mèsogeios Tálassa, el Mar entre Tierras, el Medi-terraneo está rodeado de pinos y olivares y en cantidad. Y si de verdad hubiera un poco menos, que los esclavos coman menos aceite de oliva. Al fin son solamente esclavos.
Pero que tengamos nuestras obras de arte. Nuestros descendientes nos lo agradecerán. Y dirán: Miren lo que hicieron nuestros antepasados… e indicarán al Partenón. O de verdad, como dice Emoclése, ¿preferirían mostrar orgullosos unas cuantas ánforas llenas de aceite?
Yo voto a favor…”
Y todos, todos, votaron a favor. Se tumbaron los pinos y los olivares y se construyó la famosísima Acrópolis de Athenas con su Parthenon. Todos habían aceptado con entusiasmo lo que el primer ambientalista había considerado un ultraje a la naturaleza.

                                                                     ***

LAS PIRAMIDES.-Cuando en 1789 un General Francés comandante en Jefe puso su pie en tierra de Egipto, se dijo: ”¡Finalmente siamo arrivati!” Había conseguido burlar a los odiados ingleses y sus malditos buques.
Y la frase de alivio se le salió del alma. Sí, era cierto: ese General, al cual sus tropas cariñosamente llamaban LE PETIT CAPORAL, ahora hablaba y ordenaba en francés porque era ciudadano francés:  Corsica , la islita donde nació había sido vendida un año antes por Italia (por Génova) a Francia, y su papá, de noble familia italiana, pero al servicio del Rey de Francia, le había ordenado que aprendiera francés lo más rápidamente posible. Y el joven lo hizo. Pero nunca, en toda su vida, perderá el acento italiano que revelaría su origen. El italiano, idioma con el cual hablaba con sus hermanos y con su mamá, Donna Letizia Ramorino; y con el cual insultó al Rey de Francia al decirle casi en la cara: “Che coglione!” (¡Que huevón!)
Poco después de su llegada a tierra de África éste General superactivo se estaba preparando para la que sería la batalla de las Pirámides. Quiso verlas de cerca, antes. Sus oficiales subían y bajaban alegres por esos milenarios monumentos, sin pensar en las sangrientas batallas de los próximos días.
El se había quedado allí, cerca, solo y pensativo.
Quizás pensó en Alejandro de Macedonia, el joven conquistador griego que en el 332 antes de Cristo había aparecido por allá como hijo de dioses y dios él mismo, derrotando al inmenso Imperio Persa. Quizás pensó en Cesar: Caius Julius Caesar. El primero de los Cesares en llamarse Caesar y después del cual vinieron todos los demás Cesares Emperadores de Roma y también los Cesares Emperadores de otros países; porque del nombre Cesar derivarará el de Kaiser en tierras germánicas, el de Ctzar en la tierra de los Ruotzi-Rusos, y el de Schá en Persia.
Quizás pensó en esos dos grandes, Alejandro y César, que recibieron de manos de Ammon el secreto de la grandeza de los Faraones. Esos dos grandes habían pasado, cada uno en su oportunidad, una noche entera, solos, en las entrañas de la Gran Pirámide de Keops. Y lo mismo quiso hacer él, le petit caporal: pequeño cabo hace poquísimo, pero ahora ya gran general francés, conquistador de Italia y dentro de pocos años, quizás… ¿se lo diría la profecía de Ammon? ¿Le diría lo que llegará a ser? Ammon, el dios carnero, el que emanaba el olor profundamente desagradable pero divino del amoníaco, de donde recibió su nombre. El general francés se quedó toda una noche, solo, en las entrañas de la pirámide, silenciosa y terrible. Por la mañana, cuando salió, sus oficiales le vieron la cara demacradísima. Ya no era y ya no será la misma cara de antes. ¿Lo había tocado el Dios? ¿Le habría predicho su glorioso y trágico destino? ¿Le habrá dicho que dentro de pocos años su estrella brillaría como las de sus dos grandes predecesores? ¿Vio su muerte por obra de los pequeños hombres que no soportarían su grandeza? Nunca, nunca en la vida, nunca quiso comentar lo que pasó aquella noche dentro de aquella pirámide. Nunca comentó nada a nadie. Solamente una vez, dentro de no muchos años, le comentará a su mamá, che a su lado lo miraba con amor, orgullo y preocupación. “Si lo hubiera dicho antes, me habrían tomado por loco.” Y le indicó, sin comentario, la flamante corona de Emperador.
Bueno. El general salió de ese mundo misterioso y se sentó un rato sobre una piedra allí suelta. Siguió mirando la gran Pirámide. De repente se dirigió a dos de sus oficiales, y les dijo que había calculado, ahora mismo, sentado en esa piedra, que con las piedras de esa pirámide se podría construir un muro de defensa alrededor de toda Francia, de 3 metros de alto y de 0.30 de espesor. Los oficiales ya se habían dado cuenta que su general tenía una mente muy brillante pero todo el mundo se quedó sin palabras, estupefacto, cuando el científico Monge, uno de los 154 sabios que el General quiso llevar consigo a Egipto, confirmó, después de sus estudios, que sí, la afirmación del General era correcta! ¡Acertada!. Muy velozmente acertada. El cálculo mental de Napoleón era correcto. Efectivamente se trataba de Napoleón, de Napoleone Buonaparte. Il Grande.
Uno o dos días después otro de los sabios le preguntó si se había quedado a pensar en cuántas muertes, cuántos accidentes, cuánto sufrimiento humano podía haber causado la construcción de esos magníficos monumentos. Murat, el general que estaba junto a Napoleón en este momento, nos cuenta que nunca había visto una expresión tan marcada de desprecio en la cara del General Napoleón. Y que le oyó decir que sí, que también las carreteras romanas estaban plagadas de cadáveres.
“Y ¿qué le importa a usted? Se trata de personas cuyas vidas o muertes, cinco años antes o cinco años después, no alteraba en nada el curso de la historia. Y que lo único útil que posiblemente hicieron fue servir de cimiento a la carreteras romanas.”

                                                           ***

VENEZIA.
Venecia… la reina del Adriático. Inicios del siglo XX.
Había un gran revuelo en la Plaza San Marcos en aquellos días. Por un lado estaba la Asociación de Gondoleros. Los cuales se oponían con los más variados razonamientos a que las aguas de los canales fueran contaminadas por las lanchas a motor. “¡Fioi de un can!”. (Hijos de perros). ¡Con esa novedad del motor se ensuciarían más las aguas de la laguna véneta y los olores nauseabundos de nafta le habrían quitado romanticismo a la poesía de Venecia! Como darle un “basin a la tosa con sta spusa del motor de benzina? Y con sti rumori volgari che le pari dele scoregge in faccia?” (¿Como dar un besito a la noviecita con esos miasmas nauseabundos? Y ¿con esos ruidos de motor que parece se echaran pedos en la cara de las chicas?)
En realidad lo que les preocupaba a los gondoleros era la posible competencia de esa invención del motor.
La otra parte, los de lanchas a motor, los Motoretti, ellos también tenían en parte razón. “E i piróscafi? No van con motor los piróscafos? Per andar en América no se va piú con il veliero ma con il pirosfafo, con el motor! Es el progreso. In dove quel va il progreso, va il mondo! ¿Quieren ir a América todavía con las Carabelas?“
E ghe se dei locos que i disi che dentro de poco se andarà en arioplano, volando, come aquile, come quel mato de italiano che ze andà a volar encima de Viena! E tuti i vienesi col naso in aria e il cul per tera! (Y hay unos tipos que dicen que dentro de poco todos iremos en aviones, a volar como águilas, como aquel loco del piloto italiano -Francesco Baracca- que se fue a volar sobre Viena, y todos los vieneses a verlo con la nariz en alto y caídos de culo. Y tenía un motor. ¡Hostia!)
Y así anda el mundo, cada uno viendo la punta de su propia nariz y su interés paticular.

                                                                        ***

Así que, amigos, cualquier golpe tiene su contragolpe, cada actividad tiene sus caídos, exactamente como toda batalla tiene sus heridos y sus muertos. ¿No fue un riesgo para Colón cruzar el Mar Tenebroso? ¿Deberíamos renunciar a la carrera espacial porque se han muerto unos cuantos astronautas?
Lo que hay que hacer es poner más atención a estas actividades de aprendizajes de brujo. Pero debemos aprender. ¿Habrá unos muertos? Será el precio que habrá que pagar y se pagará. Debemos hacer lo posible para que no sea demasiado alto. Pero es obvio que debemos aprender a dominar el átomo. Aparentemente y hasta que no se consiga otro artilugio, es la única energía quizás capaz de llevarnos a otro planeta cuando el nuestro no aguante más.
















3 comentarios:

Alfa Segovia dijo...

Caro amico Aldo:

"Debemos aprender"- es cierto-
Siempre y cuando ese aprendizaje mantenga los valores por los cuales se sueña, se lucha, se sufre, y -a veces- se vence.

Anónimo dijo...

No me equivoqué cuando supuse que nos esperaba un trabajo ameno e instructivo, ha sido como tener varias vidas en un blog como sucede con la litreratura.
Felicidades, joven Aldo.
Angel

Aldo Macor dijo...

anonimo querido! No tengas miedo! No voy a borrar tu mensaje en Ingles....Lo tendre` como recordatorio imperecedero de lo que se puede consegur con la boluntad. Si exacto con la boluntad-